UNA VOZ
Pero ni tú ni yo ni el mar volvemos.
No son nubes y lazos
aquellos que nos vieron otro tiempo.
Libremente elegimos la semilla o el muérdago
y después la vereda,
el almendro, el olivo, la tempestad, la calma.
Que no es volver el pacto que nos une,
la regresión inútil como una norma hueca.
Volver es una voz:
Es una voz que ordena
loa ánimos, las brújulas,
y comprueba los pasos
y atesora presencias
hasta un salto que nace como un grito,
como una zarpa al interior del pecho.
Aquí el amor:
Sincero amor desnudo entre los brazos,
amor como una cifra desnuda comprobado.
Y como por asombro un tigre azul: la encrucijada.
Confluencia. Milagro. Enredadera.
Teléfonos con toda la plenitud lograda.
Entonces basta un hilo para saber que existes,
para encontrar un nombre
afirmativo y claro como la misma luz,
como ese nombre tuyo,
y mover paraísos a pesar del silencio.
Porque ya no son lazos las nubes de la duda,
aquellas que nos vieron otro tiempo.
Es el nudo perenne de lo que pasa y queda.
Javier EGEA / A boca de parir (1976) / II Memoria de una huella