lunes, 31 de enero de 2011

1952

... Un silencio con hedores reposa
FEDERICO GARCÍA LORCA

Como un eco caliente
nacimos los más jóvenes
pero aún no se había terminado la guerra.
Nacimos entre flechas y yugos y sotanas y brazos extendidos,
cuando la piel de toro todavía sangraba,
todavía en canal abierto el toro.

Y sangraba la Historia:
la cultura arrancada de raíz de la tierra
puesta al fuego en las plazas
y en su lugar Pemán y el catecismo
y la vergüenza en las estanterías.

Difícil encontrar algún poeta que no estuviera muerto,
subterráneo
o más allá del mar.

Era y es el silencio que impone el vencedor,
la cárcel que mantiene
desde su fortaleza.

Era y es la injusticia.

No termina la guerra donde empieza el terror,
donde sudan las puertas de las casas
esperando tres golpes que las llame en la noche
y la tapia esperando,
la cuneta esperando,
y las caras hambrientas de los que no te volverán a ver.

No termina la guerra donde siguen
las listas negras, los archivos negros,
la justicia temblando en un rincón del sótano,
la libertad sangrando en el barranco
y aquí no canta nadie porque no quiere ése
que preside el silencio desde cualquier despacho.

Todavía en canal abierto el toro.

Como si fueran pocos los muertos que se fueron,
como si fueran muchos los vivos que quedaron.

Francisco Javier EGEA 1975

jueves, 27 de enero de 2011

Tocar fusta



NOCTURN PER A ACORDIÓ

A Josep Aragay

Heus aquí: jo he guardat fusta al moll.
(Vosaltres no sabeu
què és
guardar fusta al moll:
però jo he vist la pluja
a barrals
sobre els bots,
i dessota els taulons arraulir-se el preu fet de l'angoixa;
sota els flandes
i els melis,
sota els cedres sagrats.

Quan els mossos d'esquadra espiaven la nit
i la volta del cel era una foradada
sense llums als vagons:
i he fet un foc d'estelles dins la gola del llop.

Vosaltres no sabeu
què és
guardar fusta al moll:
però totes les mans de tots els trinxeraires
com una farandola
feien un jurament al redós del meu foc.
I era com un miracle
que estirava les mans que eren balbes.

I en la boira es perdia el trepig.

Vosaltres no sabeu
què és
guardar fusta al moll.

Ni sabeu l'oració dels fanals dels vaixells
-que són de tants colors
com la mar sota elsol:
que no li calen veles.
Joan SALVAT-PAPASSEIT / Óssa Menor

miércoles, 26 de enero de 2011

Rara de noche

Vanguardia eres tú

¿Y tú me lo preguntas?

Gustavo Adolfo Bécquer



Si supiste decirme que no estamos en paz,
si clavarte en mi pupila fue encontrar
una hermosa esperanza, ya para siempre en mi equipaje.


Si se iluminó el horizonte con sus ojos brillantes,
con toda su sorpresa e ingenuidad.


Si hay días, extraños días en que cruzas de pronto la calle y me
[emocionas
con alguna denuncia inesperada.


Si hay tardes, extrañas tardes
que me atrevo a contarte
mi pequeña verdad de enamorada,
que me atrevo a arrancarme algún jirón de esta memoria

manchada de dominio,
culpable de instintos,
turbia de soledad.


Si hay noches, extrañas noches
que de pronto te descubro por una de esas calles que llevan al
[mercado
y pareciera que una estrella, de golpe, me alumbrara.


A Javier Egea

Fuente : Distopía

Escenografía


La decoración siempre ha formado parte del ámbito de la representación: se acudía a algún vestuario especial, a algún objeto signiificativo, y si era posible, alguna indicación del ámbito donde se realizaba la escena.
Joaquin Lorda / Classical architecture UN


¿Para qué sirve la Literatura?

Rebelión
(26-01-2011)


La pregunta se las trae y la contestación ya sabemos que no es sencilla. Menos compleja de lo que sus sacerdotes pretenden pero sin duda complicada. Pero algunas veces la realidad nos da una respuesta clara sobre el tema. Con motivo de la aprobación de la llamada Ley Sinde salió estos días en la prensa una foto de la Ministra de Cultura que no deja de ilustrar de manera directa y transparente una respuesta insoslayable. A la derecha de Gónzalez-Sinde y con la espontaneidad propia de una puesta de escena que desvela claramente su premeditación y alevosía, aparecen las portadas de dos libros perfectamente situados para que puedan ser identificables: un tomo de la Obras Completas de Miguel Delibes con la foto de autor en gran tamaño y la ya más que vista portada de la última novela de Almudena Grandes: Inés o la alegría.

Pues ya sabemos, al menos en parte, para qué vale la Literatura: para adornar al poder, para ser telón de fondo, decorado, ornato. Averiguar los motivos de esa elección, las vueltas que el asesor de imagen correspondiente habrá dado antes de elegir lo elegido sería en si mismo un capítulo perfecto para un buen tomo de teoría literaria. A ver si dentro de cincuenta o cien años alguien nos lo cuenta en su libro de memorias para que nuestros nietos y nietas puedan descargarlo en la red y averiguar como se conforma el canon.


¿Para qué sirve la Literatura?

martes, 25 de enero de 2011

La Gloria


POÉTICA

Escribo:
más que cantar, cuento cosas.

Destino: La Humanidad.

Igredientes:
mucha pena,
mucha rabia,
algo de sal.

Forma: Ya nace con ella.

Música: La que toca el verso
según lo que va a "bailar".

Técnica: (¡Qué aburrimiento!)

Color: Color natural.

Hay que echarle corazón,
la verdad de la verdad,
la magia de la mentira
-no es necesario inventar.

Y así contar lo que pasa
-¡nunca sílabas contar!-
y nace solo el poema...
Y luego la habilidad
de poner aquello en claro
si nace sin claridad.
Gloria FUERTES

lunes, 24 de enero de 2011

Disparo


POESÍA 70 números dos y tres dedicados a la casi novísima poesía cubana / ilustración /granada 1970

Al presente me atengo,
la poesía es un arma,
disparemos.

Celso Emilio FERREIRO
[f]

domingo, 23 de enero de 2011

La calle


Gabriel CELAYA / Paco IBÁÑEZ Olympia, Paris 1969

ESPAÑA EN MARCHA

Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

No quiero justificarte
como haría un leguleyo.
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

Gabriel CELAYA

martes, 18 de enero de 2011

Martillo (contra la soledad)

El arte revolucionario fuera del marco de la ideología dominante



“La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado” Arthur Rimbaud

El hombre de la camisa amarilla emerge de la muchedumbre y, a viva voz, sus versos alcanzan como un látigo hasta al último de los obreros agolpados en la puerta de una fábrica de Moscú.

yo reclamo un hueco entre las filas de los obreros y campesinos más pobres. Y si usted piensa que todo consiste en saber utilizar palabras ajenas, entonces, camaradas, aquí tienen mi pluma, y escriban ustedes cuanto quieran.(1)

Los trabajadores lo escuchan, algunos se burlan de él; “¿quién es ese futurista que se viste como un campesino?” pregunta alguien. Pero nadie responde.

Ya la sombra de la camisa amarilla(2) envolvía en 1915 una obsesión y una pregunta: Ser entendido por el obrero y hacerle entender el lugar necesario del poeta entre sus filas. La confianza en un lenguaje nuevo, revelador, distinto a la voz del siglo XIX, choca con la incertidumbre de que los destinatarios reconozcan este nuevo lenguaje. Así, los artistas se cerraban en la élite o elegían un arte “socialista”, que implicaba aceptar el realismo decimonónico a ultranza. Maiakovski era pintor, guionista, escritor, actor, pero sobre todo poeta. Poeta y revolucionario. Su arte era el que “no será entendido por el pueblo” le repitieron los miembros de la burocracia revolucionaria. Su obsesión, insisto, era ser entendido por un obrero.

¿Qué sitio ha de ocupar la poesía entre las filas obreras? La respuesta, que asedió a Maiakovski y durante tanto tiempo han querido ocultarnos, es clara. La poesía es y debe ser ideología, y en cuanto a ideología, arma revolucionaria.

Cuando leemos una obra, un artículo, un poema, impera la tendencia a pensar que su valor literario está por encima de cualquier concepto ideológico, cuando el hecho de preguntarse si la literatura es ideología es semejante a preguntarse si la literatura sirve para algo más que traducir o reflejar el sistema hegemónico.

Ha estado a veces al servicio de causas revolucionarias, en todas las formas literarias: Los versos de Maiakovski y la literatura de Dostoyevski y Tolstoi precedieron (y de alguna manera anunciaron) la revolución Rusa de 1917. Su expresión artística esencial fue el cine. El movimiento al cual pertenecieron entre otros Eisenstein, Kulechov, Pudovkin y Vertov constituyó una de las principales vertientes creadoras del lenguaje cinematográfico universal; la poesía de Walt Whitman fue una oda a la igualdad del hombre y la mujer, la fraternidad y la democracia; la novela “las uvas de la ira” de John Steinbeck, tuvo como tema principal la explotación laboral y la inmigración.

Pero muchas más veces ha estado al servicio de lo existente, ha sido secuestrada por el capitalismo para alimentar al negocio burgués. Un ejemplo clave es la obra de Vargas Llosa, al que dediqué un artículo recientemente felicitándole por su condecoración.

Si el capitalismo hablara, le habría dicho a Vargas Llosa: Amigo mío, ya que en su día defendiste la literatura como una forma de insurrección permanente, y hoy has recapacitado y te encuentras fielmente a mi servicio, convendría que escribieras una novela sobre una dictadura latinoamericana antigua, de la que ya se hayan cerrado las heridas, distanciándola lo más posible de la actuación de Estados Unidos. Podrías también hacer de un personaje cercano a Trujillo, alguno especialmente indigno, por ejemplo el jefe de la policía política, máximo torturador, un simpatizante de Fidel Castro. Ya sabemos que ese tipo formó parte de una operación encubierta de la CIA contra Fidel Castro, pero no te preocupes, el asunto no es demasiado conocido, nadie se fijará. Y acuérdate de sobrecargar la novela con violencia, agresiones físicas, asesinatos, violaciones, represión sexual, homosexualidad… Ya sabes, el morbo y sensacionalismo llevados al extremo, la reducción de la condición humana a un puñado de pasiones y traumas incontrolables. No se te ocurra mostrar en la novela inteligencia, capacidad de elección, profundidad en los personajes, o movimientos de insurrección. Con esta fórmula y grandes medios de promoción en America Latina, que yo te proporcionaré, “La fiesta del chivo” será todo un éxito de ventas y recibirá esas amables críticas que engañan diciendo “aunque no estemos de acuerdo con la ideología de Vargas Llosa, es un gran escritor y llega hasta el fondo del alma humana”.

Como decía Bertolt Brecht,”los artistas del realismo socialista tratan la realidad desde el punto de vista de la población trabajadora y de los intelectuales aliados a ella y en favor del socialismo” e irremediablemente, los escritores del realismo capitalista ven la realidad desde el punto de vista de la burguesía y de los intelectuales que están a favor del sistema capitalista. Su literatura ha dividido lo público y lo privado, como si esa división pudiera hacerse real. La mayor parte de su trama está concentrada en la esfera de lo privado: secretos familiares, pasiones escondidas, asesinatos, y si en algún momento se abordan cuestiones públicas es para privatizarlas como hace Vargas Llosa con la política de Trujillo, o con las historias sobre la guerra civil española donde el núcleo argumental se reduce a actos privados de amor u odio. Como apuntaba con acierto mi admirado amigo Felipe Alcaraz en una entrevista sobre su última novela, La conjura de los poetas: “La literatura se convierte en una gran resaca comercial, y se disparan los lobbys, el control de los premios, el reino del best seller (…)”. Una “sociedad literaria” de la que, dice, se apartó Javier Egea incapaz de soportarla; como ejemplo de poeta materialista dignamente alejado de esa hegemonía capitalista de los valores culturales.

Maiakovski, que en tantas ocasiones se había elevado delante de una multitud que lo escuchaba, se apuntó en la sien, y por un agujero del bolsillo se derramó el verso que le quedaba. Pero aún pervive su certeza de que el único camino para crear literatura socialista bajo el yugo del capitalismo es hacer una escritura hacia la revolución. Que cuestione la idea de literatura tradicional y no acepte circunscribirse solo a la tradición hegemónica. La de tantos escritores en la sombra que hoy no escriben “buenos” libros, tan “buenos” para que la noble Academia, sobra decir independiente y objetiva se vea obligada a reconocerlo, y el noble Mercado, sobre decir libre y sin dueños, se vea obligado a reconocerlo, y la noble autonomía de la literatura, sobre decirlo, desvinculada de intereses, incapaz de fomentar un tipo de narraciones y dejar fuera otras, se vea obligada a admitirlo. La literatura comprometida de muchos que renunciaron a su prestigio, a un lugar entre los galardoneados, a ofertas económicas y glamour por hacer una literatura tal vez en exceso didáctica, acaso ingenua, quizá demasiado sencilla, tal vez de una grandeza que aún no hemos comprendido, y que merece todo nuestro respeto.

En 1853 José Martí, (poeta que dio nombre al primer colectivo de la Juventud Comunista que algunos fundamos hace ya cerca de una década) escribió un poema que comenzaba diciendo “dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. ¿O son una las dos?”, La noche no es la misma para quienes viven a costa de otros y para quienes son obligados a vivir para otros. No se trata de una limitación, el esclavo no debería desear ser el amo, sino ser un hombre libre, y el escritor revolucionario no debería desear escribir grandes novelas al gusto de la literatura imperante, sino poner en duda los parámetros que limitan el ingreso en esa alta literatura y su existencia misma. De las palabras de Martí surgió la opción de convertir la noche del oprimido en hogar propio, como si ella fuera el único recinto admisible y poder construir desde la misma discursos a favor de una cultura obrera, o campesina, o una cultura colonizada sin cuestionar cuanto de heredado, impuesto, mutilado había en esa cultura y en la literatura circunscrita a unos límites que tampoco eran suyos.

Tolstoi decía que el arte comienza cuando una persona expresa un sentimiento a través de ciertas indicaciones externas “con el objeto de unir a otro u otros en el mismo sentimiento”, y así la literatura puede ser un medio para proclamar esos sentimientos que piensan, representan y transmiten otro modo de vida. Una rebeldía colectiva que se niega a pactar con la injusticia del explotador. Literatura para terminar con la propiedad privada y el Estado burgués, desterrar la miseria, el hambre, la ignorancia. Literatura revolucionaria que impulse términos nuevos del espíritu y de las armas obreras, para girar, como dijo Maiakovski, las ruedas del molino con el torrente de las palabras.

¿Quién es más aquí? ¿El poeta o el técnico que procura a los hombres tantas ventajas prácticas? Los dos. Los corazones son también motores. El alma es también fuerza motriz. Somos iguales. Camaradas de la clase trabajadora. Proletarios del cuerpo y del espíritu. Solamente unidos solamente juntos podremos engalanar el universo, acelerar el ritmo de su marcha. ante una oleada de palabras, levantemos un dique. ¡Manos a la obra! ¡Al trabajo, nuevo y vivo! Y a los que discursean que se les mande al molino. ¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas! (3)


(El arte no es un reflejo de la realidad, si no un martillo que se golpea a sí mismo, Vladimir Maiakovski)

(1) Conversación con el Inspector Fiscal sobre poesía, Maiakovski, Rusia, 1893.

(2) “Mientras sus compañeros futuristas vestían glamorosos trajes, la blusa amarilla, remedo de la vestimenta del obrero ruso, era la prenda habitual de Maiakovski. Como Einstein, a quien admiraba, para no tener que elegir qué ponerse, compró en serie las camisas.”

José Hesse, Vladimir Maiakovski, Editorial Epesa, Madrid, 1971.

(3) El poeta es un obrero. Vladimir Maiakovski. 1918.

Blog del autor: http://albertomiranda.net/?p=233

sábado, 8 de enero de 2011

miércoles, 5 de enero de 2011

La ley del silencio

Los sonidos del silencio

Rebelión
05-01-2011


Érase una vez un país en el que los habitantes pagaban con su vida, la luz, las velas, el carbón, el gas y el aceite que vendían los gobernantes. Al parecer eran bienes muy costosos, pero mientras iluminábamos nuestras noches, aunque pudiéramos perder días, semanas o meses (a veces años) en las mazmorras del estado, pintábamos, esculpíamos, escribíamos y componíamos miles de obras para repartir alegremente. El intercambio de conocimiento no estaba penalizado.

Tanta fue la lluvia de cuadros, esculturas, libros y canciones, que fue haciéndose la luz y el gris dejó paso al blanco. En ese tiempo se hizo verdad aquello de que, por un día, la libertad salió a la calle, y el poder fue de la imaginación. Después de tres décadas, toda aquella explosión de ensueño contra la mediocridad ha sido anulada por el inefable poder de la mala música, la pésima cultura, la usura, el cine para mentecatos (Balada triste de trompeta), la estafa, el humor para gansos, el PPSOE y las pandemias originadas por virus de origen desconocido, aunque localizadas en Wall Street.

Ese estallido de color y matices impregnó toda una época, un tiempo de esperanza en el que el rojo se movía a ritmo de glam rock, el azul copulaba con el amarillo para dar a luz a los textos de Fernando Márquez o Germán Coppini, el violeta y el turquesa quedaban atrapados en las descargas del pop más infantil, el bermellón y el azul cobalto eran bautizados en una pila cuaresmal con los buenos oficios del anticlericalismo. Otros construían paraísos, Eduardo Haro Ibars era el poeta necesario y la mirada de Alberto García Alix atrapaba los segundos llenos de mil tonalidades. Colores de una vitalidad extrema, de una luz venida desde los confines del oscurantismo, para estallar en un comienzo de libertad balbuciente, que fue tomando cuerpo de ola hasta devenir en sirena complaciente, dispuesta al orgasmo colectivo en un mar de imaginación desbordada. Nada más hermoso que el creador que no espera recompensa.

Aquella fracción tan breve de energía (si utilizamos el símil de Stephen Hawkins) quedó en el universo como una Vía Láctea que recorrer hasta el Nirvana. Un agujero de gamas inéditas que atrapaba al cosmonauta sin cápsula, donde encontrabas miles de seres de otros mundos, de otros orbes, a los que no intimidaba la mirada obscena del huidizo conspirador; personajes angelicales y demoníacos (al fin y al cabo, ángeles rebeldes) de cuyas manos y gargantas nacían himnos generacionales en los que era patente la ausencia de consignas. Y si alguien rijoso o malintencionado quisiera romper el entusiasmo, el común denominador era la proclamación de la alegría de un esbozo de libertad, que en 1984 castró la democracia de Felipe González y Juan Carlos de Borbón, sonrientes ante la tortura y la iniquidad. Nada más repugnante que la sangre derramada inútilmente.

En aquel entonces, el calor desértico no importaba. Los oasis aparecían en cualquier esquina de las ciudades-espejismo, las fuentes eran cataratas y el agua no estaba contaminada. Los viajeros de la caravana cruzaban las dunas lentamente, ingiriendo bebidas espirituosas que mezclaban con hierbas medicinales traídas de lejanos páramos urbanos. Y en esos verdes lugares donde el amor estaba asegurado, no hacía falta la lluvia, la furtiva lágrima del verso social, para sentirse liberado de unas argollas clavadas en un paredón. Sultanes del ritmo, huríes de Birmania, quijotes yeyés, solapados agentes federales y toda suerte de grupos teatrales venían a compartir líquidos. Nada más poético que la humedad.

Y, de pronto, desapareció todo el paisaje. Una goma de borrar inmensa y agresiva, cayó del cielo como impulsada por la mano asesina de la mediocridad. Los oasis fueron tragados por la arena de la violencia; los viajeros huyeron despavoridos y se disfrazaron de vendedores de sexo-quincalla, los artistas abandonaron las plumas, los pinceles, los cinceles y los teclados, para mezclarse entre las huestes invasoras. Nada más patético que un pueblo sin luces, ideas, ilusiones y utopías.

Más de un cuarto de siglo después de la llegada triunfal del Arco Iris, todo ha adquirido un sospechoso aire de aceptación de la miseria. La caravana viajera no aparece matizada con mil esmaltes nunca vistos; los carros y carruajes, carrozas y camellos, están controlados por un sistema GSP que maneja El Gran Eunuco Mental. Hay en este ambiente como una extraña sensación de mutis. Un siniestro espasmo de venganza sobre la libertad.

Y para colmo, ese zumbido, ese intenso y desagradable pitido que sólo puede escucharse cuando las voces se han apagado. Nada más sospechoso que el silencio.


Los sonidos del silencio