viernes, 31 de julio de 2009

MIEDO

Escucho con mis ojos a los muertos, decía Quevedo, refiriéndose al acto cruel de la lectura. Ahora bien , puesto que todo lenguaje es un sistema de citas, como decía Borges, todo poema es un poema sobre un muerto.
Y la muerte nos llama desde el poema como su única posible realidad. Malraux dijo: "sólo la muerte transforma la vida del hombre en destino". Nosotros diremos: sólo la muerte transforma el poema en poema.
Como decía Derrida, todo poema corre el riesgo de carecer de sentido y no sería nada sin ese riesgo. Y más que la muerte lo que nos produce miedo es, como decía Elliot, el terrible momento de no tener nada en qué pensar. Nada en qué pensar, nada que hablar ni nada que sentir: sólo un terrible y bello pesanervios.
Porque la belleza es un absurdo y no responde a ninguna lógica. Y ello, no sólo en la belleza del poema sino la belleza física del hombre, que es tan absurda e inexplicable como el poema. Tan absurda e inexplicable como el espíritu, aunque ciertamente la inspiración existe. Y la inspiración es un dato que contradice lo real, que se burla de lo real, que ríe del espíritu y ríe para destruir la realidad. Porque la realidad no es pura y se llama camarero o Epicelia.
Así el claquear de mandíbulas del llamado esquizofrénico y su risa inexplicable es un acto canibálico como el poema quisiera ser: un acto canibálico, un intervalo en la desesperación, como un porro que suspende la vida.
Leopoldo María PANERO
Las Palmas, 17 de marzo de 2000

Prólogo a su libro Teoría del miedo Igitur/poesía MONTBLANC (Tarragona) 2000

TEORÍA DEL MIEDO

No sé si tortuga o tumba
muerto o vivo, muerto o vivo
no sé si ángel o desastre
muerto o vivo, muerto o vivo
no sé si espíritu u oruga
muerto o vivo, muerto o vivo
no sé si alucinación en lo oscuro
o premio para el desastre
la vida es un mal pensamiento
este poema que aún supura.
Leopoldo María PANERO

miércoles, 29 de julio de 2009

PENÚLTIMOS PENSAMIENTOS

I. IDILIO


¿Qué veo?
El arroyo está muy mojado
y los bosques inflamables y secos como palos.
Pero tengo el corazón encogido.
Los árboles parecen grandes peines mal hechos;
y el sol tiene, cual una colmena, hermosos rayos dorados.
Mas mi corazón tiene frío en la espalda.
La luna ha reñido con sus vecinos;
y el arroyo está empapado hasta los huesos.

II. ALBORADA

No os durmáis, bella durmiente.
Escuchad la voz de vuestro amado.
Puntea un rigodón.
¡Os quiere tanto!
Es un poeta.
¿Le oís?
¿Se ríe burlón, tal vez?
¡No, os adora, dulce Bella!
Puntea otro rigodón y se suena.
¿No queréis amarle?
Y sin embargo es un poeta, ¡un viejo poeta!
El poeta está encerrado en su vieja torre.
Hace viento.
El poeta medita, sin que lo parezca.
De repente, se le pone la carne de gallina.
¿Por qué?
¡Ha visto al diablo!
No, no es él: es el viento,
el viento del genio que pasa.
¡El poeta ya está harto de viento!
Sonríe con malicia,
mientras su corazón llora como un sauce.
Pero el genio está ahí y lo mira con malos ojos:
con ojos de vidrio.
Y el poeta se vuelve muy humilde y enrojece.
Ya no puede meditar:
¡tiene una indigestión!
¡Una terrible indigesstión de malos versos blancos
y desilusiones amargas!

Erik SATIE. Cuadernos de un mamífero ACANTILADO Barcelona 2006 Traducción de Carmen Llerena

viernes, 24 de julio de 2009

JUEGOS y OFICIO

JUEGOS PARA APLAZAR LA MUERTE

DESCUBRIR en otro
la palabra precisa,
la desolada materia del sueño,
inmóvil, fija sobre el papel.
Palabra que nombra fantasmas
pero también llamaradas de vida
y -al fondo- el eco del mar,
su perdurable presencia momentánea,
olas y horas, sílabas y símbolos.
Todo lo que nos queda, todo y nada:
juegos para aplazar la muerte.


EXTRAÑO OFICIO

Poeta en tiempo de miseria, en tiempo de mentira y de infidelidad
José Ángel Valente

POETA en tiempo de miseria, en tiempo de mentira
y de infidelidad y de ellas, no altivo juez,
espectador atónito, menos aún, habitante alegre de la ignorancia.
Poeta de esta hora, testigo absorto tantas veces
de injusticia o de lágrimas, silencioso participante en ellas.
Trabajador de las palabras, levantando muros,
cerradas cárceles donde sólo la memoria habita.
Letras y sílabas, torpermente aprendidas, elevándose
inútiles junto a la firme realidad de unas manos,
de unos ojos que piden simplemente vivir.
Extraño oficio, viejo como los árboles
y como las rocas firme, a través de los aciagos días,
hasta llegar a este momento, ante el blanco papel,
que antes fuera dorado pergamino,
canción de pueblo humildemente recordada.
Duro destino, ser voz sobre otros hombres,
pero también, vecino último de la propia infancia,
acobardada sombra entre la soledad y el sueño.
Apenas hoy, rincón oculto de ternura,
lugar bañado de risa y sol de estío,
se ofrecen al que de su vocación así dispuso.
Y el seco estampido de los disparos
o la apagada pupila frente al amanecer,
son historia ejemplar, iluminado aviso,
para aquel que, con solo la verdad por cimiento,
construye terco su esperanza y la escribe
cuando camina hacia su fin.

Juan Luis Panero
Juegos para aplazar la muerte

miércoles, 22 de julio de 2009

TRISTAN TZARA

II

la tierra me tiene apretado en su puño de tempestuosa angustia
¡que nadie mueve! se escucha en el momento abrirse paso el vuelo de la mosca
y reunir la jornada en búsqueda de un fin
encerremos en los pañuelos los minutos que nos separan

*

¡arriba las manos! para acoger al ángel que va a caer
deshojarse en nieve de luciérnagas sobre vuestras cabezas
cielo debilitado por el viento que tanto ha soplado
nosotros pagaremos los sufrimientos las innombrables deudas

*

La estación se espesaba con juego de silbatos
tantas voluntades nadan en la amarga densidad
que el timbre conduce la oleada roedora
con las negras y fétidas indignaciones las entrañas espumosas de la tierra
a las superficies aterciopeladas hacia qué objetos bebedores de esperanzas
que han comprado el precio de lentas simientes
ornadas con los atributos de los cuerpos de los oficios
que se bebe en los abrevaderos con resoplidos sórbidos marinos de caballo
que se caza en círculo en los picaderos aldeanos
que se fuma la pipa vieja de águilas
que se guarda pasiones de hogares que fuman la tarde
entrevistos en los hielos presentidos en el corazón de las piedras
al fondo de los pozos de petróleo sobre colchones de graves limones
en los trojes donde la vida se mide por el grano
moscas claras primas de las aguas sentadas bajo el sol

*

hombre aproximativo como yo como tú lector y como los otros
montón de carnes ruidosas y de ecos de consciencia completa en el solo pedazo de voluntad
tu nombre transportable y asimilable cortés por las dóciles inflexiones de las mujeres
diversos incomprendidos según la voluptuosidad de las corrientes interrogadoras
hombre aproximativo moviéndote en los poco más o menos del destino
con un corazón como maleta y un vals a guisa de cabeza
vaho sobre el frío hielo tú te abstienes de verte a ti mismo grande e insignificante entre las joyas de escarcha del paisaje
sin embargo los hombres cantan en corro bajo los puentes
del frío la boca azul contraída más lejos que la nada
hombre aproximativo o magnífico o miserable
en la niebla de las castas edades
habitación a poco coste los ojos embajadores de fuego
que cada uno interrogue y atienda en el forro de caricias de sus ideas
ojos que rejuvenecen las violencias de los dioses ágiles
saltarín al disparo de los resortes dentarios de la risa
hombre aproximativo como yo como tú lector
tienes entre tus manos como para lanzar una bola cifra luminosa tu cabeza plena de poesía

*

gesto redondo de las manos que ofrecen al aire la imagen
alerta ruiseñor que cierra el circuito de tu alegría
en el resplandor agudo de las plantas te equivocas tú mismo
el más secreto de todos eres tú el más lejano
tú te alzas hasta los perfectos acordes sobre los mástiles astrónomicos
te sacias de incestuosas andaduras sobre los caminos de los calvarios
tu envidia surge del estricto simulacro
que ciñe el tiempo en la bolsa de tu vida
vida que no concibes más que en ejemplos probados
mientras que tú envejeces sin saber porqué se enmohecen los pernios de tu cabeza
se estiran las articulaciones se empapa como la hoja bajo la lluvia la vanidad
avaro cierras tan fuertemente la puerta que tus uñas penetran en la carne
las sombras garganta donde se amontonan las nubes
donde el orgullo insaciable no sabe enfriarse
tiene ya hacia el prado de la muerte en holocausto su delirio en lontananza
y el agua siempre fresca en la confluencia de tus amores

*

las líneas de tus manos callosas que en tu conocimiento un ángel traza
sobre su trayecto le tienen provisto de todos los éxitos terrestres
lo desdibujado de tu falsa vida los destruye y ensucias lo que tocas
te encenagas en el estertor y el oro de los mensajes incandescentes
de la vida no te queda nada más que la destreza de una evasión fallida
y por tanto la noche deshace en su seno los nudos de las esquilas de las estrellas
la osatura acompasada de los andamiajes musicales arrojados sin orden
sin embargo los hombres se estrechan alrededor bajo los puentes
y en los álbumes fotográficos hojean las tardes de calor mediocre
entre tantos amargos botones que el recuerdo hizo punzar alrededor del mantel sordo
defiende a dentelladas tu pedazo de mundo para adormecerte de un sábado a otro
anónimo y escarnecido en el secular alimento de tu raza
sin embargo los hombres cantan en corro bajo los puentes
y destrozan el nido de las meninges raspan
para descubrir escondida al fondo la fresca naranja de su cerebro

*

a los furores de nieve que en el momento hace su erupción de remordimiento y de tortura
que la sambre brotase en ti de la más nueva boca la astronomía
y se extiende en cada célula de las prisiones anatómicas
que los minutos hormiguean en el saco de los pulmones siembran los prados
de los asilos de ancianos las terrazas de billar de mucho rango
que el crimen en fin florece joven y fresco en sordas guirnaldas a lo largo de las casas
engrosar con sangre las aventuras nuevas las cosechas de futuras generaciones
las águilas disolviéndose como el azúcar de los días pasados en el tazón del océano
volando de una flor a otra con unos pétalos de piel sobre las alas
insectos o microbios que cargan de sufrimiento los lechos las estaciones
los ácidos sueños arrastran como bestias en pena nuestros esqueletos
y nos llevan hacia ellos pendidos en el sueño colgando en la grúa del puerto celeste
dulce de sol putrefacción sin cuervos ni versos en el blancos invencible inmaculada

Tristan TZARA El hombre aproximativo Visor Madrid 1982 Traducción y prólogo Fernando Millán

martes, 21 de julio de 2009

HOLDERLIN 71

HOLDERLIN 71

I

Venenosa paz
la de los árboles lentos
es posible morir
de olvido y perdón
el eucalipto huele a invierno
la mimosa anochecida
amortaja

cerca el mar en una red azul
llena de muchachas carnales
veleros resucitados por el verano
los vientos
esparcen los eruptos de una Europa
mediocre y feliz

borradas las estelas de los dioses diluídos
nos queda el pan y el vino
mientras agonizamos.

II

Ya se diluyeron los dioses
aquellos días en que a su luz
la realidad parecía ser propicia
ahora
el áspero fieltro del horizonte
las ruinas de los deseos
sus cascotes
de ladrillos en perpetuo derribo
todo conduce a la mediocre
ternura
por un desamparo compartido
hijos
de la ira sin padres suficientes
abandonados por el absoluto
fugitivos del paraíso
desahuciados para la rehabilitación
no venderemos el alma al dinero
ni a laHistoria

¿nos bastará el pan y el vino
la entrega sospechosa de otro cuerpo
pasajero?

o la constante sensación del suicidio
esa tenaz insistencia de héroes
subempleados.


Manuel Vázquez Montalbán Memoria y Deseo Seix Barral Barcelona 1986

lunes, 20 de julio de 2009

BOFETADA


BOFETADA AL GUSTO PÚBLICO

Velinir KLEBNIKOV (1)


A los que nos leen: el Nuevo Primordial Inesperado.
Sólo nosotros somos el rostro de nuestra época. En el arte de la palabra nosotros tocamos el cuerno del tiempo.
El pasado nos ahoga. La Academia y la Pushkin son más incomprensibles que los jeroglíficos.
Arrojar a Pushkin, Dostoievski, Tolstoy, etc., del Vapor Modernidad.
El que no sepa olvidarse de su primer amor nunca podrá conocer el último.
¿Quién es tan crédulo para consagrar su último Amor a la lujuria perfumada de Bal' mont? ¿Quién sabe si allí resplandece una aurora de belleza inaudita?
Lavaos las manchadas manos del sucio montón de libros, escritos por esos innumerables Leonidas Andreiev.
Todos estos Gorki, Kuprin, Blok, Sologuv, Remisov, Avercenko, Cernyj, Kuzmin, Bunin, etc., sólo necesitan un hotelito a orillas de un río. Es la recompensa que el destino reserva a los buenos sastres.
Nosotros contemplamos su infinita pequeñez desde lo alto de los rascacielos.
Nosotros ordenamos que se respete el derecho de los poetas.
1) a enriquecer el diccionario en su totalidad, mediante vocablos arbitrarios y derivados (Palabra-innovación);
2) a odiar inexorablemente la lengua sobrevivida hasta su tiempo;
3) a arrancar con horror de su frente la Corona de aquella gloria de tres al cuarto que habéis elaborado con los veniki (2) de los baños públicos;
4) a permanecer firmes en el escollo de la palabra "nosotros" en medio de un mar de pitidos e indignaciones.
Y si en vuestras líneas permanecen todavía los torpes desperdicios de vuestro "Buen sentido" y "Buen gusto", ya palpitan por primera vez los Relámpagos de Adviento de la Nueva Belleza Autosuficiente (samovitaja).
Moscú, diciembre de 1912.

David BURLIUK, Aleksandre KRUCENYCH, Vladimir MAIAKOVSKI, Victor KHLEBNIKOV

(1) Con Poscecina obscestvennomu vkusu (Bofetada al gusto público), publicada a finales de 1912, el grupo, ya compacto, de los "Gileja", se presenta al público (sobre todo a través del título escogido por el almanaque y el editorial anónimo con un tono blasfemo y provocativo de clara marca marinettiana que, a juzgar por las críticas y comentarios feroces con los que se le acoge, dio en el blanco. El contenido del manifiesto, esencialmente iconoclasta y falto de fórmulas teóricas "en positivo", pèrmitía incluir en la cosecha las contribuciones de origen y sello más diversos. Khlebnikov publicaba, junto con algunos fragmentos líricos (numerados y titulados arbitrariamente por D. Burliuk, que así inauguraba una larga tradición de alteraciones filológicas del material khlebnikoviano), el poema El dios de las vírgenes y su pequeña joya primitivista I y E. Livsic, además de seis poemas en los que está vivo el recuerdo de sus intensas lecturas de Rimbaud, el fragmento Hombres en el paisaje, que representaba una tentativa de construcción realmente cubista del conjunto verbal... Seguían tres breves prosas impresionistas de N. Burliuk y cuatro fragmentos de Kandinski -que luego protestó vivamente por esta arbitraria apropiación de su material, nueve originales rusos o traducciones de su libro Klänge, publicado en alemán en Munich, en 1910. En el pequeño poema sobre el oficial y la roja Polja, Krucenych, con su definitivo desprecio por la lógica y sus instrumentos materiales (por ejemplo la puntuación), se burlaba de los novelistas de la época "para señoritas". De consecuencias incalculables para la literatura rusa fue el comienzo de Miaiakovski, que utilizaba instrumentos y artificios esencialmente pictóricos para construir sus primeros paisajes ciudadanos.
Además, la pintura aparecía en primer plano con los dos ensayos de B. Burliuk (atribuidos erróneamente en la recopilación, al hermano Nikolai), Cubismo y textura. "La Bofetada" se cierra con una página de los densos cuadernos sobre los que Khlebnikov, con ayuda de complejos cálculos matemáticos, trataba de extraer de la historia sus secretos y sus leyes, deteniéndose de un modo absolutamente sorprendente en el año 1917, como una verdadera confirmación de sus teorías o una premonición insólita.

(2) Veniki: haces de ramitas de abedul usados para estimular la circulación de la sangre.

RECHAZO

Me es más grato
contemplar las estrellas
que firmar una condena.
Me es más grato
escuchar la voz de las flores
murmurando: "¡Es él"
cuando cruzo el jardín,
que ver los fusiles
que matan a quienes
desean mi muerte.
Por eso no seré nunca,
nunca,
un gobernante.


Velinir KHLEBNIKOV
Antología poética Selección, traducción, presentación y estudios críticos de Javier Lentini LAIA Literatura Barcelona 1984


sábado, 18 de julio de 2009

EVGUENI EVTUSHENCO

NOCHE DE POESÍA

Rechina el sol en el gancho de la grúa
que desciende al fondo del Angará.
La Central, oscurecida está por la derecha,
sumergida en el crepúsculo por la izquierda.
Juega con el Angará lanzado,
y crea magia en el agua,
soltándola por la derecha muy oscura,
soltándola por la izquierda dorada.
Y nosotros, en feliz beatitud,
asiendo bocados de viento
sobre resoplante y saltarina motora,
volábamos hacia el mar de Bratsk.
Todo era carmesí... Sobre olas carmesíes,
saltaban tímalos carmesíes,
y apareció el mar ante nosotros,
en la cuna verde de la madre taigá.
Jugueteaba el mar con reflejos de pececillos,
de boyas y de saucedad ribereño,
y se entretenía -cual niño
con sonajero- sacudiendo nuestra motora.
A la barandilla, callados, se pegaron,
con ojos relucientes de padre,
constructores, montadores, capataces:
pues ese mar era su hijo.
Y una flaca mujer musitaba,
olvidando la compostura,
con la mejilla en la guerrera del capitán:
"¡Ay Pasha, Pasha, cuanta felicidad!"
Y él con la mano tatuada la abrazaba,
la mano libre en el timón...
"Son marido y mujer... Poetas los dos..." -
un marinerito pelirrojo me explicó.

Observé la extraña familia
de poetas.
Ya no era joven Pável,
pero, turbulento e infantil, su mechón gris
caía sobre azules ojos eseninianos.
Tampoco ella era joven...
Bajo la peineta, en la nuca,
aparecía a veces entre el tinte
una cana en su permamente.
Y la piel de sus rojas y pesadas manos,
como en las mujeres que lavan mucho,
estaba agrietada... Mas de súbito rezumaba
algo infantil y vivaracho en sus movimientos.
Y con alegre turbación en los ojos,
cual si le diera el pronto de lucirse,
mostrando la pálida luna a su marido,
suspiraba quedamente: "Ya nació..."
Atracó la motora a la orilla, y Pável
declaró autoritario:
"¡Fin de trayecto!"
Unos trajeron ramaje, otros levantaron la tienda,
otros abrieron botellas.
Oscurecía.
Tras el trenzado de estrellas y ramas,
murmuraba invisible el Angará,
La sopa cloqueaba en el perol.
Bajo el húmedo viento
inclinaba sus alas rojas la hoguera.
Y el vicaracho marinerito aquel,
Serionka,
un acordeón, botín de guerra, desplegó,
tensó la correa en el hombro, miró
muy serio,
¡y luego, guiñando el ojo, se lanzó!
Ora sacudía su rizada cabeza,
ora saltaba endiablado con un solo pie,
como seta que levantara la pinaza
en la sombría y alarmada taigá.
En la hierba, medio litro tras medio litro
despilfarrábamos, uniéndonos cada vez más,
y aunque cayeran agujas de pino en el "aromatizado",
éste con ellas sabía mucho mejor.
Me sentía ser yo mismo,
respiraba con brío y facilidad,
y había en mi pureza y libertad tanta,
que muy lejos quedaba lo demás.

Me pidieron que recitara, y de nuevo
sentí yo en mi interior:
no tengo nada fundamental,
adecuado a esas gentes y a mí.
Pasando revista a mis versos
intente, acongojado, escoger.
Elección imposible,
o mejor, imposible comparar mis versos
con esas caras, pinos y hoguera.
Y Serionka, bajo el susurro del pinar,
la sien con tristeza en el instrumento,
los dedos apuntando las teclas,
preguntome por costumbre:
"¿Un vals?"
No comprendí, y en respuesta a ello
suspiró, tocando ofendido unos acordes:
"Creí que todos los poetas sabían
recitar con música, como nuestro Pasha..."
Recité yo algo...
Después vino Pável.
Miro altivo y señudo,
se arregló la correa marinera, de ancla adornada,
se desmelenó el copete, e hizo un gesto: !¡Tango!"
Y empezó a recitar sombrío...
Por encima de todos
miraba, tambaleándose como en tormenta.
Tiraba su mano de la vieja guerrera,
y hasta ondinas salían por los descosidos.
¡Olvidadme, parientes, hijos!
¡Olvídame gruñona esposa!
¡Soy joven! Partiré al amanecer
adónde me espera la radiante ELLA.
La besaré sobre la hierba,
le trenzaré coronas de orquídeas,
y por todas partes pregonarán el amor
nuestros heraldos, los abejorros de Mayo.
No habrá nubes tristes sobre nosotros,
ni culebras ni escorpiones en nuestro camino,
pero asteres de blanco peinado
nos seguirán cual damas de honor."

Callábamos, satisfechos, impresionados,
y sonreíamos, dóciles, radiantes.
"¿Qué, pega fuerte?" -triunfante dijo
Serionka,
y respondí sinceramente: "¡Pega fuerte!"

Y la "gruñona esposa"
nada gruñía ante este ataque.
Revolvía la sopa y callaba,
sumergida en su mundo de renuncias.
Concentrada en algo que no oíamos,
contemplaba los crepitantes maderos.
Y Pável hizo un gesto: "Maia,
¿qué haces ahí sentada? Recita los tuyos..."
Y Maia, quitándose los pendientes,
junto a él tan frágil y pequeña,
entró en el círculo, tímida, ocupó el centro,
y luego, con un signo al atento Sorionka:
"Sufrimientos."
Y empezó en voz baja:
"Ay vosotros, mis ojos, mis ojos,
cual es vuestra culpa no sé.
Mis lágrimas vertieron ora el padrastro
ora el hambre, ora la guerra.

Y como si alivio sintiera
de que llorara mis tormentos,
las vertía, estropeándome el alma,
mi amado e infiel esposo.

Mis ojos, pesados son de tristeza,
no son luceros, son simplemente ojos,
y nadie me compadece,
aunque vierta lágrimas de oro..."

Ocultando, por lo visto, su envidia de creador,
el esposo refunfuñó con el cigarro en la boca:
"Un atolladero... No es cierto, por lo que a mi respecta..."
Y Maia: "De acuerdo, recitará uno con desenlace..."

En la orilla misma, de pie, estaba Maia
ante la hoguera, iluminándose a su fuego,
los ojos levantados a las estrellas,
la mano dirigida al Angará:

"Angará, mi Angarusha,
¿A dónde vas? ¡Espera!
Soy cual pálido cabo de vela
sobre tu azul.
¿Recuerdas a un joven llamado Pashka?
Partió a lejanos viajes.
Y mi trenza que olía a ti,
él antes me trenzó.
¡Cuánta arena amarilla
se metió en mis zapatos!
¡Cuantas veces nos besamos,
sin que me saciara yo!
¿Dónde estáis ahora, zapatitos de moda?
¿Dónde estás tú, trenza-céfiro?
Huyó mi juventud
como de la estacada la cabra.
¡Angará mío, Angarusha,
qué deferencias me tienes!
Sobre ti, más blanca que lana -
¡recreo de la vista!- está la niebla.
Sobre ti pinos y abetos
y los inteligentes ojos del oso.
Como pequeños soles
acuden a ti los animalitos,
y vuelan patos y patitos
y alborotan los pajarillos,
sí, mas los labios bromas y bromitas
tiempo ha no pronuncian.
¡Soy como ardillita desgraciada
con sus dientes agrietados!
¡Soy como un cedro piñonero,
pero con el fruto cascado!
Angará mío, Angarusha,
adivina mi destino.
¡No olvides que soy generosa,
pero dame la juventud!
Te atraviesa un dique
coronado por bandera roja.
Atracaré suavemente en el dique
y le diré al dique así:
"Déjame pasar, dique,
con el agua turbulenta,
pero haz que al pasar, dique,
sea joven, jovencísima.
¡Brilla, brilla, dique,
a través de montañas y bosques!
Borra, borra, dique,
todas las arruguitas del rostro..."

¡Y querías recitar "con desenlace", Maia!
Te he comprendido, Maia...
El desenlace está
en que encendiste, serenando, el alma,
aquella luz que nosotros creamos.
Y yo pensaba aún en nuestra inclinación
por la poesía... ¡Oh, cuantas almas puras
se inclinan a ella sin ser estilistas,
sin ser "una pléyade de histéricas mujeres"!
Avergüenzan los versos falsos y vacíos,
cuando en todas partes -y en hogueras como ésa-
lee versos poco menos que toda Rusia,
y casi media Rusia los escribe.
Recuerdo un taxi moscovita,
una noche,
sorbiendo el mundo con los cansados ojos,
el viejo chófer, fumando en silencio,
me recitó sus versos sin aminorar la marcha:

"Pasó la vida... Cerraron los tiovivos...
Sí, y no sé yo qué hacer.
Yo habría podido, Serguiei Esenin,
si no en los versos, en la cuerda sustituirte!"
Y escriben, escriben, aún con sílabas retorcidas,
pero fruncir el ceño con desdén sería pecado,
y si Dios nos ha concedido algo, por poco que sea,
¡tenemos que escribir por todos, por todos!
Porque de la llamada grafomanía
revienta Rusia, sufriendo y gozando,
en secreto, callada o en voz alta,
¡pero hay que expresarse, expresarse a sí mismo!
Así pensaba yo, y culminando la fiesta,
cantamos canciones de lejana antigüedad,
y muchos otros cantos diversos,
y también ¿Quieren los rusos la guerra?"
Y cual centelleo negro de la taigá,
penetrando con ojos de Roberpierre,
palideciendo y penando, el búlgaro Tsanev
nos recitó sus frenéticos versos libres:

"¿Estoy vivo?
`Naturalmente...´ -tranquiliza- Darwin.
¿Estoy vivo?
`¿No lo sé...´ -sonríe Sócrates.
¿Estoy vivo?
`Hay que vivir´-grita Maiakovski,
y me ofrece su arma
para que compruebe si estoy vivo."

En derredor zumban frenéticos los pinos,
y la lluvia sibila rociando los rincones,
nosotros, muy juntos, como en un ataque,
cantamos al son de la guitarra de Márchuk:
"Pero si alguna vez
no consigo preservarme,
sea cual fuere la nueva batalla
que sacuda el globo terráqueo,
de todos modos caeré en aquella,
en aquella lejana
guerra civil,
y los comisarios de polvorienta gorra
se inclinarán en silencio sobre mí..."

Y acudiendo a nuestra canción en persona,
ante mí, -¡por enésima vez!-
con sus polvorientas gorras estaban
los comisarios,
fijándose ineluctablemente en nosotros.
Miraban severos, inmutables,
y pude oír que la Central tronaba
con majestad consciente sobre la falsa
y absurda majestad de la pirámide.
Y cual voluntad de la propia Rusia,
que no cambia ideas por palabras,
miraban Pushkin, Tolstóy y Lenin,
y la alocada cabeza de Stenka.
En el centelleo de la Central descubrí,
Rusia, tu maternal imagen.

Encorvada bajo el látigo tantos años,
hambrienta, descalza, desnuda,
anduviste sufriendo en nombre de la luz,
y como el amor, la luz penosamente conseguiste.

Quedan aún muchos esclavos en la tierra,
no han desaparecido todos los guardianes,
pero el odio es siempre impotente, si
no es contemplativo el amor, si lucha.

No hay destino más puro y elevado
que entregar la vida sin pensar en glorias,
para que todos los hombres tengan derecho
a decir de sí mismos: "No somos esclavos."

Bratsk-Ust-Ilim-Sujanovo-Zenezh-Brastk-Moscú


E. Evtushenko
La Central Hidroeléctrica de Bratsk
(Traducción de José Mª Guell)

LEÓN FELIPE

POETA,
ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño...
una pluma de amor en el costado.

León Felipe Versos y oraciones de caminante

JAIME GIL DE BIEDMA

A UN MAESTRO VIVO

A ti, compañero y padre
reconocida presencia.

Por lo que de ti aprendimos,
por lo que olvidado queda.

Por lo que tras la palabra
breve, todavía enseñas.

Por tu tranquila alegría
y por tu digna entereza.

Por ti. Gracias. Por que en ti
conocimos nuestra fuerza.

Jaime Gil de Biedma Versos para Antonio Machado Ruedo Ibérico Paris 1962

martes, 14 de julio de 2009

CARLOS ÁLVAREZ

ELOGIO DEL PROCER

Cuando piensa en quien quiso, mas no pudo,
(sin fijarse en quien pudo, y no lo quiso)
contempla nuestro procer, cual Narciso,
su imagen con placer, y en ese escudo

su egoismo atrinchera. Y aunque dudo
que admire en quien se entrega el compromiso,
siempre se sonreirá ante el impreciso
lunar que le revele su desnudo.

Les donaron los dioses la riqueza,
sentirse superiores a las leyes
y a los demás humanos, la mirada

serena de los nobles... Con franqueza:
son quien tienen razón. Y simples bueyes
nosotros por ... (sentencia censurada.)

Carlos Álvarez Versos de un tiempo sombrío

miércoles, 8 de julio de 2009

viernes, 3 de julio de 2009

JAVIER EGEA , POETA (II)

El poeta Javier Egea

El poeta doblemente muerto

Gregorio Morán

La sociedad a los poetas los prefiere muertos. Es un asunto que viene de siglos. En vida parecen un engorro, porque no sólo hay que alimentarlos, sino que en general tienen gustos raros; en algunos casos incluso caros, lo que ya es el colmo, pero sobre todo complicados, difíciles, singulares, intratables. La galería de raros de la poesía española moderna es verdad que tiene algún tipo simpático como García Lorca, también algún humilde como Miguel Hernández, pero predominan los de carácter atrabiliario, a lo Cernuda, o literalmente insoportables como Juan Ramón, sobre el que su propia esposa, santa Zenobia Camprubí, canonizable en su laicismo, se preguntaba cómo era posible un tipo tan perverso como su marido, el gran Jiménez; genial e inaguantable.

Habrá gente a quien el asunto le parezca divertido, pero no lo es.

Los poetas, en sociedades agresivas, pobres y cainitas -la nuestra, sin ir más lejos-, son personajes a la intemperie, sometidos más que cualquiera a la lucha por la vida, porque alimentan una dificultad congénita que es la de convivir y adaptarse a un mundo que expresamente los desprecia y los rechaza. El poeta en nuestra sociedad desempeña el papel que antaño representaban los músicos de bodas y banquetes; unos intérpretes que amenizan las fiestas para complacer al público que les paga y les jalea mientras dura el espectáculo.

Y cuando acaba, a su casa, a sufrir la sordidez de la necesidad y la rutina. Alguien me dirá que siempre fue así, y quizá sea cierto, pero entonces el poeta tenía garantizada casa y comida a poco esfuerzo que hiciera por ejercer de siervo y dando por descontado el talento, porque no había tanta competencia. Pero ahora se les pide mucho a los siervos poéticos. Se les exige en primer lugar que crean, y si no, al menos que disimulen. Yo recuerdo, por ejemplo, los años finales de Ángel González, un poeta al que estimo, y me da un cierto amargor evocarle bailando el agua a los señores; porque los de hoy no se llaman Duque de Lerma o de Olivares, sino el poder, el partido en campaña, el galardón ganado a pulso de saliva. ¿Alguien tendrá algún día el valor de hacer la lista de viajes y charlitas en los Institutos Cervantes del mundo entero? Seamos un poco crueles para ser precisos, ¿acaso un notable poeta como Antonio Gamoneda, que arrastró durante décadas, prácticamente toda su vida, una pobreza de público y de gloria, no debe este tardío reconocimiento a ser de León, por más que nacido en Oviedo, y compartir patronazgo con un presidente planetario?

Hoy voy a contarles algo de la historia de Javier Egea, no sólo por poeta excepcional sino porque me peta ahora que se van a cumplir diez años de su voluntaria muerte, y después de saber que al fin acaba de ser recopilada su vertiginosa obra. Fuera de Granada, su casi permanente lugar de vida, nacimiento y fin, y exceptuando la reducida, malévola y endogámica masonería envidiosa de los poetas, Javier Egea es un imperfecto desconocido (este es el momento en el que el enterado de turno se enerva y grita que él estuvo en el recital de Lleida en 1995 y en el de Barcelona de 1996). En más de una ocasión me ha tentado preparar una galería de raros a los que casi nadie hizo maldito el caso, y a los que tras su muerte les florecieron amigos y conocidos hasta el hartazgo. En el caso de Egea y Granada casi se ha convertido en una afición de la inteligencia local. Todos admiraban mucho a Egea, y todos le consideraban un gran poeta, el mejor, bastaba declamar alguna estrofa rotunda de Troppo mare, o ponerse estupendo con unos versos del Paseo de los tristes. Pero resulta que se murió, o más exactamente se voló la cabeza con su escopeta de caza, un 29 de julio que fue jueves. Y poco antes de llegar hasta ese punto irreversible hizo algo que su postinera familia y sus encumbrados colegas del verso y la veleta no le perdonarán nunca: redactó de su puño y letra un testamento legando sus bienes -un millar y pico de libros, y otro tanto de manuscritos y papeles- a su novia más querida, al tiempo que le hacía un guiño de despedida a su amigo más veterano. De tal modo que la heredera del legado de Javier Egea, gran poeta, pasó a manos de Helena Capetillo, enfermera, quien a su vez confió todo lo referente a concesión de derechos de publicación, al amigo veterano, Pio Alcántara, cartero.

Todo el desdén y la desconfianza que abrigaba Javier Egea hacia sus colegas del gran gremio de poetas de Granada, incluida su nada poética familia, quedó patente en ese gesto. No daban crédito a lo ocurrido. Podían pasar por el suicidio a los 47 años -son cosas afines al riesgo de la angustia del creador-, podían admitir que el vate llevaba años muy distante de las preocupaciones de sus compañeros generacionales, incluso que su radicalidad de raíz -rasgo siempre a tener en cuenta en el caso de Egea- le hacía difícil de tragar después del reto que había supuesto su Raro de luna (1990), último libro publicado, apabullante combinación de exquisitez formal y hallazgos rítmicos. Se podía también entender la deriva alcohólica hasta el borde del delirio, su escaso interés por integrarse en las subvenciones que se ganaban a pulso de favores de diputaciones y premios de cajas de ahorros. Pero que se matara sin dejarles la oportunidad de manejar sus restos, sería algo que habrían de pagar la enfermera y el cartero en forma de ofensas, insidias, calumnias y procesos, hasta llegar incluso a aprobar la detención de la novia legataria por la desaparición de un par de cajas de libros del difunto.

Que el poeta más brillante de Granada desde García Lorca estuviera bajo la custodia de una enfermera y un cartero se entendió como una provocación, la última y definitiva de Javier Egea hacia las instituciones granadinas, amplias de subvenciones pero cortas de luces y de aliento. Porque Granada es ciudad de poetas, desde siempre, y algunos buenos, y los poetas muertos son un bien amortizable para los vivos, no sólo en enseñanzas sino sobre todo en prestigio.

El joven Egea había formado parte de un trío que se presentaría en sociedad, hacia 1982, como “la otra sentimentalidad”, un guiño al gran y último don Antonio Machado en su Juan de Mairena. Un grupo nada compacto formado por Luis García Montero, Álvaro Salvador y el propio Egea. Frente a lo que la gente suele creer, la historia es muy importante en la poesía. En octubre de 1982, se había producido en España la victoria absoluta del Partido Socialista, y “la otra sentimentalidad” se situaba entonces en posiciones más críticas y a su izquierda. Una de esas plumas siempre agradecidas a los jefes de la parroquia granadina, Fernando Valverde, escribiría a modo de curioso balance generacional: “Mientras García Montero y Salvador obtenían reconocimiento público, Egea prefirió convertirse en una especie de poeta maldito, alejado de cualquier academicismo”. Fíjense en la señal: “Egea prefirió convertirse en una especie de…” Con esta reflexión ya puedes hacerte cargo del Festival de Poesía de Granada. Detrás de todo mediocre -poeta o periodista- hay un vampiro.

Atento conocedor de su inminente muerte, Javier Egea intuyó lo que vendría, a la manera que lo hacen los suicidas; conscientes del lío que armarán pero seguros de que el tiempo les dará la razón, si es que hay caso. Preparó una antología de toda su obra que tituló a la manera de su adorado Góngora, Soledades, pero la voluntad de sus devotos albaceas -la enfermera y el cartero- no pudo vencer la incompetencia y el miedo del editor que la contrató. Luego advirtió que no quería “que se le utilizase”, cosa que ronda lo imposible tratándose del mundo de la pluma. Hubo incluso quienes promovieron libros y clubs en la esperanza de sumar su magra obra a la aparición de inéditos del muerto. Al fin, el jueves de la semana pasada se presentaron en Granada cuatro volúmenes con la obra completa de Javier Egea, compilados por Pio Alcántara y Juan Antonio Hernández, en edición artesana de cuatro ejemplares.

Cuatro volúmenes y cuatro ejemplares; un testimonio que trata de superar la doble muerte del poeta español más interesante, en mi opinión, del último tercio del siglo XX. Una edición en la que asoma de un modo sarcástico la pretensión del autor en el que fue probablemente su último poema: “Me desperté de nuevo entre dos sombras…”

La Vanguardia 27 de junio de 2009. "Sabatinas intempestivas"


JAVIER EGEA , POETA (I)


réquiem

He dejado mi casa
por navegar con ellos,
como a un túnel de nieve
donde apagar el fuego,
y quedo para siempre
dormido en su silencio.

He llegado a tus ojos
sin posible regreso.

¡Cuánta paz en la orilla!
¡Qué aventura tu cuerpo!

javier egea
9.8.81
(inédito)


Apuntes para todas aquellas últimas palabras de Javier Egea

Jesús Arias

El 29 de julio de 1999, a dos días de las vacaciones de verano y a pocos meses de la llegada del nuevo milenio, el poeta Javier Egea decidió descerrajarse un tiro en la cabeza. Junto a él quedaron varias carpetas muy cuidadas que contenían todos los apuntes para sus libros de poemas, sus últimos versos, sus reflexiones.

Todo eso podrá ver la luz diez años después gracias al trabajo de dos editores, José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández, que han estado todo este tiempo recopilando material y fijando los poemas. Ayer presentaron su proyecto de Javier Egea. Obras completas para el que ahora buscan financiación. El poeta granadino vuelve a vivir.

"Javier Egea estaba convencido de la ridiculez de vivir", dijo ayer José Luis Alcántara durante la presentación del proyecto. "Pero no era un poeta maldito. Un poeta que quiere publicar sus libros difícilmente puede ser un poeta maldito. ¿Era un poeta comunista? No, era un comunista que era poeta".

El proyecto en el que están trabajando Alcántara y Hernandez se llama Obra en construcción y busca también publicar la antología que el propio Javier Egea realizó de su obra llamada Soledades.

Alcántara, a quien Egea solía escribirle su epistolario y enviarle sus poemas, y Hernández estuvieron trabajando en la recopilación del material de archivo durante diez años. De hecho, según reveló ayer, Alcántara pasó siete años transcribiendo a ordenador todo el material que tenía en sus manos.

Finalmente, los dos editores tuvieron completadas 2.300 páginas, que decidieron repartir en cuatro tomos. Además de la poesía y la prosa de Egea se añaden también páginas de notas filológicas para poner las obras en su contexto y sus circunstancias. Las notas dan cuenta de las copias autógrafas de los poemas y sus variantes, índices completos y una bibliografía de cincuenta páginas.

La obra poética de Javier Egea se publica en los dos primeros tomos, de más de 500 páginas cada uno, que están denominados como Tomo I: Libros y Tomo 2:Poesía suelta e inédita. El primero recoge todas las obras que Javier Egea editó en vida, un total de siete libros, con todos los poemas libres ya de erratas o errores de anteriores ediciones. El segundo tomo recopila, por orden cronológico, aquellos poemas que fueron publicados en revistas y muchos que eran casi o totalmente desconocidos. El segundo tomo cuenta con 300 páginas de poemas inéditos, proyectos de libros abandonados y anotaciones aclaratorias de la procedencia de cada uno.

La prosa de Egea se publica en los tomos tercero y cuarto. El tercero está dedicado a obra varia, como artículos en revistas literarias, prosa narrativa, anotaciones, entrevistas y declaraciones y el epistolario. Según los editores, se han incluido numerosos textos inéditos y una mínima selección de un epistolario mucho más extenso. "Por su contenido", señalaron Alcántara y Hernández en un comunicado, "amplía y modifica el conocimiento actuial, con nuevos matices, de la figura y la obra poética de Javier Egea frente a la simplificación, amparada en la utilización de términos del tipo 'marginal' o 'raro' entre otros, a la que se acogen diversos comentaristas".

El último tomo está dedicado a la totalidad de los diarios escritos por Javier Egea entre los años 1985 y 1997 y que, a juicio de los editores, son un elemento fundamental para conocer y entender ciertos aspectos de la vida personal del poeta y de la vida literaria y cultural de Granada en esos años.

En los cuatro tomos hay, además, páginas en formato facsímil con textos autógrafos, ilustraciones y dibujos inéditos de Javier Egea. Además de los libros hay también un CD-ROM con una recopilación de adaptaciones musicales de algunos poemas de Javier Egea y el recitado del propio poeta, con fondo musical, de cuatro poemas que fueron grabados en el año 1973 en Barcelona.

Los editores quieren incluir firmas de autores importantes en los prólogos de cada uno de los tomos, así como recopilar todo el material adicional necesario para completar el CD-ROM, de manera que salga a la luz absolutamente todo lo que dejó escrito Javier Egea antes de morir.

http://www.granadahoy.com/article/ocio/451423/apuntes/para/todas/aquellas/ultimas/palabras/javier/egea.html