sábado, 31 de octubre de 2009

MANIFIESTO



Anselme BELLEGARRIGUE
MANIFIESTO
Ediciones Síntesis Barcelona 1977


PETETE

El libro más famoso de Argentina que
nunca existió sale a la venta

Se trata de "El libro gordo de Petete", una publicación que forma parte de la memoria colectiva de cuatro generaciones de argentinos, aunque nunca existió.

www.minutouno.com/.../117976

martes, 27 de octubre de 2009

CRISIS



Primero fue la rueda modesta de las cosas:
un huevo por un pan, diez panes por un cántaro.
Luego se coronó una cosa entre todas:
el oro, con su esposa lunar, la plata triste.
Y el giro se hizo largo y potente: de lejos
llegaban caravanas hasta algún hombrecito
mágico, que en sus cuevas lo transmutaba todo.

Pero con alegría se asuzó más el baile;
palabras, juramentos, cartas, declaraciones
como de amor, valieron por los lejanos bienes:
sin ver, se recibían, se cambiaban los campos.

Creyó el hombre en el hombre, y reinó la confianza;
se vendió el porvenir, en fe multiplicado.
Al llegar el verano madurando los trigos
ya estaba bien gastado su valor varias veces:
a cuenta de las mieses que vendrían, ya habían
surgido casas; telas adornaban más cuerpos;
cunas mecían nuevos niños para esa harina.

Y al pararse, esa magia, esa embriagada ronda
era verdad: por leves papelitos firmados,
las cosas engendraban más cosas con el hombre:
por la palabra, el mundo se volvía infinito.

José María VALVERDE, La conquista de este mundo, 1960

ELEGÍA



juan carlos RODRÍGUEZ ALTHUSSER BLOW-UP
[las líneas maestras de un pensamiento disitnto]
i&cile granada 2002



Y un texto sobre L. Althusser, leído en su entierro por E. Balibar:

SI SE ME PERMITE, quisiera agregar unas palabras que serán menos públicas. Pues, en lo esencial hace ya diez años que ocurrieron los hechos que acabo de recordar. Y acaso sea indecente hablar de los diez años, pero más indecente aún sería callar [...]Althusser destruyó. Althusser se destruyó. Es cierto e irremediable, pero no lo es todo. También vivió para sí mismo y para otros, perseveró en su ser. Abandonado por casi todos, encontró [nuevos y] viejos amigos, que provenían de muy cerca o del otro lado del mundo. A algunos les regaló ideas. Althusser sufrió abominablemente. Pero si soportó durante tanto tiempo el sufrimiento y si a veces hasta logró liberarse de él, se lo debe a algunas personas, muy escasas, que no aceptarían ser nombradas aquí y que lo ayudaron día tras día. Me parece que nosotros, que amamos a Althusser [...]debemos hoy un pensamiento de admiración y de reconocimiento a esos pocos amigos de nuestro amigo. No es necesario decir que no son esos que se han glorificado urbi et orbe.

BALIBAR, Etienne, Escritos por Althusser, Eds. Nueva Visión, 2004, pág. 100

sábado, 24 de octubre de 2009

DESAGRAVIO


DESAGRAVIO A FEDERICO

En un poema (por otra parte más bien malo) acabo de leer, y me ha impresionado,
que no se grabó tu voz, de la que tanto hablan los que te conocieron
que no se grabó tu voz, y que esos nuevos viejos,
esos hombres de más de sesenta años que empiezan ahora a extinguirse en masa,
y que fueron tus maravillados coetáneos,
están, al morirse, llevándose consigo, borrando de la tierra la última memoria de tu voz.
Dentro de poco tiempo (digamos otros treinta años),
no quedará nadie en el planeta
que pueda recordar cómo tú hablabas,
cantabas,
reías,
presumiblemente llorabas.
Tu voz será olvidada para siempre.

Así también serás todo tú olvidado
dentro de trescientos,
tres mil,
o treinta mil años.
Quizás se olvide hasta la idea misma de la poesia,
eso de que eras dueño,
y que por una parte mira a las palabras
y por la otra al alma.
Hay pues que apresurarse
a hacerte el desagravio,
fresca todavía la muerte.

Porque después de un deslumbramiento adolescente,
en que te pasábamos de mano en mano, hecho tan sólo un nombre como Sócrates o Leonardo
(los otros eran Machado, Unamuno, Martí, Neruda, Alberti.
Sólo Juan Ramón y tú
eran Juan Ramón y Federico);
después de entonces,
llegaron los otros
y vinieron los días de negarte.
Qué injusticia, Federico,
qué injusticia -quizá imprescindible: los vivos se nutren de los muertos,
pero no lo proclaman.

Ahora es necesario que te rindan homenaje
no sólo los discurseros
y los que te hacen biografías y estudios,
sino los negros magníficos que amaste y que desafían a perros y a blancos,
las diez mil prostitutas que prometen desfilar por Santiago de Chile,
los pobres muchachos equívocos, las salamandras de cinco patas, arrojados del mundo,
los sobrantes, los estupefactos.
Y los poetas.
Ahora que vamos a tener la edad
que es la tuya para siempre,
es un acto de justicia
tan fatal, tan necesaria como la otra injusticia,
decir que teníamos razón entonces, a la salida apenas de la niñez,
cuando Federico era un nombre electrizado,
una llama que se intercambia en las tinieblas,
un tesoro, un amigo inolvidable arrebatado en la noche en que empezó el invierno.

Sabías más, eras mejor, y el candor o la inocencia
o la avidez o el desamparo
te descubrían para crecer.

Mi raro, mi sobrecogedor hermano mayor,
antes de que desaparezcas para siempre,
con los tobillos rotos, complicados instrumentos músicos al cuello,
los ojos arrasados en lágrimas,
el pecho y la cabeza agujereados,
antes de que desaparezcamos para siempre,
voy a abrazarte, más bien emocionado,
en este viento que nos enseñaste a nombrar
con palabras que te ibas sacando del bolsillo,
y eso que para entonces ya estabas muerto, muerto,
y no eras sino páginas, y ya habían empezado a perderse
las palabras de carne y hueso que hicieron estremecer al mundo
hasta ese agosto de 1936, hace ahora treinta años.
Porque todo,
porque así se terminan los poetas.
La Habana, agosto de 1966

Roberto FERNÁNDEZ RETAMAR (Algo semejnte a los montruos antediluvianos, 1970)

Y un mensaje en una botella


PIERRE, LE MAQUIS


Yo llegué a Aix en Provence por la mañana
de un día oscuro de setiembre,
cuando las hojas secas de los plátanos,
revueltas por el viento, golpetean
con furia el parabrisas, ya manchado
por el barrillo de los camiones
que cruzan la Camargue, en la hora incierta
que media entre dos luces. Un café,
agua en el rostro y consultar el plano:
rue de la Republique, rue de la Gare,
Place de Saint Paul, aquí, pequeña calle,
serán pocos minutos. Oui, Monsieur,
y la búsqueda fácil, con la carta
y el paquete que envuelve la botella
de Fundador Domecq
hasta un segundo piso. La señora,
metida en una bata casi china,
me contempla, me escucha. Pierre no está,
no vive aquí, se fue, no sabe a dónde,
quizás en el bar, allí tenía amigos
y alguno lo sabrá. Las escaleras
y el golpe de la puerta a mis espaldas.
Nada en el bar, tampoco
los hombres que jugaban cada día
la partida con él, saben decirme
cómo encontrar a Pedro, dónde vive;
tan sólo entiendo que hace más de un año
empezó a beber fuerte,
que hablaba más que nunca de la guerra,
que se reía solo y maldecía
jurando en castellano,
y que le detuvieron
un Catorce de Juillet, cuando orinaba
las flores y coronas
del Monumento de la Resistencia.
Pedro Antón, Pierre, escucha,
no sé si aún estás vivo,
pero si un día lees o te cuentan
lo que ahora escribo aquí, quiero que sepas,
que, de regreso ya hacia La Junquera,
en un bistrot increible, entre gitanos,
que hablaban catalán , cerca de Sète,
yo acabé vaciando la botella
que para ti me dieron en Tortosa.
Fue a tu salud, lo juro. Aquella carta
creo que la he perdido.
José Agustín GOYTISOLO (Algo sucede, 1968)

UN CARTERO

Vincent van Goth Retrato del cartero Joseph Roulin

EL CARTERO HA TRAÍDO EL BANCKOK POST

el Tailandia Travel

una carta sellada

la muerte de un ser querido

para la muchacha de mi American Breakfast

cada mañana

aunque he pedido mi carta

no estaba

o me la han dado compasivos

con el extranjero que espera vida o muerte

ignorado en un rincón de Asia

el cartero nunca llama dos veces

viaja en una Yamaha

y sonríe en la ignorancia

de que la distancia

permite a la memoria cumplir nuestros deseos

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

del libro “Pero el viajero que huye (1981-1990)”,

en Memoria y deseo. Obra poética (1963-1990),

Barcelona: Grijalbo-Mondadori, 1996, pág. 333

Gracias Juan y gracias Rocío

viernes, 23 de octubre de 2009

UNA CARTA

Carta de Arthur RIMBAUD a Ernest Delahaye
Vida y hechos de ARTHUR RIMBAUD, Nº 44 de POESÍA Revista ilustrada de información poética Madrid 2002

[Stuttgart, 5 de marzo] 1875

Verlaine llegó aquí el otro día, con un rosario en las garras... Tres horas después habíamos renegado de su dios y hecho sangrar las 98 llagas de N. S. Se quedó dos días y medio y estuvo muy razonable y, bajo mi amonestación, se volvió a París, para, después, marcharse a acabar de estudiar allá en la isla.

Sólo me queda una semana de Wagner y lamento este dinero que paga odio, todo este tiempo mandado al carajo. El 15 tendré Ein freuslinches Zimmer [una simpática habitación] en cualquier parte, y fustigo la lengua con frenesí, de modo que habré acabado en dos meses como mucho.

Todo es bastante inferior aquí, excepto una cosa: Riesling, donde bacío un baso fente a los tipos que le han fisto nader, a tu salud imperbeduosa. Solea y hiela, es cargante.

(Después del 15, lista de correos de Stuttgart)

Tuyo.
A. R.

St. RIMBAUD 1973 // Another Patti Smith drawing

UNA NOCHE EN LA ÓPERA

Rai FERRER (Onomatopeya) DURRUTI Espejo de España PLANETA Barcelona 1985

BOMBA EN LA ÓPERA


Toma descote, la platea brilla;
brilla o bulle, es igual, gira y contempla
el do de pecho que en la glotis grande
-escenario y telón-, retiembla,
rebota en las paredes, sube en aguas
y anega a todos, a los felicísimos
que piensan mientras tragan, tragan, tragan,
que un bel morir tutta una vita onora.
Agua o música, o no: puro perfume,
y el perfume no ahoga.
Sobreviven, conversan, abanican.
La mano muerta mueve las barillas,
el nácar decorado. "Oh, conde, estalle,
rompa ese peto de su camisola
y no me mire así. Tiemblan mis pechos
como globos de luz..." Petróleo hermoso
o gas hermoso,o, ya, electrificados,
globos de luz modernos en la noche.
Noche de ópera azul, o amarillenta,
mientras los caballeros enfrascados
en la dulce emoción de las danseuses
mienten a las condesas sus amores
languidamente verdes en la sombra.
Tarde, ¡qué tarde! Ya los terciopelos,
todo granate, sofocados ciñen
esculturales torsos desteñidos,
mientras el escenario ha congregado
a la carne mortal, veraz que canta.
Todos suspensos en la tiple. ¡Cómo!
¿Es la voz? ¡Es la bomba! ¿Qué se escucha?
Oh, qué dulce petardo allí ha estallado.
Rotos muñecos en los antepalcos.
Carnes mentidas cuelgan en barandas.
Y una cabeza rueda allá en el foso
con espantados ojos. ¡Luces, luces!
Gritos de los muñecos que vacían
su serrín doloroso. ¡Luces, luces!
La gran araña viva se ha apagado.
Algo imita la sangre. Roja corre
por entre pies de trapo. Y una dama
muerta, aún más muerta, con su brazo alzado
acusa. ¿A quién? La música aún se escucha.
Sigue sonando sola. Nadie la oye,
y un inmenso ataúd boga en lo oscuro.
Vicente ALEIXANDRE

jueves, 22 de octubre de 2009

(RE)lectura de PAVESE, otra


GENTE SPAESATA


TROPPO mare. Ne abbiamo veduto abbastanza di mare.

Alla sera, che l’acqua si stende slavata

e sfumata nel nulla, l’amico la fissa

e io fisso l’amico e non parla nessuno.

Nottetempo finiamo a rinchiuderci in fondo a una tampa,

isolati nel fumo, e beviamo. L’amico ha i suoi sogni

(sono un poco monotoni i sogni allo scroscio del mare)

dove l’acqua non è che lo specchio, tra un’isola e l’altra,

di colline, screziate di fiori selvaggi e cascate.

Il sou vino è cosí. Si contempla, guardando il bicchiere,

a innalzare colline di verde sul piano del mare.

Le colline mi vanno; e lo lascio parlare del mare

perché è un’acqua ben chiara, che mostra persino le pietre.

Vedo solo colline e mi riempiono il cielo e la terra

con le linee sicure dei fianchi, lontane o vicine.

Solamente, le mie sono scabre, e sériate di vigne

faticose sul suolo bruciato. L’amico le acetta

e le vuole vestire di fiori e di fruti selvaggi

per scoprirvi, ridendo, regazze piú nude dei fruti.

Non occorre: ai miei sogni piú scabri non manca un sorriso.

Se domani sul presto saremo in cammino

verso quelle colline, potremo encontrar per le vigne

qualche scura ragazza, annerita di sole,

e, attaccando discorso, mangiarle un po’ d’uva.

HOMBRES DESARRAGAIDOS

DEMASIADO mar. Ya hemos visto bastante el mar.

Por la tarde, cuando el agua se extiende, incolora

y difusa en la nada, el amigo la observa

y yo observo al amigo, y mientras no habla nadie.

Ya en la noche, acabamos en el rincón de una taberna,

aislados entre el humo, y bebemos. Mi amigo tiene sueños

(son un poco monótonos los sueños junto al rumor del mar)

donde el agua es tan sólo el espejo, entre una isla y otra,

de colinas, salpicadas por cascadas y flores salvajes.

Su vino es así. Se contempla en el vaso,

alzando verdes colinas sobre el llano del mar.

Me agradan las colinas; y dejo que me hable del mar

porque su agua es tan clara que muestra hasta las piedras.

Sólo veo colinas y me llenan la tierra y el cielo

con las líneas seguras de sus perfiles, cercanas o distantes.

Tan sólo que las mías son abruptas, con estrías de viñas

fatigando el suelo abrasado. El amigo las acepta

y las quiere vestir de flores y frutas salvajes

para descubrir, riendo, muchachas más desnudas que los frutos.

No es necesario: a mis ásperos sueños les sobra una sonrisa.

Si mañana temprano nos ponemos en camino

hacia aquellas colinas, podremos hallar en las viñas

a una muchacha bruna, tostada por el sol,

y, comenzando a hablar, comerle un poco de uva.

CESARE PAVESE, del libro Laborare Stanca

(en Antología poética, Barcelona: Plaza&Janes, 1971, pp. 20-23

Versión de José Agustín Goytisolo)

K.

BARDOS


ODA A LOS NUEVOS BARDOS

Mucho les importa la poesía.
Hablan constantemente de la poesía,
y se prueban metáforas como putas sostenes
ante el oval espejo de las oes pulidas
que la admiración abre en las bocas afines.

Aman la intimidad, sus interioridades
les producen orgasmos repentinos:
entreabren las sedas de su escote,
desatan cintas, desanudan lazos,
y misteriosamente,
con señas enigmáticas que el azar mitifica,
llaman a sus adeptos:
- Mira, mira...

Detrás de las cortinas,
en el lujo en penumbra de los viejos salones
que los brocados doran con resplandor oscuro,
sus adiposidades brillan palídamente
un instante glorioso.
Eso les basta.

Otras tardes de otoño reconstruyen
el esplendor de un tiempo desahuciado
por deudas impagables, perdido en la ruleta
de un lejano Casino junto a un lago
por el que se deslizan cisnes, cisnes
cuyo perfil
- anotan sonrientes-

susurra, intermitente, eses silenes:
casi exhalada
- puesto que surgida
de la aterida pulcritud del ala-
en su S. O. S. que resbala
y que un peligro inadvertido evoca.
¡Y el cisne-cero-cisne que equivoca
el agua antes tranquila y ya alarmada,
era tan sólo nada-cisne-nada!

Pesados terciopelos sus éxtasis sofocan.

Ángel GONZÁLEZ

JAVIER EGEA///FRAGMENTO DE UNA BIOGRAFÍA

CHUMY CHUMEZ. UNA BIOGRAFÍA.
Editorial Fundamentos Madrid 1973

... ajeno a este naufragio que se crece en la orilla
en cabos,
jarcias,
mástiles,,
jirones de velámenes,
armaduras y redes
que simulan encaje en la escollera,
duelas con algas,
pequeñas almadías despobladas
sobre la espalda azul del exterminio...
Javier Egea Troppo mare

DIA JUEVES Y AGUACERO

CÉSAR VALLEJO

PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos ...

CÉSAR VALLEJO

lunes, 19 de octubre de 2009

LA BIBLIOTECA...

... DE BABEL

El universo, (que otros llaman la Biblioteca), se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable: veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas a la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera final, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita ( si lo fuera realmente, a qué esa duplicación irrisoria); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... la luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.
Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y se disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: la Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.
A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.
El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo corolario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgios malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.
El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letra MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice "Oh tiempo tus pirámides". Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay lenguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.
Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.
Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas con ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidos letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.
Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, o personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.
También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosimil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y palabras de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldañós que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.
A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.
Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se daba la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los "tesoros" que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero, (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.
También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha reorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea , hace miles de años!- lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.
Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan, lo sé, de "la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una debilidad que delira". Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula "Trueno peinado", y otro "El calambre de yeso" y otro "Axaxaxas mlo". Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex-hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexágonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).
La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.
Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: la Biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.
Jorge Luis BORGES

jueves, 15 de octubre de 2009

ORACIÓ

ADVERSATIVA

Li agrada l'acció però no fa res. Té interessos però no s'en ocupa. Va al llenguatge però no parla. Palpa un poder que no mou. Demana passió quan no sap patir-la. Viu a un ritme molt fort, aixó sí, però és que al ritme no li cau veu cantant.

Enric CASSASES Gramática


TESTAMENTO

TESTAMENTO

Te dejo mi cadáver, reportero.
El día que me lleven a enterrar,
fumarás a mi costa un buen veguero,
te darás en la Rumba un buen yantar.

Y después de cenar con mi fiambre,
adobado en retórica sutil,
humeando el puro, satisfecha el hambre,
me injuriará tu dicharacho vil.

Y al dejar la colilla con el chato,
a medio consumir, sobre el mantel,
dirás, gustando del bicarbonato,
"¡Que no la diñe ahora don Miguel!"

Para ti mi cadáver, reportero,
mis anécdotas, ¡todas para ti!
Le sacas a mi entierro más dinero
que en mi vida mortal yo nunca vi.
Caballeros, salud y buena suerte.
Da sus últimas luces mi candil.
Ha colgado la mano de la muerte
papeles en mi torre de marfil.
Le dejo al tabernero de la esquina,
para adornar su puerta, mi laurel.
Mis palmas, al balcón de una vecina,
y a una máscara loca, el oropel.
Don Ramón del VALLE-INCLÁN

miércoles, 14 de octubre de 2009

ENRIQUE SIERRA VALENZUELA


A UN VATE HUERO

Conozco yo un ratón de biblioteca,
presunto monaguillo del Parnaso,
émulo del Petrarca y Garcilaso,
más digno que del estro de una rueca.

Y que teniendo la mollera seca,
el seso huero y el sentido raso,
creyendo cuando menos ser un Tasso,
poeta se apellida con voz huera.

Mirado como hombre es, en resumen,
un ridículo tipo de sainete,
chisgarabís sin seso ni cacumen.

Y visto como vate es tan zoquete
que una vez ensayó su huero numen
y en lugar de un soneto hizo un sonete.
Enrique SIERRA VALENZUELA (s.XIX)

JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA



LETRILLA SATÍRICA: PRÉSTAME, FABIO, ATENCIÓN...

Préstame, Fabio, atención
para oír esta letrilla.
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

¿Admiraste del marido
que sin renta y holgazán
sale al Prado tan galán,
como un Adonis lucido?
Pues mira, esto ha conseguido
por ser manso de la villa,
o en buen romance, cabrón;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

¿Preguntas que por qué exceso
en el más triste lugar
a los frailes han de dar
pan, vino, tocino y queso?
Pues créete que por eso
nos llaman con campanilla
en la cuaresma a sermon;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

¿Espántaste de la maja
que, cuando sale a paseo,
con sus galas y meneo
a la más chusca aventaja?
Pues mira, tanto trabaja,
que por trabajar se humilla
bajo de cualquier varón;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

¿Pregúntasme que en qué penda
que otros con poco estudiar
se atrevan hoy a sacar
de la corte una prebenda?
Pues mira, aunque no se venda,
o ya por faldas se pilla,
o ya por mucho doblón;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

¿Lastímate el ver tomando
a don Martín las unciones,
que quiebra los corazones
verle amarillo y babeando?
Pues mira, para eso holgando
con su amiga Mariquilla
gozó harto tiempo el bribón;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

¿Admíraste del letrado
que a Juan, sin tener derecho,
se lo hizo tener, y de hecho
se ha en su favor sentenciado?
Pues sábete que ha logrado
una lucida vajilla,
y ainda mais un talegón;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.

Dices, por fin, que ¡cuán bruto
es el que se pone a hacer
versos sin echar de ver
que no aguarda premio o fruto!
Pues mira, yo lo reputo
por la más quieta, sencilla
y racional diversión;
porque no se da morcilla
a quien no mata lechón.
José IGLESIAS DE LA CASA (S. XVIII)

CAMINO

VERSOS, ENLLÀ DEL CAMÍ

D'un vell color de plata
jo voldria que fossin
els meus versos: d'un noble,
antic color de plata.

Davant la mort, que porta
secrets senyals del rostre
que jo veig en mirar-me,
cerco amb ells extingides
veus del mar, pas de núvol,
les distants primaveres.

Trist i lliure, camino,
davant la mort que em mira,
a la llum, per la plata
antiga dels meus versos.
Salvador ESPRIU (Mrs. Death, 1952)

lunes, 12 de octubre de 2009

JAVIER EGEA: EL VIAJERO

... Quizás alguna tarde,
en alta mar tu sueño y las primeras algas,
como un octubre nuevo,
florecerá en las gavias
una bandera roja, Miguel, que nos reclama.
Javier EGEA Troppo mare

LAS FRUTAS DE LA IRA

BENDITA SEA LA IRA

Bendita sea la ira
la pálida ira silenciosa
que tiembla igual que un arco demasiado tenso
o la ira colérica
que grita con voz resonante
y la oscura ira abismal
que retumba en la campana de alarma de la tormenta

Bendita sea la ira
que con su guadaña de luz
despierta al indiferente
y con su fuego
oscurece la sonrisa del tramposo -
la ira que desenmascara
al ostentosamente dadivoso
y al que acepta con avidez

Maldita sea la ira
que habla con la lengua del odio
sólo para extender más odio
Huye de esta ira engañosa
como si de una serpiente venenosa huyeras

Pero no huyas de la ira
que embriaga de furor
tropieza con sus palabras
préstale
la oreja redonda de la paciencia
Y tu propia ira contenida
que se retuerce como un sacacorchos
en tu corazón
o susurra como una abeja encerrada en tu mano:
libérala
reparte contigo mismo
las frutas de tu ira

Bendita sea la ira
que con su discurso brillante
agudiza y se yergue
haciendo huir a la maldad
al igual que las sombras huyen de la luz -
Bendita sea la ira que lucha
por más vida en la vida
más amor en el amor
más justicia en la justicia
María WINE
(Versión de Jorge Justo Padrón)

viernes, 9 de octubre de 2009

JAVIER EGEA: TANTO MAR...

... Y DE GOLPE


Francisco Javier Egea: Trabajo publicado en la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" Madrid, Abril, 1983-nº 394

NO

"No es de mayo este aire impuro"
Pier Paolo Pasolini

jueves, 8 de octubre de 2009

JAVIER EGEA: TROPPO MARE

"PROVINCIA". COLECCIÓN DE POESÍA. LEÓN 1984

[PREGUNTA.- Y supuso también el reconocimiento público del mundo literario nacional a tu obra con el premio que te dieron en León. Háblanos un poco de todo esto.

RESPUESTA (JE).- Sí, yo tuve la gran fortuna de encontrar en Granada a un personaje para mí fundamental, a un crítico literario fundamental como es Juan Carlos Rodríguez. Su primer tomo de la Teoría e Historia de la producción ideológica, que recuerdo que fue uno de los libros que yo me llevé a La Isleta del Moro, me produjo un gran choque porque en lo que en mí solamente era intuición hasta esos momentos, pero que no sabía explicar porque no tenía argumentos teóricos para ello me los encontré allí. Entonces, esto que todavía estaba balbuceante en mi poesía y en mi concepción de la literatura se quedó muy claro. Yo recuerdo que la torre ideológica se cayó completamente, se derrumbó, se desplomó y, si hasta me apuras, tuve que tumbarme en la cama, recuerdo, en la fonda, tuve que tumbarme en la cama porque decía “cómo es posible esto, ha llegado por fin el momento en que creo que sé y lo que estoy haciendo y por qué lo hago así y no de otra manera”. Entonces, yo seguí trabajando desde esa óptica explicada y demostrada por Juan Carlos Rodríguez y empezaron a aparecer los poemas del libro Troppo mare.]

(Extraído de entrevista en TV por Eduardo Castro, años 80, a Javier Egea.)


Dedicatoria

Estos pequeños versos/ cuestan caros...
Pablo del Águila


UN ITINERARIO (OTRO)


Pablo del ÁGUILA Poesía Reunida (1964-1968)
SILENE Granada 1989

Nihil humanum a me alienum puto

Luego de haber dejado las lecturas de Hammett, Brecht, Josef Macek y otros,
me decido a vivir mi muerte cotidiana:
cuántas caras conservo en mi cartera junto a datos ha ya tiempo perdidos u olvidados.
Hago de tripas corazón y de todos mis miedos corazón
para, briosamente, relegar mis temores a la noche inmediata:
por las noches me vienen todas las caras juntas (y en cuanto a las ciudades, sólo algunas)
me vienen, pues son los avatares todos de una vida imposible,
de las posibles muertes que mañana, si acaso, serán ya letra impresa.

Seremos subjetivos hasta el último fin de nuestro origen,
hasta el primer final del destino no acabado:
y de resultas de este subjetivismo que nos los marca todo
(el amor, la tristeza
y hasta las limpias vueltas de todas nuestras prendas
interiores, camisas, calzoncillos, pañuelos...)
Como resultas digo de tantas cosas como, en fin, presiento
me vienen a la boca no sé cuántas palabras
y no sé cuántas manos de otros hombres que saben del dolor.

He salido a la calle
buscando algún café y algún otro lugar donde hubiese tabaco
y he recorrido las calles ya de vuelta
y aquí me he situado frente a un perenne flexo
y una perenne fuga entre mis dedos:
y mientras oigo cómo canta Joan Baez
"oh what a beautiful city"
trato de hacer memoria de todo lo vivido y olvidarme de todo lo vivido,
y ponerme a vivir según las costumbres nos exigen:
"verdaderamente vivo en tiempos sombríos"
y cómo remediarlo que es lo grave!

Y entonces reflexiono acerca de estas ansias homicidas
que desde hace algún tiempo me persiguen
para quedarme luego sin saber qué decir o sabiendo qué hacer pero no cómo,
intentando encontrar algún camino, dar salida a la rabia
y poner a sabiendas mi granito de arena frente a tanta miseria,
frente a tan muchas muertes como el orden que vivo nos depara.

Pensando en todo esto me acuerdo de las flores:
no deja de ser triste ver los campos baldiós,
o ver que sólo es humo la belleza de hogaño,
o reparar más tarde en que ya no es posible encerrarse en sí mismo
o en hacerles el juego, señores que no observan:
se percibe en ustedes un cierto olor a crimen,
un cierto colorcillo de verdugos y un como extraño amor a la injusticia
que me hace señores y señoras odiarlos sin remedio.
He dormido unas horas
y mientras me levanto tomo el firme propósito
de ser tan imposible como pueda en tanto que vosotros seáis posibles.

Después, durante un tiempo, me ocupo de mis cosas: hice lo que habitúo:
pensar en el mañana, leer algunos libros,
fumar de madrugada, por las tardes fumar
hablando mientras tanto de que seremos libres,
de que no volveremos nunca a ser esclavos,
de que es mejor morirse que embriagarse con sangre de los otros.

Me decido a acabar lo no empezado
y hubiera yo querido
tener sobre mis manos un pan que fuese eterno
y también, cómo no, enseñar a vivir a vuestros hijos,
decirles que sus brazos son mis brazos
y, muy posiblemente, los brazos de sus hijos.
Vuelvo luego a mirar lo que nos queda y recuerdo mi vida en los objetos,
en viejas cosas idas que un día me fueron dadas.

En momentos como éste, una antigua tristeza amarillea por las puertas de las casas vecinas
y se olvidan palabras que dijimos.
Después me quedo solo,
releo otra vez las crónicas diarias,
y ante tanta injusticia y tan patente
me decido a acostarme, compañeros humanos,
y procuro
fijaros largamente en la tibia retina de los ojos
y en la memoria ajena de todo mi existir junto a vosotros.
Pablo del ÁGUILA

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/36/FTIGRANADA.jpg

Pablo del Águila nació en Granada el 2 de Diciembre de 1946. Cursó sus primeros estudios en los Salesianos de su ciudad natal, y el bachillerato en el colegio de San Estanislao de Miraflores del Palo (Málaga). En 1964 comenzó sus estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Se traslada a Madrid en 1966 con el objetivo de seguir la especialidad de Filosofía Pura. Durante su estancia en la capital reside en el Colegio Mayor San Juan Evangelista. Transcurrido un año, regresa a Granada. Su facilidad para los idiomas le lleva a conocer el árabe, inglés, italiano y francés, además del latín, lo que le permite colmar su avidez de lector infatigable con obras aún no traducidas en España. Su fino humor, entre irónico y generoso, no disimula su profunda angustia existencial. Portador de una solidaria inquietud social, nada humano le es ajeno. En la cima de su implacable lucidez, muere en Granada el 23 de Diciembre de 1968.

JAVIER EGEA: CANCION DE ANIVERSARIO



EL ESTRAGO

(II)

Será que tuve suerte de no quedarme solo
o recluido entonces en los patios aquellos,
los pasillos aquellos,
los vaivenes aquellos.

Será que aquella Isleta
me fue poniendo al día los ojos interiores,
clavó en mi rostro su aguijón marino,
apuñaló la herrumbre de mi vientre
y fue sacando al sol
trapos sucios, camino, sangre seca, basura,
borbotones de miedo y otra piezas que alzaban
aquella casa vieja, aquel campo en ruinas,
aquel bosque de troncos carcomidos.

¿Quién hubiese pensado que en medio del desierto
floreciera la curva desnuda, lujuriosa,
el pregón ascendido,
la cadera y la voz del horizonte?

Será que tuve suerte de no quedarme solo
o de saberme solo pero a veces vecino,
a veces compañero
y siempre camarada.

Lenin era testigo de aquella barahúnda,
del zafarrancho que invadió mis ojos.
Javier EGEA Troppo mare