viernes, 4 de julio de 2008

PAPELES

PAPELES DE SON ARMADANS Año I Tomo II Num. IV Madrid- Palma de Mallorca, Julio MCMLVI

La poesía como género literario

En mi Teoría de la expresión poética afirmé que el fenómeno llamado vulgarmente "poesía" no es otra cosa que un grado superior de la expresividad propia del lenguaje ordinario. (Entiendo por lenguaje ordinario expresivo el que no apresa sólo conceptos, sino también sentimientos o percepciones sensoriales; así, cuando alguien asegura de otro que "es un burro", o que "es tan listo que se pierde vista"). En tales casos, el lenguaje conversacional, como la poesía, aunque con menos vastedad y complejidad que ésta, acierta a plasmar en la frase un contenido anímico tal como es, única misión de la faena lírica sensu stricto. En otras ocasiones, el habla cotidiana logra lo mismo por otros medios, medios ya no verbales, (el tono de la voz, el gesto, etc.), y, por tanto, ya no poéticos, pues el poeta se vale sólo de palabras y de sus relaciones, no de la mímica ni de los diversos recursos de que podemos servirnos en la conversación. En momentos tales, la palabra seguirá siendo artística, pero no debemos seguir llamándola poética. El lenguaje de todos los días es una mezcla de varias artes: la del mimo, la del poeta, la del actor.
De todo ello ha de quedar, en lo que nos importa, la idea de que la expresividad del lenguaje coloquial, cuando está lograda por medios meramente verbales, no se diferencia en nada esencial de la expresividad estrictamente poética. Podemos con todo rigor pensarla como poesía, y sólo cuando nos instalamos en tal pensamiento, el mecanismo lírico empieza a cedernos alguna de sus sombras. En fin, para decirlo violentamente y de una vez: no encuentro la menor diferencia sustantiva entre el mejor soneto de Shakespeare y la metafórica frase "eres un burro" que un indignado pronuncia para demostrar a un inferior su desdén. Claro está que media una distancia entre ese par de relidades verbales; una enorme distancia. Pero tal separación no se ahonda en un abismo, sino que se despliega en una suave llanura, todo lo extensa que se quiera, transitable en toda su longitud. En pocas palabras: las grandes diferencias que se registran son cuantitativas, no cualitativas. La intuición depositada en el soneto de Shakespeare es riquísima y de alto alcance; la depositada en la frase corriente que acabo de mencionar es de extremada pobreza y limitación. No importa: ambas son, en el fondo, la misma cosa, poesía, pues ambas nos comunican sin falsificación la representación anímica (compleja o simple) que un espíritu humano ha contemplado previamente dentro de sí mismo (ya como imagen de una realidad externa, ya como imagen de una realidad íntima).
Después de escribir lo que antecede, el autor levanta la pluma del papel un momento y se para a escuchar la razonable objeción que inmediatamente se le ha ocurrido a una mayoría de lectores. Éstos le dicen, levemente escandalizados: ¿pero no cree usted que entre ese soneto de Shakespeare y la frase citada por usted ("eres un burro") hay también una más radical discrepancia, no ya cuantitativa, sino verdaderamente substancial, la voluntad de arte, ostentada por el poeta y no por el hombre cotidiano?
No es posible discutir que Shakespeare haya tenido voluntad de arte mientras no ha tenido esa voluntad el Perico de los Palotes que se nos ha enfadado en nuestro ejemplo. Tampoco resulta cuestionable el hecho de que tal diferencia sea importante y hasta importantísima; lo que niego es que sea cualitativa, pese a las apariencias. Las apariencias, en efecto, nos llevarían a opinar, superficialmente, lo contrario. Pues la voluntad artística hace que lo escrito entre a participar de un género literario convencional (en nuestro caso, el género llamado "poesía lírica") que exige una actitud especial del lector; y como esa actitud es un indudable ingrediente del poema leído, a primera vista, tenderíamos a considerarla como sustantiva y no adjetiva. A tal propósito, el escritor catalán Maurici Serrahima recuerda la jugosa anécdota de Jules Renard en su novela Poil de carotte. Ligeramente modificada, hela aquí: Un niño escribe una carta a su padre, el cual, al leerla, reprocha a su hijo el tono altisonante y enfático de la misiva. El niño dice: "padre, no te has dado cuenta de que la carta está escrita en verso". Cuando abrimos un libro de poemas sabemos que se trata de poesía y no de novela o de otra clase de literatura (la epistolar, por ejemplo), y que las palabras están allí usadas según unas convenciones especiales, unas "leyes", no necesariamente formuladas en las preceptivas. Ocurre aquí algo semejante a lo que pasa cuando vamos al teatro. Hemos llegado tarde sin saber qué género de obra representan. Pensamos acaso que se trata de un drama. Lo primero que vemos es una situación que nos parece inverosimil. Juzgamos entonces la pieza como mediocre, si no como absurda. Pero pronto nos percatamos de que la obra es una farsa. "¡Ah, decimos, es una farsa! ¡Eso es otra cosa!". Y es que la situación, inverosímil dentro del género drama o alta comedia, es verosímil en el interior de esa otra especie teatral. La verosimilitud o la inverosimilitud de una composición literaria no podemos, pues, imaginarla como cosa fija, inmutable y abstractamente deducible, sino sólo a través del género y aún del subgénero artístico en que una u otra se instalen.
El género literario se nos ofrece así como algo de capital importamcia, que no hemos de confundir con importancia esencial. Precisamente la comparación a que acabamos de aludir nos pone en la pista de cuál sea la función que cumple el género literario "poesía" dentro de la abarcadora "comunicación por medio de meras palabras", peculiar tanto de la poesía propiamente dicha como de la expresividad del lenguaje ordinario. Esa función consiste únicamente en proporcionar vero similitud al contenido anímico propuesto y hacerlo aceptable por el lector, al suprimir, por ejemplo (sigo, por su máxima sencillez, el caso citado de la carta del niño a su padre), la impresión de énfasis que, por lo inadecuada, resultaría intolerable, obstaculizadora de la comunicación que toda lírica pretende alcanzar. (Lamento tener que usar aquí un concepto como el de "aceptación", que sólo en la próxima edición de mi Teoría de la expresión poética cobrará la plenitud de su significado. Creo, sin embargo, que puede ser ya suficientemente inteligible). Nótese que la pretensión del poeta coincide con lo realizado por la frase "eres un burro": en ser comunicación sin falsía de una intuición; y obsérvese, sobre todo, que el género literario llamado vulgarmente "poesía" sólo existe como medio para que esa comunicación se produzca. ¿Significa esto que la realidad interior comunicada por la poesía sensu stricto es de diferente índole que la masa psíquica expresivamente transmitida por el hombre de la calle, puesto que la primera requiere para su plasmación un instrumento (el género literario) que no precisa la segunda? Nadie, pienso yo, contestará negativamente a tal pregunta. Ahora bien: la presencia del género literario no indica una diferencia esencial entre los dos fenómenos que contraponemos. Si se hace necesaria tal presencia en un caso y en otro no, es sólo para poder transmitir correctamente la mayor complejidad y vastedad que antes denunciábamos como propia de la intuición poética con respecto a la relativa pobreza y simplicidad de la expresividad cotidiana. En suma: el género literario "poesía" y la actitud que comporta, es el medio de que el poeta se vale para hacer verosímil, aceptable por el lector, la forma que aquél necesita si quiere comunicar adecuadamente unas intuiciones que son, como acabamos de repetir, mucho más ricas que las del lenguaje de todos los días. Repitamos lo dicho en una fórmula más diáfana y resumidora. La diferencia entre un soneto de Shakespeare y la frase "eres un burro" es únicamente de cantidad. Pero la "cantidad" de la intuición shakesperiana requiere un lenguaje mucho más complejo que el usual; un lenguaje de uso imposible, por impertinente, en el diario coloquio; un lenguaje que sólo se nos torna idóneo cuando lo escuchamos como "poesía lírica", o sea, como género literario. La discrepancia señalada para la poesía (el género literario) es así, simplemente, la manifestación externa, formal, de una diferencia cuantitativa, no cualitativa, de contenido y, por consiguiente, no afecta, como en un principio adelanté, a la esencia de los dos fenómenos comparados (expresividad vulgar y poesía) que permanece, en ambos, idéntica.
Carlos Bousoño Papeles de Son Armadans Año I Tomo II. Num. IV

PAPELES DE SON ARMADANS Año I Tomo II Num IV (Contraportada)
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LXXI

N0 hagas más duelo, cuando muerto esté, por mí
que en lo que oigas a los broncos campaniles
al mundo dar aviso de que me partí
del vil mundo a morar con los gusanos viles.

Y aun si este verso lees, no des en remembrar
qué mano lo escribió; porque te amo tanto
que en tus memorias dulces muerto quiero estar
si de pensar en mí ha de brotar tu llanto.

Oh, si echas -digo- una mirada a este renglón,
cuando yo acaso con la arcilla ya me amase,
no llegues de mi pobre nombre a hacer mención,
sino deja tu amor que con mi vida pase,

no sea que el docto mundo, si llorar te ve,
de ti por mí se burle, cuando yo no esté.

William Shakespeare The Sonnets/Sonetos de amor Traducción de Agustín García Calvo Ed. Anagrama Barcelona 1983

jueves, 3 de julio de 2008

FULGOR



Julio Vaquero EL FULGOR 1998 Óleo, temple, resinas y plásticos sobre tabla Col. Part. Catálogo Fundación Sorigué Sala Parés Barcelona 2003

"Sí, el fulgor: el rayo oscuro, la aparición o desaparición del cuerpo o del poema en los bordes extremos de la luz".

I

En lo gris,
la tenue convicción del suicidio.

El verano tenía la piel húmeda.

Se pegaba secreta en los residuos
del paladar la sed.

Crecieron escondidas las arañas
envolviendo la voz en improbables
redes.

Pálidos
caían uno a uno los muñecos
abatidos del alba.
Acaso tú
con lento amor
los fueras destruyendo.

Se pega jadeante
la piel del aire
al cuerpo del durmiente.

No estoy. No estás.
No estamos. No estuvimos nunca
aquí donde pasar
del otro lado de la muerte
tan leve parecía.
José Ángel Valente El Fulgor

70

POESÍA SETENTA - MÚMERO CERO Granada 1968 Director Juan de Loxa Portada, ilustración y confección Claudio Sánchez Muros

POEMA EN RITMO MENOR DE "SONES SOLOS"

Ah tierra tierra pon tu cuerpo a tierra
tierra tierra gitano tierra comba
paraíso gitano luna siembra
siembra siembra gitano siembra sombra

Ah tierra pon tu cuerpo a tierra muerta
muerta gitano la esperanza muerta muerta
gitano la esperanza muerta muerta muerta

Ah pon tu cuerpo a tierra tierra tierra
y siembra siembra siembra siembra-
te en el cuenco del ojo tierra tierra

en la limosna de las manos tierra
en la lengua el escupitajo ¡escúpeles!
con asco el asco de la tierra! MUERTA
José Heredia Maya Poesía 7o nº 0

(Contraportada)
Poema de Fanny Rubio

martes, 1 de julio de 2008

SUICIDIO




"/29 de diciembre/. ¡Cuántos han querido suicidarse, y se han conformado con romper sus fotografías!"


Jules Renard Diario /1887-1910/ Barcelona Ramdon House Mondadori, 2008 Col. DeBolsillo 624 Ed. traducción y prólogo de Josep Massot e Ignacio Vidal-Folch pág. 26

... y gracias Juan, por la cita.

ESPEJO

Lewis Carroll Niñas Edición de J. L. Giménez Frontín Traducciones J. L. Giménez Frontín y Marta Pessarrodona Diseño gráfico Angel Jové Editorial Lumen, Barcelona 1980



Niña de pura y apacible frente
y de asombrados ojos soñadores,
aunque el tiempo es veloz y una del otro
estemos separados la mitad de una vida,
tu adorable sonrisa acogerá, gozosa,
el presente amoroso de mi cuento.
Ya no veo tu rostro deslumbrante,
ya no oigo tu risa plateada:
no habrá lugar para un recuerdo mío
en años juveniles que se te avecinan.
Me basta con que ahora no te niegues
a escuchar este cuento.
Un cuento empezado en otros días,
cuando el sol del verano refulgía
-un simple carillón acompasaba
el ritmo de los remos-
cuyos ecos perduran en mi mente
aunque el tiempo, envidioso, diga "olvida".
Ven, pues, escucha, antes de que la voz de un sueño,
presagio de amargas ataduras,
te reclame al malamado lecho,
doncella melancólica.
Querida, somos niños mayores,
también tenemos miedo a que llegue la noche.
Fuera, la escarcha, la nieve cegadora,
la locura del viento de tormenta.
Dentro, el destello rojo del fuego en el hogar
y el nido de alegría de los años de niño.
Estas palabras mágicas cautivarán tu alma;
no escucharás el huracán, violento.
Y aunque, quizás, la sombra de un suspiro
atraviese el relato, temblorosa,
por los felices días del verano idos
y el esplendor perdido del estío,
no empañará un aliento de amargura
el placer de este cuento.
Lewis Carroll (De A través del espejo)

1950


Antonio Gallego y Burín GRANADA Guía del viajero IMPRENTA JOSÉ Mª VENTURA HITA. Mesones 52 2ª edición Granada 1950

[...]
Vida cultural.- En la época árabe, la Madraza granadina, fundada por Yusuf I, fué uno de los centros donde las ciencias del Islam tuvieron brillante floración. Al conquistar el reino los cristianos se esforzaron en difundir en él su lengua y su cultura, creando escuelas que, con la Universidad establecida por Carlos V, en 1526, sustituyeron aquellas actividades espirituales por otras de tipo europeo que alcanzaron lucido desarrollo y contaron con famosos maestros. Absorbida hoy por la capital la vida de la región, su movimiento cultural se centra en su Universidad, que cuenta con cinco Facultades (Letras, Ciencias, Derecho, Medicina y Farmacia), una Escuela de Estudios Árabes y un Hogar para estudiantes musulmanes. Granada tiene, además, dos Institutos nacionales de Segunda Enseñanza, Escuelas Normal de Maestros, de Comercio, Trabajo, Social y de Artes e Industrias, Seminario, Conservatorio de Música, Academias de Bellas Artes, de la Alhambra y de Turismo; interesantes Archivos y buenas Bibliotecas, que hacen de esta ciudad un gran centro cultural que, por otra parte, ofrece a los que deseen trabajar en ella excelentes lugares de educación y alojamiento, como Colegios mayores universitarios, residencias de señoritas, y pensiones recomendables.

Carácter, costumbres y fiestas.- El hecho de haber sido Granada un país sin Edad Media cristiana, ya que su medievo lo ocupa la historia del pueblo musulmán, ha influído decisivamente en su conformación espiritual. Cuantos en Granada quedaron después de su conquista, sometidos o conversos, y los judíos que eran muchos, se mezclaron con los nuevos pobladores (castellanos, gallegos, aragoneses, etc.), dominando la ciudad el pequeño núcleo de los conquistadores y, bajo esto y en confusión revuelta, el conglomerado de caracteres y de razas que el tiempo fué mezclando hasta llegar a modelar un nuevo tipo, nacido de una lucha terminada en abrazo, en el que el amor y el odio iban fundidos. Así, habló Vélez de Guevara, refiriéndose al poeta granadino Cubillo de Aragón, de aquel "fuego que todos los que nacen en este clima tienen". Fogosos y espiritualmente complicados, cerradamente localistas a veces y, a veces también, por paradoja, dejando escapar su espíritu tras todo valor universal, los granadinos, andaluces ariscos, más irónicos que alegres y, cuando alegres, sóbrios en su alegría, más concentrados que expansivos, de inteligencia ágil y percepción aguda, ponen su acento sutil y grave en el idioma íntimo de Andalucía, como Córdoba viene a dejar en ella un vago eco romano. Acentúa este carácter un matiz de indolencia en el que poya un concepto fatalista de la vida, que los defiende del entusiasmo inmediato y fácil, tendencia manifestada en refranes y modalidades expresivas de su lenguaje. Estas notas, y el peso de un ambiente cargado de sugestiones estéticas, facilitan entre la gente del pueblo el desarrollo de facultades artísticas creadoras de una tradición que ha llegado hasta nuestros días, en los que una actividad nueva preside la vida de Granada que, en los últimos años, ha ampliado su comercio, acrecentado su industria y, abandonando la quietud de los tiempos pasados, que amenazaba petrificarla, ha olvidado el gesto narcisista y estéril de la propia contemplación. Pero, no por ello Granada ha dejado de sentir sobre sí el peso de una historia de la que nunca podrá desasirse. Y la vieja solera granadina, aroma hoy de odres nuevos, conservando, con instinto certero, el caudal de sus tradiciones y costumbres, especialmente, en rincones de la provincia a los que las dificultades de comunicaciones han mantenido aislados mucho tiempo. Aún pueden recogerse en lugares del Marquesado y de la Alpujarra viejos cantos y leyendas y saborear añejas costumbres en festejos, peregrinaciones y romerías, mantenidos con sus antiguos perfiles.
Y, en cuanto a la capital, también perduran en ella costumbres tan populares como las de los "mecedores", que llenan, en los primeros meses del año, los aires de la huertas y la Vega con la alegría de sus coplas; o el juego de las "pasaderas", en el cauce del río Darro; o las castizas verbenas de los días de la Cruz, S. Juan, S. Pedro, etc.; o las ferias de septiembre, en las que mozos y mozas; bailan en patios y plazas marcando en ellos su titmo nervioso las danzas gitanas y quebrando la cadencia de su acento la "granadina", hijas menores de nuestro "cante jondo". De esos y otros festejos, prolijos de enumerar, destacan las fiestas del Santísimo Corpus Christi, que son las oficiales de la ciudad, instituídas por los Reyes Católicos a raíz de la conquista y cuya celebración coincide en su comienzo con el mismo día del Corpus en el que se celebra la tradicional procesión que, con la de Toledo, es de las más fastuosas de España. Este fausto se comparte con la Semana Santa, durante la cual desfilan numerosas Cofradías, con bellísimas imágenes de Pablo de Rojas, Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, José de Mora, José Risueño y Torcuato Ruiz del Peral. Otras fiestas interesantes son las del 1 y 2 de Enero, conmemoración de la conquista de la ciudad por los cristianos; la del 1 de Febrero, día del Patrón S. Cecilio; la de S. Miguel, el 29 de Septiembre, en el que se celebra una tradicional romería a la Ermita del Santo y, junto a éstas, devociones tan fervorosas como la visita de los Viernes al Cristo de los Favores, o la que, con aire de peregrinación diaria se reliza al templo de la Patrona, la Virgen de las Angustias, al que acuden los granadinos, de 6 a 8 de la tarde. En esas horas, el movimiento de la población se centra en la Carrera del Génil, Acera del Casino y calle de Reyes Católicos, los más importantes núcleos de la vida ciudadana, cuyo punto de convergencia es la Puerta Real.
La atracción de la Alhambra -monumento y paisaje- lleva a aquellos palacios y jardines gran cantidad de gente, que invade sus paseos, especialmente los días festivos, en los que es gratuíta la visita al monumento.
Un agudo contraste con la población moderna ofrece el Albaicín, que produce la impresión de una ciudad del s. XVIII. Aislado en lo alto de una colina, cruzado por estrechas y retorcidas callejas, la vida tiene allí un ritmo lento, sin que la turbe el menor ruido. Hasta sus habitantes, en una gran parte, parecen sentirse desligados del resto de Granada, a la que muchos no visitan durante meses y aún años enteros, pues aquel barrio cuenta con todos los medios necesarios a su subsistencia. Sembrado de típicos rincones y de casas menudas y características, el Albaicín ofrece unode los más interesantes aspectos de esta Andalucía inmóvil y callada que Granada encarna, como si su vida se hubiese paralizado ante la impresionante belleza del paisaje, al que el Albaicín abre sus ojos desde sus mil variados rincones y desde el recato íntimo y oloroso de sus "cármenes", evocadores de la Granada que vivió ocho siglos bajo el signo del Islam y que la conquista cristiana marcó con las más nobles huellas de un Renacimiento que aquí tiene color y vida nuevos.
[...]
A. Gallego y Burín GRANADA Guía del viajero

FÉLIX GRANDE.


Félix Grande Blanco spirituals premio casa de las américas 1967 el bardo, colección de poesía dirigida por José Batlló Portada de Alberto Corazón 1ª edición La Habana 1967 2ª edición Barcelona 1969

POR LOS BARRIOS DEL MUNDO VIENE SONANDO UN LENTO SAXOFÓN

MIENTRAS que Wiliam Faulkner
haya los agrios del lenguaje,
hoza en Yoknapatawpha
levantándola, hirviéndola,
cuida la construcción feroz
de una nueva novela y cuida
su innegable talento epilepsíaco;
mientras que William Faulkner
irrumpe en el conflicto negro
con un relincho ambiguo, ahíto
de tradición, desprecio al Norte,
discurso estéril e insensato orgullo,
los negros, muchos negros,
algunos negros, inflamados de
la horrible historia del Mississippi,
con la memoria chorreando
por el sudor del algodón
y varios siglos de nuestros abuelos
retumbando a sus pies bajo el tiempo y la tierra,
cantan, vensen impelidos
a seguir componiendo
música entre paréntesis:
negro spirituals.

Mucho de lo que vimos
es vida entre paréntesis.
Blancos segando arroz en Tarragona
con el agua a los muslos,
las sanguijuelas de los arrozales
alimentándose de ellos.
Periódicos occidentales
informando de blancos muertos
en el frente, o de hambre,
o bajo un viejo caserón derruído.
Blancos en paro. Blancos en exilio.
Blancos dando betún
sobre sus cartucheras.
Blancos bebiendo el vino
de la derrota disfrazada.
Blancos buscando
la propia estimación en los burdeles.
Blancos meditativos, ingresando,
amargura sobre amargura,
en el cinismo, esa
sublimación para los faltos de recursos.
Del Sena al Plata,
del Támesis al Rin,
un tumor blanco busca desperdicios
y hurga en la realidad hostil
y en su razón, dispersa e inarmónica
de parietal a parietal.
Siglos también de abuelos blancos
entre jornadas de trabajo tensas,
fruta difícil, carne retorcida,
el barro insomne de las botas
de los soldados, el capote
de campaña, la emisora que menciona
el Mississipi blanco,
el blanco linchamiento con bala,
la actividad enfebrecida
del ginecólogo oficiando
sobre el mantel que el tirón de la guerra
arrojará en el suelo
quebrando su momentáneo contenido;
los tugurios en donde
blancos desconcertados
se pliegan y se venden, borrachos
de vino y blancura injuriada,
siglos también de abuelos blancos
con sus ingenuos hospitales,
su herencia pavorosa, sus bolsillos
llenos de migas o sus sienes
llameantes de lucidez o de torsión.
hacen pensar en una música
con paréntesis, con incisos,
con bárbaros interrogantes,
con desconcierto, con corcheas de ojos,
mordentes de sarcasmo,
calderones de confusión,
accelerandos de vasto gruñido:
blanco spirituals.

(Tú lo sabes, James Baldwin:
no es sólo tu color.
Esa es la lenta trampa
que quisieran hacer reinar.
Tú lo sabes, James Baldwin:
te necesitan negro para odiarte,
para sobrevivir bajo su miedo
mediante el odio. Pero,
tú lo sabes, James Baldwin:
también te necesitan
desclasado, desocupado, disponible
para usarte los brazos
a bajo precio.* Extiendes
tu mirada en los barrios de Europa,
oteas los indios sudamericanos,
te achicharras sobre la India,
te sumes en las periferias
de las ciudades industriales
y ves hermanos de otras razas
discriminados, repudiados
en la otra piel del hombre: el sueldo,
en la otra piel del hombre: la cultura,
en la otra piel del hombre:
la libertad.
Tienes hermanos de otras razas,
todo sudor es familiar,
toda miseria lleva
escupitajos en la piel.)

De Charlie Parker a Edith Piaf
un diluvio de negro spirituals
y de blanco spirituals llueve
sobre la civilización;
llueve piaff, llueve parker, llueven
Discépolo, John Coltrane, Billie Holliday.
Es un agua que se introduce
por las fisuras de los Parlamentos,
por las rendijas de los programas,
por los agujeros de la ONU,
empapa la estrategia, moja
a la inmortalidad y la encoge,
hincha las oscuras maderas
de los ataúdes y congela
todo el grandioso fuego de vivir.
Llueve toda la tarde, llueve
toda la noche: y tras la ventana
en que repiquetea la lluvia
ese diluvio es observado
por un blanco o un negro
mientras que suena un saxofón
y llueve.

* Entre 1915 y 1918 emigraron hacia las industrias del norte de los Estados Unidos medio millón de negros del Sur de los Estados Unidos. Para evitar la desbandada que tanto había jurado desear, el K.K.K. de los Estados Unidos desencadenó una campaña de terror. Tan pintoresca fraternidad dio como resultado setenta y siete negros linchados y catorce quemados en público: once de ellos, vivos. (Ver Los viajeros de la libertad, pág. 10. Edit. Fontanella, Barcelona. 1963.)

Félix Grande
BLANCO SPIRITUALS