Reivindicando a Javier Egea
Por Alberto Granados
El pasado 14 de abril, se presentó en Granada, en la Sala Cultural Nueva Gala, el libro “Poesía Completa. Volumen I”, de Javier Egea (Bartleby Editores / Fundación Domingo Malagón, Madrid 2011, con edición, apuntes bibliográficos y notas de José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández García y prólogo de Manuel Rico). Se trata de una valiente apuesta por la reivindicación de un gran poeta, injustamente eclipsado. El volumen incluye un total de siete poemarios, previamente editados, que son: “Serena luz del viento” (1974), “A boca de parir” (1976), “Argentina 78” (1983), “Troppo mare” (1984), “Paseo de los tristes” (1982), “Raro de luna” (1990) y “Sonetos del diente de oro” (2006). El segundo volumen, en preparación, incluirá la obra inédita.
El prologuista, Manuel Rico, ha puesto como título al primer epígrafe de su prólogo “Conjurar un silencio”. En este apartado analiza la extraña desaparición de Egea, durante más de dos décadas, de las antologías y de las historias de la literatura, incluso las más rigurosas: “¿Un simple olvido? ¿Falta de rigor en el análisis del período? ¿Un silencio premeditado? ¿Desconocimiento del nivel de calidad de la obra del poeta?” se pregunta, para añadir más adelante: “…cualquier respuesta que intentáramos aventurar a las preguntas antes citadas que no fuera la marginación (por activa o por pasiva) carecería de toda credibilidad. ¿Quiero decir con ello que hubo una conspiración de silencio o un interés especial en relegarlo? No puedo afirmarlo, pero sí he de subrayar que ese silencio, unido a su ausencia de todas las antologías generacionales de ámbito estatal –no menos de treinta- que se editaron a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa […] es una inexplicable anomalía histórica que ha extendido una sombra sobre su figura humana y literaria…”. Más adelante, sigue acotando la verdadera naturaleza de esta invisibilidad inducida: “… ha sido una injusticia literaria de proporciones incalculables que, además, habla de serias carencias en nuestro sistema crítico y académico…”.
(Los intervinientes: responsables de la edición y prólogo)
Lo expuesto hasta aquí es suficiente para que incluso los menos versados en la figura y la obra poética de Egea se den cuenta de que algo huele a podrido en lo concerniente al proceso de ninguneo de este autor. Tal vez haya que aclarar para ese lector que no ha tenido grandes oportunidades de conocer a Egea que éste, junto a Álvaro Salvador y Luis García Montero, definió el concepto de “la otra sentimentalidad”, título de una especie de manifiesto poético que los tres publicaron en 1983 y que sirvió para diseñar una nueva concepción de la poesía, llamada ahora de la experiencia, siempre asociada, casi en una injusta exclusividad, al ubicuo poeta mencionado en último lugar. Partiendo de una concepción marxista-althusseriana tratan de reinventar una sentimentalidad que no se base en el yo libre, ya que la historicidad anula al yo.
El grupo se deshizo nada más aparecer, pues la llegada al poder de los socialistas, en 1982, creó una atmósfera socialdemócrata que barrió la anterior concepción marxista de la poesía, que los tres poetas habían compartido en mayor o menor medida. Teorizar la nueva situación, analizar el fenómeno, creó fuertes tensiones ideológicas, vitales y estéticas en el interior del grupo. Egea, que aseguraba no venderse, contempló el irresistible ascenso de García Montero al que sintió como cabeza visible de ese camino con el que no se identificaba, que llegó a conquistar unas cuotas de popularidad, protagonismo y poder nunca vistos en un hombre de letras (ediciones críticas de los grandes, participación como jurado en una inabarcable cantidad de premios de poesía, presencia decisoria en el mundo editorial, capacidad de opinión y acceso a los medios más prestigiosos, omnipresencia mediática, comisariado de grandes efemérides culturales generosamente subvencionadas…).
El proceso coincide con una compleja situación personal y pública de Egea, que ve, con una mezcla de rabia y sorpresa, los derroteros de estas nuevas figuras poéticas. En 1999 se suicidó y estas diferencias resultarán ya definitivamente insalvables. Esta acumulación de tensiones, con posterioridad, ha generado una abundante polémica con acusaciones muy graves, un proceso judicial que condenó a García Montero por difamación contra el profesor José Antonio Fortes, un libro de este último (“Intelectuales de consumo”), una novela biográfica con personajes reales (“La conjura de los poetas”, Editorial Almuzara, 2010) del también profesor marxista Felipe Alcaraz y el abandono de la docencia en la Universidad de Granada por parte de García Montero, hechos todos que marcan un extraño contraste con la desaparición mediática y editorial del poeta.
(El grupo Taracea cantando el poema “¿A qué vienes, amor?”)
Tras tocar este aspecto, Rico hace un análisis de las características de la poesía de Egea, desgranando las claves y circunstancias de cada libro suyo, poemario a poemario, para concluir diciendo que “La poesía de Javier Egea, más de una década después de su muerte, se mantiene viva”, aserto este que apoya afirmando que “…seduce y conmueve a quienes fuimos sus coetáneos, pero en el que nuevas generaciones de lectores, aquellas que están accediendo hoy a la poesía a la vez que hacen suyo el universo de Internet, del blog, de Facebook, o de las redes sociales más diversas, encontrarán no pocas claves de su propia vida y se inquietarán al advertir en sus versos significados ocultos, realidades imprevistas y señales de una vida otra que frustró el suicidio”.
(Un aspecto de la sala)
Por su parte, los preparadores de esta brillantísima edición crítica, José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández García, aclaran las vicisitudes y el sentido de esta edición, aportan una exhaustiva bibliografía sobre el poeta y, tras los poemarios, una rigurosa sección de Notas al texto, en que cada poema ofrece una especie de ficha aclarando las modificaciones autógrafas o mecanografiadas que el propio autor hizo en su momento. Toda una demostración de método, exigencia y rigor que permiten, no sólo leer a Egea, sino también suponer o intuir motivos introspectivos que lo llevaron a introducir los cambios en los poemas. Hay motivos más que suficientes para que este libro sea uno de los libros del año literario.
Pero, una vez analizado el contenido y la importancia del libro, vayamos a la presentación, y no por un mero afán de frivolidad: la presentación de un libro de contenido literario suele contar con la presencia del autor, algún entendido (un crítico o una notable autoridad académica), un presentador de cierto prestigio intelectual, los familiares del autor, que se toman el acto como un gesto de afirmación genética, así como amigos, obligados a dejar constancia de una fluidísima corriente de empatía hacia el protagonista. El acto incluye necesariamente la exaltación del libro presentado, de la obra anterior del autor si la hay, de sus características estéticas y su calidad, de su proyección literaria y crítica, de su impactante importancia, en definitiva. El autor recibe miles de abrazos (algunos incluso son sinceros), firma ejemplares, se siente halagado y agradecido, disfruta ese instante de gloria, etc.
La presentación de este libro fue radicalmente distinta a esta liturgia y casi fue más elocuente lo que no se dijo que lo que se explicitó. Al tratarse de un poeta fallecido y largamente eclipsado y silenciado, muchos de los asistentes habíamos ido dispuestos a oír algo sobre Egea, pero sobre todo, a oír mucho sobre los factores y personas que han contribuido, por fas o por nefas, a esa especie de destierro que, aseguran algunos, contribuyó al suicidio del poeta. Dicho de otro modo: la presentación tenía algo de ajuste de cuentas, ya que la oportuna edición de Bartleby y la Fundación Domingo Malagón supone todo un gesto de valentía, una reivindicación muy necesaria, la reparación de una gigantesca y larga injusticia cometida con Javier Egea, cuya poesía completa se podrá leer ahora y comparar con la de otros poetas que otrora fueron sus compañeros de cosmovisión y manifiestos.
(El poeta Antonio Carvajal recitando un poema. A su lado, Manuel Rico y José Luis Alcántara)
Además de los responsables de la edición, el prologuista, el editor, un nutrido grupo de amigos, una hermana del poeta, los profesores Juan Carlos Rodríguez, Fortes y Alcaraz, el poeta Antonio Carvajal (que leyó un poema), un nutrido grupo de admiradores y curiosos nos reunimos para participar del fin de esa conjura de un silencio imperdonable. José Luis Alcántara leyó una meticulosa y larga serie de hechos, casi un acta notarial, del proceso seguido con la obra, editada o hasta ahora inédita, del poeta. Enumeró las vicisitudes que la propiedad intelectual de esa obra ha generado, las ediciones fallidas, las discusiones y preguntas lanzadas al vacío… Las intervenciones se sucedieron intercalando versiones de los poemas de Egea, musicalizadas por el grupo Taracea. Al final se proyectó un programa televisivo del canal andaluz de TVE, emitido en 1985, en que intervenía un jovencísimo Egea.
Una atmósfera de catarsis por la reparación de una injusticia, el estado de ánimo que produce una satisfacción tardía, la valoración de la magnífica edición conseguida, el sabor de las canciones versionadas por Ginés López… todo eso estaba en el ánimo de los presentes en el momento final de tomar una copa de vino a la memoria, desde ahora indiscutible, del poeta.
ENLACES:
http://www.ideal.es/granada/v/20110415/cultura/manuel-rico-poeta-javier-20110415.html
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=125536
http://www.granadahoy.com/article/ocio/942348/poeta/ha/vuelto/anacer/y/vivir.html
http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2011/04/los-mejores-libros-de-la-primaver-2011-poesia.html
http://www.elpais.com/articulo/portada/Andar/erguido/solo/elpepuculbab/20110423elpbabpor_43/Tes
http://republica-granada-ucar.blogspot.com/2011/05/el-volumen-i-de-la-poesia-completa-de.html
Alberto Granados
NOTA. Deseo dejar constancia de mi agradecimiento a Bartleby Editores y, muy especialmente, a José Luis Alcántara, conocedeor del poeta y de su obra y preparador de la edición, que me ha hecho unas observaciones muy pertinentes al conocer el borrador de este artículo.
3 comentarios:
Gracias , Granados , por reivindicar a Javier Egea.
Un silencio deliberado y una oscuridad intencional rodean la obra y la vida de este amado poeta.
Eclipsaron su nombre pero no su calidad literaria ni su sensibilidad.
Es imprescindible difundir sus libros.
Pocos son los que conocen su producción.Ni los pesares que atravesó en la vida.
Por qué se lo marginó inmerecidamente?
Valioso artículo.Merece tener amplia difusión.
"Quizá me confundí de calle y de aventura
pero ya me conocen sus farolas y el alba,
ya conocen mi sombra, mi canción, mi tristeza
y esta costumbre vieja de andar erguido y solo."
Qué talla de poeta!!!
Carmela, gracias a ti por tu elogiosa valoración de mi artículo. Por cierto, una versión reducida aparece en el número de julio (ya debe estar en los kioskos, aunque aún no me lo han enviado) de Pliegos de Alborán, la separata cultural de la revista mensual El Faro de Motril.
Un cordial saludo,
ALberto GRanados
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