jueves, 11 de septiembre de 2008

SONETOS DEL DIENTE DE ORO



Cubierta del cuaderno de trabajo de los Sonetos del diente de oro, de Javier Egea


Y recuerdo también que aquel hidalgo
al supuesto importuno caso hizo
y se inventó los motes y los versos
y los sonetos y los desatinos
con que a la mayor gloria de las letras
glorificó para los que aprendimos
que escribir es ficción, mas no farfolla,
no paja, orgasmo sí, puente tendido
entre dos realidades y una sola
cuartilla blanca que mandó el destino. (*)


(*) Versos del propio Javier Egea extraídos de un largo poema epistolar a un amigo poeta. Aunque aislados de donde pertenecen entiendo que encajan con las palabras que siguen.



El año 1992 comienza con problemas económicos para Javier Egea: Larra vive y la lentitud burocrática hace que se le deba algún recital en el que ha participado, su fundamental fuente de ingresos junto a los derechos de autor, y ya hace dos años que se publicó Raro de luna con buenas críticas y regular fortuna en cuanto a ventas. En los meses que siguen su actividad es intensa: envía alguna colaboración que se le solicita para revistas de poesía; participa en la preselección o es jurado de premios; es entrevistado por algún medio de comunicación; y lee, novela sobre todo. Y siente nostalgia del mar. Continúa participando en recitales y su actitud civil es militante y combativa, acudiendo a actos por la insumisión y en apoyo a la huelga general del mes de mayo, entre otros. Comienza a preparar su participación en el futuro recital La poesía del tango y piensa en esos momentos que lleva demasiado tiempo sin escribir. ¿Dónde estará la poesía? ¿Perdida para siempre?, se pregunta. En junio se le encarga la coordinación de la antología Confieso que he bebido, en la que comienza a trabajar, proyecto éste que finalmente no se llevará a cabo. Y continúa leyendo novela, y poesía de la Edad de Oro, historia y alguna biografía. Respecto a sus proyectos editoriales, piensa en la reedición de Troppo mare y de Paseo de los tristes en Hiperión pero siente nostalgia del trabajo continuado, y un día de junio, contemplando un libro con las páginas en blanco encuadernado en material imitación piel de serpiente y de color rojo, se pregunta cuales serán los versos que lo pueblen.
La lectura de Las 1001 noches hace que le ronde un título, La noche 602, una de las noches, en la que Sherezade juega con un relato circular para entretener al Sultán y salvarse de la muerte a la que éste la tiene destinada. Esta idea le ilusiona y de inmediato, otra vez, busca una música, pero con argumento: la encuentra en Sherezade, la suite sinfónica op. 35 de Rimsky-Korzacov y se dispone a recobrar la certidumbre poética. Al igual que Korzakov usa en su suite un programa que le sirvió de guía, que consistía en episodios y relatos separados, sin relación entre sí, de Las Noches de Arabia, repartidos entre los cuatro movimientos de la suite, Javier crea una historia contada en sonetos utilizando técnicas narrativas y una cierta épica, pero teniendo cada soneto entidad propia por sí mismos. La idea se materializa tras más de dos años de trabajo, en diez sonetos a los que titula Sonetos del diente de oro, finalizando el libro el año 1994. Siempre tuvo deseos de escribir un libro de sonetos y ahí lo tenía. Pero lo más interesante es que la experiencia le había gratificado tanto que quiere intentar otros desarrollos con la misma técnica.
La redacción de los sonetos pobló aquel libro con las páginas en blanco que extrajo de una estantería dos años antes y en él anotó toda la arquitectura poética que los construyeron.
La ubicación de los diez sonetos con sus dedicatorias en una carpeta en unión de otras carpetas con el índice Antología, Poemas sueltos, Sonetos, y un cuaderno con algunos inéditos y anotaciones, sugieren que eran el proyecto editorial que cerraría el "ciclo poético" de Javier, con la publicación de una antología o la obra completa tras la reedición de Paseo de los tristes en "Maillot amarillo".

José Luis (Pío) ALCÁNTARA

Fotografía Araceli OSORIO

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