FUERA DE LOS CAUCES
PRESENCIA, ausencia, plenitud, deseo.
Polos a un Ecuador inhabitable;
límites, sin las huellas del hombre, materiales.
Presencia.
Palabras ya vencidas,
gastadas de su uso, van poblando
las tierras, los jardines, los oasis
de los desiertos áridos.
Presencia, realidad de lo soñado,
aspereza total de cercanías.
Telón de la comedia. Fin.
Las cosas
tienen un gesto cruel de despedida.
Ausencia.
Y una voz distante,
una sonrisa. El mundo desangrado
gime, en la oscuridad, negro, vacío;
las sombras taladradas por su llanto.
Ausencia, ausencia, soledades hondas;
solitarias las manos, ojos, labios.
Voces que huyen en la nada inmensa
llevan hasta las cintas su reclamo.
Manos, las manos extendidas, pálidas;
ojos, los ojos de miradas ciegos,
los labios sin preguntas, mudos labios.
Pero hay una visión, un horizonte;
una luz, un acorde, una evidencia
tendida en medio, puente de lo ignoto,
por donde van los pasos del poeta,
peregrino de ensueños extrahumanos.
Lo que no existe. Lo que nunca ha sido
ausencia ni presencia,
en la eterna esperanza está de serlo.
Mora infinito en los confines últimos,
donde el genio del hombre no persigue
preguntas ideales.
Está ingrávido, cierto, presentido,
alto, imposible, fuera de los cauces.
Y allí espera al poeta en su delirio.
Elena MARTÍN VIVALDI
El alma desvelada // ÍNSULA Madrid, 1953 pags. 88-89
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