Yo
que ayudé a bien morir las olas en tu nuca
y descorché volcanes en tus días expósitos
postulo ahora
un póstulo calor de los ahorcados
que cuelgan en mi vida
como frutos afónicos.
Es ya tarde
y aún no suena la diana de sus cuernos
el arco iris
en su concha guarnecido.
Sin embargo
el diluvio termina en este instante.
Todos los hombres se han ahogado
sobre los lechos flotan los cadáveres.
Juan LARREA