Tras una profunda reflexión, Javier Egea decidió -un día jueves- que él
no sería ni jueves ni ciego en Granada.
“Habría que delimitar dos cosas: el escritor y el compromiso. Habría que decir que ni el escritor en abstracto, ni el compromiso en abstracto son nada. Que tanto el escritor como el compromiso hay que enfocarlos dentro de la práctica ideológica de un momento histórico determinado. ¿Por qué se escribe? ¿Qué es lo que se escribe? ¿Para qué se escribe? ¿Con qué y para qué está comprometido? Lo concreto es que nacen hombres, mujeres, que aprenden un lenguaje que se ha dado en llamar poético y que no están ni por encima, ni por debajo, ni en el centro de la realidad concreta en la que viven y trabajan, sino inevitablemente partícipes de la práctica social, y esa realidad que los traspasa es sólo una: la de la explotación diaria a todos los niveles, de ella nadie se libra. Por eso, todos estamos comprometidos, unos con la explotación, otros contra ella, unos con la muerte, otros con la vida. El verdadero problema (la neurosis, la angustia, el “desencanto”, etcétera) estriba en encontrar el lugar que corresponde dentro de esa práctica social.
[…]
Efectivamente, estamos en una sociedad hostil, hostilidad
que viene tan sólo de la misma explotación de la que antes hablábamos y en
ella, la “cultura”, está inevitablemente considerada como una mercancía más. La
“cultura” es siempre un arma de penetración ideológica al servicio de una clase y sus intereses de clase, de ahí su
trágica importancia. Por eso sólo cambiando las estructuras (sociales,
ideológicas, políticas, económicas) podremos conseguir que “la cultura” deje de
ser privilegio de unos pocos pasando a ser patrimonio de todos. Y en este
proceso, todo escritor está comprometido, pero con dos vertientes fundamentales:
los que sólo pretenden (aún inconscientemente) reformarla, y los que,
(consciente e inconscientemente) pretendemos transformarla. Sólo entonces
podremos quitar a esa manipulada palabra sus trágicas comillas. Mientras tanto,
la única respuesta que se puede esperar de esta sociedad es similar a la que
dieron aquellos versos de Icaza, “La pena
de ser ciego en Granada”, especulando, destruyendo, en una palabra,
robándonos lo nuestro han conseguido que se pueda pensar en la alegría de ser
ciego en Granada.”
Javier EGEA / (1980)
Tom WAITS / Never Let Go / orphans /Bawlers
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