Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón |
Muy querido señor Dickens:
¡Feliz 200 cumpleaños! No era muy dado usted mismo a celebrar aniversarios, pero sí que fue usted a Stratford-upon-Avon en abril de 1864, con Robert Browning, [gran poeta decimonónico] Wilkie Collins [novelista, autor de La piedra lunar] y John Forster, a celebrar el tercer centenario de Shakespeare, "en paz y tranquilidad". Y el 30 de enero de 1849 conmemoró usted el bicentenario de Carlos I con su amigo Walter Savage Landor [importante poeta victoriano]. Y al hacerlo, enviaba usted mensaje nítido sobre cuán enormemente honraba la obra de Shakespeare – "¡hubo alguna vez un tipo así!" – y cuán sinceramente detestaba el mal gobierno.
Ahora mismo, henos todos aquí leyendo y releyendo sus novelas, sus escritos periodísticos, e historias como Cuento de Navidad, con su mordaz mensaje de que una sociedad decente depende de que los ricos aprendan a ser generosos y de salvar a los pobres de la ignorancia y la necesidad.
Hablamos de sus héroes y de sus villanos: Pecksniff, Squeers, Quilp, Murdstone, Headstone; de sus bromas y sus pathos; sus mujercitas tontas y bonitas; sus mujeres fuertes – Betsey Trotwood, Peggotty – y sus mujeres gloriosamente cómicas: la señora Gamp, la señora Todgers, Flora Finching.
Advertimos cómo celebra usted la fuerza y resiliencia de los discapacitados: Jenny Wren, de cuerpo contrahecho y dolorido, y que sigue el oficio de modista de muñecas; Phil Squod, que no puede andar derecho y está desfigurado, y que trabaja duro, es leal y amable; la señorita Flite, cuya locura ve la verdad; el loco Barnaby; Maggie, sin pelo; Sloppy, de cabeza demasiado pequeña.
Disfrutamos de cómo retrata usted Londres ante nuestros ojos: calles, ríos, puentes, tiendas, estercoleros, mercados, cárceles. Y leemos sus cartas – mayor prueba de su ojo de reportero sin igual– con su despliegue de buen ánimo, entusiasmo, generosidad y, todo hay que decirlo, mal genio en los malos momentos.
Las novelas y cartas nos dan una visión panorámica de la Inglaterra del siglo XIX. Pero, ¿qué nos diría usted del siglo XXI, del mundo de 2012?
En Londres notaría usted que la gran cúpula negra y saliente de San Pablo, tal como usted la describió, ya no es negra. La niebla, el barro y las míseras barriadas mugrientas han desaparecido. Le complacería la desaparición de los asilos de pobres (donde se trabajaba a cambio de techo y alimento) y el reducido número de niños de la calle, y la ostensible ausencia de prostitución en Haymarket. [calle céntrica del West End londinense]
Pero vería usted idéntico abismo entre los ricos, que disfrutan con gusto de su dinero y poder, y los pobres, que recurren a la comida caducada que tiran los supermercados a la basura y los paquetes de alimentos de las organizaciones benéficas, y que tiemblan por sus puestos de trabajo. Y puesto que tuvo usted un interés tan obsesivo en las cárceles a lo largo de toda su vida, tal vez le daría pavor el ingente aumento de nuestras cárceles y del número de presos.
Un vistazo a los periódicos le informaría de que su deshonesto financiero, el señor Merdle, tiene muchos sucesores, y de que Lord Decimus Tite Barnacle y sus amigos y conocidos de Eton [exclusivo colegio de las clases altas británicas] siguen a cargo del tinglado.
El cambio humano que más le impresionaría ha de ser que Gran Bretaña es hoy una sociedad multilingüe y multicultural, algo que encontraría difícil de comprender en principio. Pero ya vería rápidamente qué riqueza de material ofrece esto a la novela, de la que con tanta brillantez sacan partido muchísimos escritores.
De los cambios tecnológicos también tomaría usted nota, y los investigaría. Dando un suspiro, se enteraría del control de natalidad, que podría haberle permitido tener los tres hijos que usted deseaba. Y también está el poder volar, lo que le habría permitido viajar a Australia, un sitio al que a usted le habría gustado ir: otro gran tema para su pluma.
La radio, la televisión, el cine le atraerían de inmediato. Podría usted aparecer en Start the Week [programa de radio de la BBC] el próximo lunes, o en las noticias de la televisión de hoy. Los productores de cine no dejarían de llamarle al móvil, pero sería usted cauto, pues siempre ha tenido que protegerse de pedigüeños y admiradores. ¿Podría usted trocar su famosa pluma de ganso para juguetear con un ordenador? Me parece a mí que sí.
Desde luego que se sentiría complacido al ver todos sus libros a la venta en librerías, y en la Red. Y sabiendo que aún tenemos bibliotecas, aunque estén amenazadas [por la política de recortes del gobierno conservador]. Siempre habló usted en su favor, y hoy le pediremos su apoyo.
Cuánto nos gustaría visitarle en su oficina de la calle Wellington – todavía en pie – y llevarle a un almuerzo cordial, con buen vino y puros incluso, en un alegre restaurante, convocando a algunos de sus amigos a que se sumaran, como hacían tan a menudo en su cumpleaños: John Forster, su biógrafo, los artistas Maclise, Clarkson Stanfield y John Leech, el gran actor Macready y el actor cómico John Pritt Harley, el conde D'Orsay, Wilkie Collins, y su leal administrador, George Dolby.
Las señoras deben acudir en días distintos: la señorita Coutts, la señora Gaskell, la invisible Nelly [Ternan, amante de Dickens]. Pero podríamos traer a Lev Tolstoy, al que nunca llegó a conocer, pero que declaró que es usted el mayor novelista del siglo XIX y tenía su retrato colgado de la pared.
Después de lo cual, podría usted escabullirse (¿en helicóptero?) a Gad's Hill [casa de campo de Dickens en los alrededores de Londres] y acomodarse allí con otro puro y un poco de ponche en el invernadero que usted levantó, especialmente decorado con los geranios escarlatas que tantísimo le gustaban.
Señor Dickens, sigue siendo usted, y siempre lo será, el Inimitable. Y que los cumpla muy felices.
Claire Tomalin , periodista y escritora de importantes biografías de grandes figuras literarias británicas, es autora reciente de Charles Dickens: A Life (Viking).
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