¿Habrá alguien más absurdo que aquel que cada día se enfunda dentro del uniforme (ligero)
y se recubre de una armadura o coraza que integra: yelmo,
pistola, refuerzos en piernas y brazos, chaleco anti balas, rodilleras, defensa (porra),
escopeta, teléfono, walkitalki... , todo ello en el anonimato reforzado por la fuerza de la
fuerza (que no de la razón) y sale a golpe de pito a repartir hostias a diestro
y siniestro sabiendo, supongo, que desde el supuesto poder se le está afirmando
su suprema potestad, la no identificación,
a la que seguirá equivocadamente si toma
consciencia tras visionar cuatro o cinco películas de films noir que,
inevitablemente, le dirigirán al otro lado: la locura, el cinismo o el suicidio? Ese
triste fantasma que regresa a su casa cada día a interpretar el siniestro
papel de padre de familia oscuro y perdido en un clandestino mar de contradicciones o ese
imbécil que se emborracha y continua disciplinadamente el camino brutal a la perdición con otros desgraciados como él.
Me dais asco.
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