Derrota
Derrotados, pero no vencidos, Mr. Holmes.
Entrevista al autor de la crónica novelada La disciplina de la derrotaFelipe Alcaraz: “La derrota se convierte en rendición si se abandonan las categorías marxistas de la teoría y la acción” No
es igual poder que gobierno, y los gobiernos actuales son simples
peones del poder real: la llamada dictadura de los mercados.
Antonio José Domínguez
26/04/2013
La disciplina de la derrota es la segunda
novela de la trilogía “Los días de la gran crisis.” Esta nueva entrega
de Felipe Alcaraz transcribe una concreta realidad política: el primer
año del poszapaterismo, hegemonizado por las políticas neoliberales del
PP que ejerce impunemente con mano de hierro. Los personajes de esta
crónica política -unos reales, otros inventados- son los actores de esta
realidad y protagonistas de determinados acontecimientos: el pacto PSOE
e IU en Andalucía, el problema de Bankia, la mediática cacería del Rey
en África y, algún que otro homenaje y recordatorio. La configuración
dialogística encuentra su verosimilitud en el encaje entre realidad y
ficción que, al mismo tiempo, obliga y permite al lector entablar un
diálogo con lo que sabe desde una perspectiva diferente de la que le que
han ofrecido los medios de comunicación. Lo que sí deja perfectamente
claro esta crónica/novela es la separación entre el mundo de los
despachos y la calle. Y como fondo, un país que, a pesar de lo que
piensa B. Brecht, necesita héroes/dirigentes que inicien y articulen
con los nuevos movimientos sociales un nuevo periodo constituyente y den
por finalizado este esperpento de transición que hasta puede terminar,
no en comedia, sino en un tablado de marionetas cuyos hilos son
manejados por los dueños de otra barbarie.
Mundo Obrero: La realidad descrita en esta crónica novelada, y articulada en secuencias dialogadas, posiblemente es conocida por los lectores a través de los medios de comunicación. ¿Qué dimensión aportan los encuentros y desencuentros de los personajes? ¿Intentan clarificar las noticias que ya saben?
Felipe Alcaraz: La disciplina de la derrota, que es el volumen II de la trilogía “Los días de la gran crisis”, está dedicado de manera especial a aquellas personas que, tras la publicación del volumen I (Tiempo de ruido y soledad), reconociendo a veces que era la primera novela que leían, me decían que les había ayudado a comprender lo que estaba ocurriendo, es decir, a ver la cara oculta de las noticias y a descubrir las “verdades” fabricadas. El tonto no es solo el que cuando alguien señala a la luna mira al dedo, sino también aquel que sólo mira la cara visible, la cara oficial o “normal” de las cosas. Hay una cara oculta, a veces sutil, a veces abrupta y bestial. O, en todo caso, hay una lógica, un hilo conductor oculto. A esa lógica oculta se refieren estas novelas-crónica.
M.O.: La mayoría de los personajes son reales, otros parece que detrás de sus nombres se esconden protagonistas de carne y hueso. ¿Esta mezcla busca lo que se llama “verosimilitud”?
F.A.: Se trenzan los personajes reales con los inventados, que a veces son los más verosímiles. En este caso hay un personaje que recorre la novela, como una especie de referencia permanente: Furnieles, el viejo republicano. Bueno, no es la primera vez que se hace a la hora de concebir novelas episódicas, de perfil histórico. Por debajo del estado oficial y de la sociedad del espectáculo también hay vida. Es esa política real, esa microfísica del poder ciudadano, de la gente real, que en las democracias representativas suele pasar, a través de procesos mediáticos de conformismo y resignación, de ciudadano a consumidor o cliente. Los antagonistas de la novela son los derrotados de las democracias representativas, que ahora emergen con fuerza, e incluso gritan a veces: que no nos representan, que no. O gritan frente a esa pedagogía que les pide ser realistas y aceptar los límites: Sí, se puede.
M.O.: La portada lleva unos versos del poema “Son todos felices” de Luis Cernuda: Un poema airado, de indignación, diríamos hoy, sin embargo la derrota, según el protagonista, Gregorio Pruaño, sería una reflexión entre la acción y la acción
F.A.: Hay una cita del Che Guevara: la vida no consiste en celebrar victorias, sino en superar derrotas. O como decía aquel famoso jugador de baloncesto: ¿Cómo quieres ganar si no has aprendido a perder? Hay algo de esto. No se trata tanto del sabor romántico de los perdedores, cuanto de aprender la derrota desde el punto de vista de la resistencia, sabiendo, además, que vamos perdiendo como clase y que, por tanto, hay que conocer los términos de esa derrota para poder dar las alternativas consecuentes.
M.O.: Un protagonista personaje entiende la lucha política como una partida de ajedrez. ¿Entonces, dónde has quedado la estrategia y la táctica como colofón de la reflexión y el debate?
F.A.: La política a veces, sobre todo en la lógica de los aparatos, o en los escenarios tal como se conciben a partir de Maquiavelo, se convierte en una especie de ajedrez, con tendencia a reportaje de papel couché en la realidad cutre de la postmodernidad actual. La historia, sin embargo, la hacen las masas. Se intenta en La disciplina de la derrota tematizar esta disyuntiva, estos dos planos, no tanto desde el punto de vista de la heroicidad, cuanto desde el punto de vista de la conciencia crítica y del atreverse a desobedecer.
M.O.: El libro termina con el relato, muy hermoso, por cierto, de un momento de la batalla del Jarama. ¿Por qué esta lucha reivindicativa no ha alcanzado sus últimas consecuencias?
F.A.: Aparte de un modesto homenaje a aquella lucha, y al papel notable de las Brigadas Internacionales, es una llamada a mantener el grito “No pasarán”, aunque pasen. El problema no es que hayan pasado físicamente, sino que pasen ideológicamente. La derrota se convierte en rendición cuando se asume la modernización. Cuando hace 20 años nos oponíamos fieramente a lo que significaban Maastricht y el Banco Central Europeo, Felipe González descalificó a Julio Anguita diciéndole que era un ser de otra Galaxia. Las consecuencias de todo aquello son la base argumental de esta novela. Esta crisis-estafa, este estrujón obsceno y mortal que el capitalismo les da a los trabajadores. Por lo tanto, aunque pasen hay que seguir gritando el no pasarán. Y rechazar las resignaciones disfrazadas de modernidad. Nosotros no pertenecemos al pacto estratégico suscrito en Europa entre los neoliberales y los socialdemócratas.
M.O.: El discurso ideológico de la crónica/novela se rompe con inserciones de “tuits” y transcripciones de blog. Diríamos que los “tuits” se han hecho carne de papel. Una novedad formal que me gustaría saber su finalidad
F.A.: Aparece el 15M como personaje colectivo. Los tuits que se cruzan son la técnica que he elegido para caracterizar a este personaje colectivo, que se basa en su anonimato, en su masividad, en su indignación, y que inaugura temas que a partir de ahora van a ser de enorme importancia en la acción política, como la “desobediencia civil”. El 15M, el 25S, las mareas, la salida masiva a la calle de la sociedad civil ha generado un periodo muy importante de repolitización, de universidad popular de la política. La política no consiste únicamente en representar a la gente, también en ser gente. Se nos había olvidado esta dimensión al margen de la liturgia general y los cortejos previstos, en este país cruzado por una paz social interminable y que posiblemente no esperaba estas nuevas emergencias.
M.O.: Creo que su vida merece una biografía, como lo considera también el protagonista/editor, pero su proyecto no lo puede llevar a cabo porque nadie quiere colaborar. Entonces, si el protagonista es un trasunto o el alter ego del autor, ¿quién teme a Felipe Alcaraz?
F.A.: Hay, en principio, una metáfora crítica de la disolución de la memoria en la postmodernidad. Y aparte un rechazo de la estatua, del homenaje hagiográfico. Precisamente una de las críticas más crudas del libro es la que recibe Pruaño, sin que se produzca una respuesta, una argumentación justificativa. De esta especie de contramemoria, contrabiografía, o como quiera llamarse, arrancará la tercera parte de esta trilogía, posiblemente con el título de Serpentario (una voz recientemente recogida por la R.A.E.: criadero de serpientes).
M.O.: ”La política como gestión de lo establecido no me interesa”, leemos en un “tuit” del protagonista: ¿Luego es la calle la que cree en otra forma de combate?
F.A.: Sí, gestión mecánica de lo establecido, sabiendo que no es igual poder que gobierno, y que los gobiernos actuales son simples peones del poder real: la llamada dictadura de los mercados. Por eso se habla de un hervor constituyente, de la necesidad de un poder nuevo en base a la rebeldía y la sublevación civil y política. Hay que responder a ese poder constituyente de adversario que ha adelantado algo más que peones, más bien alfiles, cuando introduce el artículo 135 nuevo de la Constitución y consagra el poder de la deuda y de la banca a través de la actuación del bipartidismo, que es la forma política del nuevo poder turbocapitalista. Yo concibo al PCE y a IU como una alternativa revolucionaria al neoliberalismo, basada en una acumulación de fuerza a través de un proceso constituyente asentado en la movilización. Es decir, lo que ha sido la última asamblea de IU.
Mundo Obrero: La realidad descrita en esta crónica novelada, y articulada en secuencias dialogadas, posiblemente es conocida por los lectores a través de los medios de comunicación. ¿Qué dimensión aportan los encuentros y desencuentros de los personajes? ¿Intentan clarificar las noticias que ya saben?
Felipe Alcaraz: La disciplina de la derrota, que es el volumen II de la trilogía “Los días de la gran crisis”, está dedicado de manera especial a aquellas personas que, tras la publicación del volumen I (Tiempo de ruido y soledad), reconociendo a veces que era la primera novela que leían, me decían que les había ayudado a comprender lo que estaba ocurriendo, es decir, a ver la cara oculta de las noticias y a descubrir las “verdades” fabricadas. El tonto no es solo el que cuando alguien señala a la luna mira al dedo, sino también aquel que sólo mira la cara visible, la cara oficial o “normal” de las cosas. Hay una cara oculta, a veces sutil, a veces abrupta y bestial. O, en todo caso, hay una lógica, un hilo conductor oculto. A esa lógica oculta se refieren estas novelas-crónica.
M.O.: La mayoría de los personajes son reales, otros parece que detrás de sus nombres se esconden protagonistas de carne y hueso. ¿Esta mezcla busca lo que se llama “verosimilitud”?
F.A.: Se trenzan los personajes reales con los inventados, que a veces son los más verosímiles. En este caso hay un personaje que recorre la novela, como una especie de referencia permanente: Furnieles, el viejo republicano. Bueno, no es la primera vez que se hace a la hora de concebir novelas episódicas, de perfil histórico. Por debajo del estado oficial y de la sociedad del espectáculo también hay vida. Es esa política real, esa microfísica del poder ciudadano, de la gente real, que en las democracias representativas suele pasar, a través de procesos mediáticos de conformismo y resignación, de ciudadano a consumidor o cliente. Los antagonistas de la novela son los derrotados de las democracias representativas, que ahora emergen con fuerza, e incluso gritan a veces: que no nos representan, que no. O gritan frente a esa pedagogía que les pide ser realistas y aceptar los límites: Sí, se puede.
M.O.: La portada lleva unos versos del poema “Son todos felices” de Luis Cernuda: Un poema airado, de indignación, diríamos hoy, sin embargo la derrota, según el protagonista, Gregorio Pruaño, sería una reflexión entre la acción y la acción
F.A.: Hay una cita del Che Guevara: la vida no consiste en celebrar victorias, sino en superar derrotas. O como decía aquel famoso jugador de baloncesto: ¿Cómo quieres ganar si no has aprendido a perder? Hay algo de esto. No se trata tanto del sabor romántico de los perdedores, cuanto de aprender la derrota desde el punto de vista de la resistencia, sabiendo, además, que vamos perdiendo como clase y que, por tanto, hay que conocer los términos de esa derrota para poder dar las alternativas consecuentes.
M.O.: Un protagonista personaje entiende la lucha política como una partida de ajedrez. ¿Entonces, dónde has quedado la estrategia y la táctica como colofón de la reflexión y el debate?
F.A.: La política a veces, sobre todo en la lógica de los aparatos, o en los escenarios tal como se conciben a partir de Maquiavelo, se convierte en una especie de ajedrez, con tendencia a reportaje de papel couché en la realidad cutre de la postmodernidad actual. La historia, sin embargo, la hacen las masas. Se intenta en La disciplina de la derrota tematizar esta disyuntiva, estos dos planos, no tanto desde el punto de vista de la heroicidad, cuanto desde el punto de vista de la conciencia crítica y del atreverse a desobedecer.
M.O.: El libro termina con el relato, muy hermoso, por cierto, de un momento de la batalla del Jarama. ¿Por qué esta lucha reivindicativa no ha alcanzado sus últimas consecuencias?
F.A.: Aparte de un modesto homenaje a aquella lucha, y al papel notable de las Brigadas Internacionales, es una llamada a mantener el grito “No pasarán”, aunque pasen. El problema no es que hayan pasado físicamente, sino que pasen ideológicamente. La derrota se convierte en rendición cuando se asume la modernización. Cuando hace 20 años nos oponíamos fieramente a lo que significaban Maastricht y el Banco Central Europeo, Felipe González descalificó a Julio Anguita diciéndole que era un ser de otra Galaxia. Las consecuencias de todo aquello son la base argumental de esta novela. Esta crisis-estafa, este estrujón obsceno y mortal que el capitalismo les da a los trabajadores. Por lo tanto, aunque pasen hay que seguir gritando el no pasarán. Y rechazar las resignaciones disfrazadas de modernidad. Nosotros no pertenecemos al pacto estratégico suscrito en Europa entre los neoliberales y los socialdemócratas.
M.O.: El discurso ideológico de la crónica/novela se rompe con inserciones de “tuits” y transcripciones de blog. Diríamos que los “tuits” se han hecho carne de papel. Una novedad formal que me gustaría saber su finalidad
F.A.: Aparece el 15M como personaje colectivo. Los tuits que se cruzan son la técnica que he elegido para caracterizar a este personaje colectivo, que se basa en su anonimato, en su masividad, en su indignación, y que inaugura temas que a partir de ahora van a ser de enorme importancia en la acción política, como la “desobediencia civil”. El 15M, el 25S, las mareas, la salida masiva a la calle de la sociedad civil ha generado un periodo muy importante de repolitización, de universidad popular de la política. La política no consiste únicamente en representar a la gente, también en ser gente. Se nos había olvidado esta dimensión al margen de la liturgia general y los cortejos previstos, en este país cruzado por una paz social interminable y que posiblemente no esperaba estas nuevas emergencias.
M.O.: Creo que su vida merece una biografía, como lo considera también el protagonista/editor, pero su proyecto no lo puede llevar a cabo porque nadie quiere colaborar. Entonces, si el protagonista es un trasunto o el alter ego del autor, ¿quién teme a Felipe Alcaraz?
F.A.: Hay, en principio, una metáfora crítica de la disolución de la memoria en la postmodernidad. Y aparte un rechazo de la estatua, del homenaje hagiográfico. Precisamente una de las críticas más crudas del libro es la que recibe Pruaño, sin que se produzca una respuesta, una argumentación justificativa. De esta especie de contramemoria, contrabiografía, o como quiera llamarse, arrancará la tercera parte de esta trilogía, posiblemente con el título de Serpentario (una voz recientemente recogida por la R.A.E.: criadero de serpientes).
M.O.: ”La política como gestión de lo establecido no me interesa”, leemos en un “tuit” del protagonista: ¿Luego es la calle la que cree en otra forma de combate?
F.A.: Sí, gestión mecánica de lo establecido, sabiendo que no es igual poder que gobierno, y que los gobiernos actuales son simples peones del poder real: la llamada dictadura de los mercados. Por eso se habla de un hervor constituyente, de la necesidad de un poder nuevo en base a la rebeldía y la sublevación civil y política. Hay que responder a ese poder constituyente de adversario que ha adelantado algo más que peones, más bien alfiles, cuando introduce el artículo 135 nuevo de la Constitución y consagra el poder de la deuda y de la banca a través de la actuación del bipartidismo, que es la forma política del nuevo poder turbocapitalista. Yo concibo al PCE y a IU como una alternativa revolucionaria al neoliberalismo, basada en una acumulación de fuerza a través de un proceso constituyente asentado en la movilización. Es decir, lo que ha sido la última asamblea de IU.
Publicado en el Nº 259 de la edición impresa de Mundo Obrero abril 2013
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