Parece que éste se llamaba Gogol, era polaco y en aquel ciclo de los días hacía de Martes. Era incurablemente trágico de alma y de palabras; no lograba adaptarse al papel frívolo y alegre que le exigía el presidente Domingo. Y en efecto, a la llegada de Syme, el presidente, con ese audaz desdén de las sospechas públicas que era toda su política, estaba burlándose de Gogol por su incapacidad para adoptar las gracias mundanas.
-Nuestro amigo martes -decía el presidente con una voz profunda llena de tranquilidad y volumen-, nuestro amigo Martes creo que no ha entendido bien mi propósito. Se viste de caballero, pero siempre deja ver que tiene un alma demasiado grande para poder conducirse a lo caballero. Insiste en comportarse como el conspirador de melodrama. Ahora bien: tras un caballero que pasea por Londres con chistera y levita, no es fácil sospechar que se esconda un anarquista. Pero si, aun con chistera y levita, se le ocurre andar a cuatro patas, entonces claro que llamará la atención. Y algo semejante hace nuestro hermano Gogol. Se ha puesto a andar a cuatro patas con tan acabada diplomacia, que ahora le cuesta andar derecho.
-Yo no sirvo para disfrazarme -dijo Gogol, con aire huraño y profundo acento extranjero-. No tengo por qué eferconzarme de ello.
-Sí, sí tiene usted por qué -contestó el presidente con buen humor-. ¡Si usted se disfraza como los demás! Sólo que lo hace usted muy mal, por lo asno que es usted. Pretende combinar dos métodos inconciliables. Cuando alguien se encuentra un hombre debajo de su cama, es muy probable que le llame la atención; pero si este hombre lleva una elegante chistera, entonces, querido Martes, convendrá usted conmigo en que es muy difícil que el caso se le olvide en toda su vida. Cuando le encontraron a usted debajo de la cama del almirante Biffin...
-Yo no sé encañar -dijo Martes tristemente y sonrojándose un poco.
-¡Admirable, amigo mío, admirable! -le interrumpió el presidente, zumbón y pesado-. Entonces no sabe usted hacer nada.
[...]
G. K. CHESTERTON El hombre que fue jueves Losada Buenos Aires 1998 Trad. A. Reyes
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