jueves, 30 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
lunes, 27 de septiembre de 2010
domingo, 26 de septiembre de 2010
viernes, 24 de septiembre de 2010
domingo, 19 de septiembre de 2010
Labordeta
del mar en las ventanas,
del dígale usted a todos buenos días,
seguimos por aquí,
así como siempre, muy buenos de salud
y de agonía.
Hoy quisiera
no saber las palabras,
olvidarme los ritos, las maneras,
ser tan libre como la mano de una niña,
o el ojo de un pájaro en la niebla.
Hoy quisiera
-queremos siempre y para nada sirve-
decir palabras lentas,
melodías colgadas de la sombra,
sueños que se entrecruzan, heroicas campanas.
Pero somos de aquí,
del billete señor,
la carne va subiendo
y el hígado del viejo se estropea.
Somos
de las tardes de fútbol.
Hoy quisiera
-quieres tantas cosas-
cerrar de una vez esta ventana
y descansar del ruido de allá afuera.
Pero entran el mar,
el ruido y el regusto brutal
de toda esta tierra.
Somos de ahí,
de enfrente, justo al lado
donde se ama y crea.
Somos
-y hoy yo quisiera...-
del urbano paisaje de la tierra
y aquí no hay quien se salve
de la hoguera.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
domingo, 12 de septiembre de 2010
El Silvio vulnerado
Rebelión 12 de septiembre 0210
Creo que la Revolución Cubana dignificó a nuestro país y a los cubanos. Y que el Gobierno Revolucionario ha sido el mejor gobierno de nuestra Historia.
Sí: antes de la Revolución La Habana estaba mucho más pintada, los baches eran raros y uno caminaba calles y calles de tiendas llenas e iluminadas. Pero, ¿quiénes compraban en aquellas tiendas? ¿Quiénes podían caminar con verdadera libertad por aquellas calles? Por supuesto, los que "tenían con qué" en sus bolsillos. Los demás, a ver vidrieras y a soñar, como mi madre, como nuestra familia, como la mayoría de las familias cubanas. Por aquellas avenidas fabulosas sólo se paseaban los “ciudadanos respetables”, bien considerados en primer lugar por su aspecto. Los harapientos, los mendigos, casi todos negros, tenían que hacer rodeos, porque cuando un policía los veía en alguna calle “decente”, a palos los sacaban de allí.
Esto lo vi con mis propios ojos de niño de 7 u 8 años y lo estuve viendo hasta que cumplí 12, cuando triunfó la Revolución.
En la esquina de mi casa había dos bares, en uno de ellos, a veces, en vez de cenar, nos tomábamos un batido. En varias ocasiones pasaron marines, cayéndose de borrachos, buscando prostitutas y metiéndose con las mujeres del barrio. A un joven vecino nuestro, que salió a defender a su hermana, lo tiraron al suelo, y cuando llegó la policía ¿con quién creen que cargaron? ¿Con los abusadores? Pues no. A patadas por los fondillos se llevaron a aquel joven universitario que, lógicamente, después se destacaba en las tánganas estudiantiles.
Ahí están las fotos de un marine meando, sentado en la cabeza de la estatua de Martí, en el Parque Central de nuestra Capital.
Eso era Cuba, antes del 59. Al menos así eran las calles de la Centrohabana que yo viví a diario, las del barrio de San Leopoldo, colindante con Dragones y Cayo Hueso. Ahora están destruidas, me desgarra pasar por allí porque es como ver las ruinas de mi propia infancia. Lo canto en “Trovador antiguo”. ¿Cómo pudimos llegar a semejante deterioro? Por muchas razones. Mucha culpa nuestra por no haber visto los árboles, embelesados con el bosque, pero culpa también de los que quieren que regresen los marines a vejar la cabeza de Martí.
Estoy de acuerdo en revertir los errores, en desterrar el autoritarismo y en construir una democracia socialista sólida, eficiente, con un funcionamiento siempre perfectible, que se garantice a sí misma. Me niego a renunciar a los derechos fundamentales que la Revolución conquistó para el pueblo. Antes que nada, dignidad y soberanía, y asimismo salud, educación, cultura y una vejez honorable para todos. Quisiera no tener que enterarme de lo que pasa en mi país por la prensa de afuera, cuyos enfoques aportan no poca confusión. Quisiera que mejoraran muchas cosas que he dicho y otras que no.
Pero, por encima de todo, no quiero que regrese aquella ignominia, aquella miseria, aquella falsedad de partidos políticos que cuando tomaban el poder le entregaban el país al mejor postor. Todo aquello sucedía al tibio amparo de la Declaración de los Derechos Humanos y de la Constitución de 1940. La experiencia pre-revolucionaria cubana y la de muchos otros países demuestra lo que importan los derechos humanos en las democracias representativas.
Muchos de los que hoy atacan la Revolución, fueron educados por ella. Profesionales emigrados, que comparan forzadamente las condiciones ideales de “la culta Europa”, con la hostigada Cuba. Otros, más viejos, quizá algúna vez llegaron a "ser algo" gracias a la Revolución y hoy se pavonean como ideólogos pro capitalistas, estudiosos de Leyes e Historia, disfrazados de humildes obreros. Personalmente, no soporto a los "cambiacasacas" fervorosos; esos arrepentidos, con sus cursitos de marxismo y todo, que eran más papistas que el Papa y ahora son su propio reverso. No les deseo mal, a nadie se lo deseo, pero tanta inconsistencia me revuelve.
La Revolución, como Prometeo (le debo una canción con ese nombre), iluminó a los olvidados. Porque en vez de decirle al pueblo: cree, le dijo: lee. Por eso, como al héroe mitológico, quieren hacerle pagar su osadía, atándola a una remota cumbre donde un buitre (o un águila imperial) le devore eternamente las entrañas. Yo no niego los errores y los voluntarismos, pero no sé olvidar la vocación de pueblo de la Revolución, frente a agresiones que han usado todas las armas para herir y matar, así como los más poderosos y sofisticados medios de difusión (y distorsión) de ideas.
Jamás he dicho que el bloqueo tiene toda la culpa de nuestras desgracias. Pero la existencia del bloqueo no nos ha dado nunca la oportunidad de medirnos a nosotros mismos.
A mí me gustaría morir con las responsabilidades de nuestras desdichas bien claritas.
Por eso invito a todos los que aman a Cuba y desean la dignidad de los cubanos, a gritar conmigo ahora, mañana, en todas partes: ¡Abajo el bloqueo!
Fuente: http://segundacita.blogspot.com/2010/09/invitacion.html
jueves, 2 de septiembre de 2010
El violinista en el tejado...
Giusseppe TARTINI Italia (1692-1770)
IL TRILLO DEL DIAVOLO
SONATA
Violinista y compositor italiano. Nació en Pirano, Istria (actualmente Piran, Eslovenia). Estudió en Asís y en 1721 fue nombrado concertino y director de la orquesta de la iglesia de san Antonio de Padua. En 1728 fundó una escuela de violín en esa misma ciudad. Tartini está considerado como uno de los grandes genios del violín.
Se le adjudica el descubrimiento compartido del fenómeno acústico de la combinación tonal al observar que, cuando se producen simultáneamente dos notas y se mantienen durante un tiempo, se percibe una tercera nota. Este fenómeno acústico, el tercer sonido o tono resultante se denomina también sonido diferencial o sonido de Tartini. También desarrolló una nueva técnica de manejo del arco todavía vigente e introdujo mejoras en las cuerdas. Tartini compuso alrededor de 150 conciertos y 100 sonatas para violín, de las cuales la más conocida es su obra póstuma Il trillo del diavolo que imita al diablo tocando el violín que había imaginado en sueños. De entre sus diferentes tratados teóricos destaca Tratado de música según la verdadera ciencia de la armonía (1754). Murió en Padua. ©
www.epdlp.com/compclasico.php?...
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Una conversación
El histórico dirigente comunista Felipe Alcaraz presenta libro
La “Conjura de los poetas”, publicada por Editorial Almuzara, editorial del ex ministro 'popular' Manuel Pimentel, es una biografía novelada escrita por el histórico dirigente comunista Felipe Alcaraz, con nombres reales, de Javier Egea, poeta granadino que se suicidó en l999. Junto a él, otro nombre que destaca es del de Luis García Montero. Son los dos nombres de un debate entre el materialismo y la posmodernidad española, inaugurada en 1982.
Javier Egea, de quien se van a publicar las obras completas en Bartleby en el próximo otoño, es el exponente máximo de la posibilidad de una poesía materialista, frente a la lírica burguesa del yo íntimo y libre. En 1980 se inaugura en Granada, con esta perspectiva, la llamada OTRA SENTIMENTALIDAD. Los dos libros esenciales de Egea son TROPPO MARE y PASEO DE LOS TRISTES. Pero a partir de 1982, donde se marca la socialdemocracia como el fin de la historia, y el PCE cae bajo mínimos (partido en el que militaban todos los poetas), frente a la radicalidad de la poesía “otra” inicia su vuelo LA POESIA DE LA EXPERIENCIA, cuyo líder y máximo exponente, a lo largo de décadas, va a ser Luis García Montero. Una poesía caracterizada, por ellos mismos, como poesía en la socialdemocracia: una poesía media, digerible, reconciliada con la experiencia diaria de la realidad, al margen de estrategias de transformación trasnochadas.
Javier Egea resiste y no acepta esa nueva etapa acomodaticia. Una etapa que es el principio de la posmodernidad española, donde el poder se traslada de la obra al nombre, y surgen líderes y camarillas, neutrales y comerciales, que marcan una norma en poesía: la poesía de la experiencia.
Lo dice Egea: “Lo solitarios son esos que le dicen a su amada: me quedo solo, pero no me vendo”. Y Egea pasa, a través de un proceso de aislamiento, a la soledad, incluso a la clandestinidad.
Los poetas de la experiencia, teniendo como referente dos fechas, 1982 (en que arrasa la imagen del cambio) y 1989 (en que cae el Muro de Berlín), construyen una “norma” que va a regir la poesía de forma totalizante, y que penetra subvenciones y concursos,y da carta de naturaleza a los poetas que en España han sido publicitados y han tenido el apoyo de la crítica y las editoriales.
LA CONJURA DE LOS POETAS es una novela, o una biografía, no sobre detalles, anécdotas o psicologías. Es la biografía de un proyecto transformador, y de su derrota a manos de la literatura de consumo y sus estrategias. No obstante, una vez pasada la etapa de aislamiento, y tras el suicidio, Egea aparece en la literatura española como uno de los grandes poetas del siglo XX y, desde luego, el que más allá llevo la posibilidad de una literatura de clase.
Junto a los nombres de Egea y García Montero, aparece el de Juan Carlos Rodríguez, uno de los teóricos marxistas más importantes y no precisamente conocido, a pesar de sus largos años de docencia en la Universidad de Granada.