Palabras de presentación de POESÍA COMPLETA (Volumen
I) de Javier EGEA (Bartleby Editores) con Prólogo de Manuel RICO
y en edición de José Luis ALCÁNTARA y Juan Antonio HERNÁNDEZ GARCÍA
Madrid, Círculo de Bellas Artes 17 mayo 2011
Yo hice lo que pude, lo que en mi mano estaba.
Javier Egea Paseo de los tristes
Javier Egea en muchas ocasiones ha sido considerado como un poeta de obra breve,quizás
atendiendo a la circunstancia de ceñirse a sus tres poemarios escritos entre
1980 y 1987, los tres más conocidos y considerados como su obra mayor: Troppo
mare, Paseo de los tristes, y Raro de luna; obviando, de este modo, la
existencia de un libro de aprendizaje y juventud, Serena luz del viento (1974),
y otro de transición e indagación de nuevos caminos escapando de un cierto
gongorismo juvenil, A boca de parir (1976). En 1978 escribe diez poemas que
edita cinco años después con el título de Argentina 78 casi simultáneamente con
Troppo mare. Esta limitación de su obra a estos tres poemarios, considerémoslos
mayores, se ha mantenido aún después de la publicación póstuma, en 2006, de su
último libro, los Sonetos del diente de oro, escritos entre 1992 y 1994, pues
prácticamente en casi todas las referencias bibliográficas de su obra hasta el
momento de la publicación de este primer volumen de su poesía completa, que recoge
sus seis libros publicados en vida y el séptimo, póstumo, continúa la tónica de
consignar sólo estos tres libros.
Pero a comienzos del año 2000 al recibir, de manos de Elena Capetillo
(heredera de Javier Egea), la totalidad del archivo del poeta, para su custodia
y estudio, con vistas a la reedición de sus libros, frente a esta visión
general, me encontré ante una serie de carpetas y cuadernos que contienen el
trabajo pormenorizado de la obra de Javier Egea. Las carpetas, en algunos casos
consignan en su cubierta el título del libro, pues agrupan, con un cierto
desorden ordenado, los materiales escriturales de cada uno de éstos.
De todas las carpetas sobresale una, que hemos distinguido por su color,
“Rosa”, pues, según indica en sus Diarios, contiene el último proyecto
editorial de Javier Egea: la antología Soledades y los Sonetos del diente de
oro.
El examen de estos materiales supone el descubrimiento de gran número de
poemas con sus borradores inéditos y autógrafos a lápiz y tintas de varios
colores, proyectos de libros futuros, libros interrumpidos, anotaciones de
escritura y reflexiones sobre ella, esbozos de cuentos y siete cuadernos de
diarios, cinco pertenecientes a las sesiones de psicoanálisis a que se sometió
en el año 1987 y dos que cubren desde el año 1992 a 1997, y otros escritos.
Y desde un primer momento resultó imprescindible acometer la lectura,
trascripción y digitalización del contenido de carpetas y cuadernos con vistas
a una futura fijación de todo lo en ellos existente, trabajo que inicié ya en
el año 2000. En 2004, por fin, finalizan los recursos familiares al testamento
de Egea con el fallo favorable a Elena Capetillo y de inmediato se entra en
contacto con Lumen para la publicación de la antología Soledades; sin embargo, incomprensiblemente,
la edición quedará paralizada sin ningún tipo de explicación y deriva en el
incumplimiento del contrato por parte de la editorial.
Mientras tanto, y a través del ensayo de Jairo García Jaramillo,
Javier Egea, la búsqueda de una poesía materialista, he tenido conocimiento de
la asociación que lo publica, ICILE —de la que nos agrada sobremanera el diseño
de sus libros—, que edita artesanalmente y sin ánimo de lucro y con la que
entro en contacto firmando contrato para la edición de Sonetos del diente de
oro, en 2006, y de Raro de luna, en 2007, en formato facsímil de los cuadernos
de trabajo de ambos libros. Consecuencia de esto es la relación, providencial,
con Juan Antonio Hernández, quien me propone, dado que el proceso de
trascripción y digitalización de los materiales está muy avanzado, abordemos la
preparación de la Obra Completa de Javier Egea, cuestión que nos ocupa hasta el
año 2009, momento en que estamos en condiciones de ofrecerla a la editorial que
esté interesada.
Ambos, Juan Antonio y yo, que compartimos la admiración por la labor
independiente de Bartleby Eds. e interés por la labor crítica de Manuel Rico,
de quien conservo positiva memoria de su crítica a la antología de Javier,
Contra la soledad, publicada en Babelia de El País, tomamos contacto con ellos
a comienzos del año 2010 con vistas a realizar la edición de la Obra Completa
de Egea, pues, por las razones anteriores, consideramos ésta como el lugar más adecuado
para su publicación.
Por otra parte, como segundo apartado de mis palabras, y ya para
finalizar, querría evocarles a través de los libros que contiene este primer
volumen, mi memoria de Javier Egea o, sería mejor decir, los distintos Javier
Egea poeta que creo haber llegado a codificar en mi imaginario separándolo de
ese Quisquete (como se le conocía en Granada popularmente) que se ha mantenido
uno y unívoco a lo largo de los años. No es al modo de los heterónimos pessoianos,
distintos poetas con entidad diferenciada en la cédula de identificación tanto
vital como poética, como enfoco esta diversidad de personajes poéticos que sí
creo ver en Francisco Javier Egea —años setenta—, Javier Egea —años ochenta— y,
al final, en los años noventa, solamente Javier.
Sí, como un poeta total que a los 29 años tiene escritas sus,
consideradas por muchos, obras principales; pero que llegó a finalizar, como he
señalado, un total de siete libros que, tomando como referente el momento de
escritura y de publicación, se estructuran en la siguiente secuencia: en los
años setenta: Sincera luz del viento, que fue accésit del Premio García Lorca
de la UGR en 1972 y publicado en 1974; A boca de parir, publicado en 1976 y Argentina
78, escrito en 1978 pero publicado en 1983. Años ochenta: Troppo mare, escrito
en 1982 y publicado en 1984 tras Paseo de los tristes, escrito en 1981-1982 y
publicado en 1982; y Raro de luna, escrito entre 1985 y 1987, y publicado en
1990. Por último, años noventa, un séptimo libro, Sonetos del diente de oro,
escrito entre 1992 y 1994 pero publicado póstumamente en 2006.
Por lo que estos decenios se pueden estructurar en tres grandes etapas
que corresponden a tres poéticas y personajes poéticos diferentes: una primera
de juventud y aprendizaje, firmada como Francisco Javier Egea, marcada por las
influencias de los clásicos, fundamentalmente Góngora y Garcilaso, y por los
tonos del Lorca más popular y el Hernández del Romancero. Se trata de una
poesía amorosa en el caso de Sincera luz del viento, con una mezcla entre el
metro clásico del soneto y el verso libre. En el segundo, A boca de parir, ya entra
en el terreno de nuevas indagaciones con una relativa ruptura con la influencia
de los clásicos; y, por último, cierra esta primera etapa con la escritura de
Argentina 78, alegato contra las dictaduras latinoamericanas personificadas en
el dictador argentino Rafael Videla.
La siguiente etapa, iniciada con un retiro de unos meses en La Isleta del
Moro, en el cabo de Gata de Almería, y del que regresa con una nueva
personalidad poética y personal, pues ahora firma sus libros como Javier Egea,
inaugura el movimiento conocido como La otra sentimentalidad con Troppo mare
que, bajo la influencia de las teorías del profesor marxista Juan Carlos
Rodríguez, inicia la búsqueda de una poesía materialista cuyo orto llegará poco
después con la escritura de Paseo de los tristes, estructurado también en tres
partes, y que se presenta impregnado de un sutil y, a la vez, duro
materialismo. Ambos libros, ante la imposibilidad en aquellos momentos de
publicación en editoriales convencionales, los presenta a los Premios A.
González de Lama y Juan Ramón Jiménez —uno de cuyos jurados, Félix Grande, nos
acompaña— obteniendo el primer premio en ambos.
En paralelo a la creación de estos libros ha escrito un considerable
número de poemas sueltos e inéditos de los que algunos han aparecido en colaboraciones
en revistas poéticas y, fundamentalmente, en la actividad que le da sentido a
su vida, llevar la poesía a la calle como su admirado Alberti, participando en
multitud de recitales y en la creación de montajes poéticomusicales con los que
recorre Institutos y universidades españolas.
La idea de obtener una beca del Ministerio le lleva a psicoanalizarse y, de
ahí, a la escritura de su poemario Raro de luna en el que indaga en el terreno
de las dependencias interiores mediante cuatro piezas: una primera de sonetos;
la segunda y tercera de canciones con un ambiente onírico y sonámbulo, y una
final que, con un surrealismo muy controlado y la ausencia de puntuación, da el
tono musical exacto para el recorrido de las distintas partes del libro que, en
palabras de Juan Antonio Hernández, “llevará hasta uno de sus límites: un enrarecido
ambiente onírico, que lo desmarca de la falacia comunicativa, con el que, a la
vez, afronta un durísimo análisis de las contradicciones vitales que le
acompañan y un enfrentamiento con la construcción vampírica del sujeto”.
Y ya, en los años noventa, tras un periodo de sequedad poética en el
que le ronda la idea de desarrollar en prosa una serie de argumentos en forma
de cuento, regresa a su querido metro clásico, el soneto, incrustando estos
argumentos en esta estructura poética, con los Sonetos del diente de oro.
Y en este decenio de inmensa soledad surge este otro poeta y personaje
poético al que llamaré escuetamente JAVIER.
El resto fue silencio.
Muchas gracias.
José Luis Alcántara