Antonio Gallego y Burín GRANADA Guía del viajero IMPRENTA JOSÉ Mª VENTURA HITA. Mesones 52 2ª edición Granada 1950
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Vida cultural.- En la época árabe, la Madraza granadina, fundada por Yusuf I, fué uno de los centros donde las ciencias del Islam tuvieron brillante floración. Al conquistar el reino los cristianos se esforzaron en difundir en él su lengua y su cultura, creando escuelas que, con la Universidad establecida por Carlos V, en 1526, sustituyeron aquellas actividades espirituales por otras de tipo europeo que alcanzaron lucido desarrollo y contaron con famosos maestros. Absorbida hoy por la capital la vida de la región, su movimiento cultural se centra en su Universidad, que cuenta con cinco Facultades (Letras, Ciencias, Derecho, Medicina y Farmacia), una Escuela de Estudios Árabes y un Hogar para estudiantes musulmanes. Granada tiene, además, dos Institutos nacionales de Segunda Enseñanza, Escuelas Normal de Maestros, de Comercio, Trabajo, Social y de Artes e Industrias, Seminario, Conservatorio de Música, Academias de Bellas Artes, de la Alhambra y de Turismo; interesantes Archivos y buenas Bibliotecas, que hacen de esta ciudad un gran centro cultural que, por otra parte, ofrece a los que deseen trabajar en ella excelentes lugares de educación y alojamiento, como Colegios mayores universitarios, residencias de señoritas, y pensiones recomendables.
Carácter, costumbres y fiestas.- El hecho de haber sido Granada un país sin Edad Media cristiana, ya que su medievo lo ocupa la historia del pueblo musulmán, ha influído decisivamente en su conformación espiritual. Cuantos en Granada quedaron después de su conquista, sometidos o conversos, y los judíos que eran muchos, se mezclaron con los nuevos pobladores (castellanos, gallegos, aragoneses, etc.), dominando la ciudad el pequeño núcleo de los conquistadores y, bajo esto y en confusión revuelta, el conglomerado de caracteres y de razas que el tiempo fué mezclando hasta llegar a modelar un nuevo tipo, nacido de una lucha terminada en abrazo, en el que el amor y el odio iban fundidos. Así, habló Vélez de Guevara, refiriéndose al poeta granadino Cubillo de Aragón, de aquel "fuego que todos los que nacen en este clima tienen". Fogosos y espiritualmente complicados, cerradamente localistas a veces y, a veces también, por paradoja, dejando escapar su espíritu tras todo valor universal, los granadinos, andaluces ariscos, más irónicos que alegres y, cuando alegres, sóbrios en su alegría, más concentrados que expansivos, de inteligencia ágil y percepción aguda, ponen su acento sutil y grave en el idioma íntimo de Andalucía, como Córdoba viene a dejar en ella un vago eco romano. Acentúa este carácter un matiz de indolencia en el que poya un concepto fatalista de la vida, que los defiende del entusiasmo inmediato y fácil, tendencia manifestada en refranes y modalidades expresivas de su lenguaje. Estas notas, y el peso de un ambiente cargado de sugestiones estéticas, facilitan entre la gente del pueblo el desarrollo de facultades artísticas creadoras de una tradición que ha llegado hasta nuestros días, en los que una actividad nueva preside la vida de Granada que, en los últimos años, ha ampliado su comercio, acrecentado su industria y, abandonando la quietud de los tiempos pasados, que amenazaba petrificarla, ha olvidado el gesto narcisista y estéril de la propia contemplación. Pero, no por ello Granada ha dejado de sentir sobre sí el peso de una historia de la que nunca podrá desasirse. Y la vieja solera granadina, aroma hoy de odres nuevos, conservando, con instinto certero, el caudal de sus tradiciones y costumbres, especialmente, en rincones de la provincia a los que las dificultades de comunicaciones han mantenido aislados mucho tiempo. Aún pueden recogerse en lugares del Marquesado y de la Alpujarra viejos cantos y leyendas y saborear añejas costumbres en festejos, peregrinaciones y romerías, mantenidos con sus antiguos perfiles.
Y, en cuanto a la capital, también perduran en ella costumbres tan populares como las de los "mecedores", que llenan, en los primeros meses del año, los aires de la huertas y la Vega con la alegría de sus coplas; o el juego de las "pasaderas", en el cauce del río Darro; o las castizas verbenas de los días de la Cruz, S. Juan, S. Pedro, etc.; o las ferias de septiembre, en las que mozos y mozas; bailan en patios y plazas marcando en ellos su titmo nervioso las danzas gitanas y quebrando la cadencia de su acento la "granadina", hijas menores de nuestro "cante jondo". De esos y otros festejos, prolijos de enumerar, destacan las fiestas del Santísimo Corpus Christi, que son las oficiales de la ciudad, instituídas por los Reyes Católicos a raíz de la conquista y cuya celebración coincide en su comienzo con el mismo día del Corpus en el que se celebra la tradicional procesión que, con la de Toledo, es de las más fastuosas de España. Este fausto se comparte con la Semana Santa, durante la cual desfilan numerosas Cofradías, con bellísimas imágenes de Pablo de Rojas, Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, José de Mora, José Risueño y Torcuato Ruiz del Peral. Otras fiestas interesantes son las del 1 y 2 de Enero, conmemoración de la conquista de la ciudad por los cristianos; la del 1 de Febrero, día del Patrón S. Cecilio; la de S. Miguel, el 29 de Septiembre, en el que se celebra una tradicional romería a la Ermita del Santo y, junto a éstas, devociones tan fervorosas como la visita de los Viernes al Cristo de los Favores, o la que, con aire de peregrinación diaria se reliza al templo de la Patrona, la Virgen de las Angustias, al que acuden los granadinos, de 6 a 8 de la tarde. En esas horas, el movimiento de la población se centra en la Carrera del Génil, Acera del Casino y calle de Reyes Católicos, los más importantes núcleos de la vida ciudadana, cuyo punto de convergencia es la Puerta Real.
La atracción de la Alhambra -monumento y paisaje- lleva a aquellos palacios y jardines gran cantidad de gente, que invade sus paseos, especialmente los días festivos, en los que es gratuíta la visita al monumento.
Un agudo contraste con la población moderna ofrece el Albaicín, que produce la impresión de una ciudad del s. XVIII. Aislado en lo alto de una colina, cruzado por estrechas y retorcidas callejas, la vida tiene allí un ritmo lento, sin que la turbe el menor ruido. Hasta sus habitantes, en una gran parte, parecen sentirse desligados del resto de Granada, a la que muchos no visitan durante meses y aún años enteros, pues aquel barrio cuenta con todos los medios necesarios a su subsistencia. Sembrado de típicos rincones y de casas menudas y características, el Albaicín ofrece unode los más interesantes aspectos de esta Andalucía inmóvil y callada que Granada encarna, como si su vida se hubiese paralizado ante la impresionante belleza del paisaje, al que el Albaicín abre sus ojos desde sus mil variados rincones y desde el recato íntimo y oloroso de sus "cármenes", evocadores de la Granada que vivió ocho siglos bajo el signo del Islam y que la conquista cristiana marcó con las más nobles huellas de un Renacimiento que aquí tiene color y vida nuevos.
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Y, en cuanto a la capital, también perduran en ella costumbres tan populares como las de los "mecedores", que llenan, en los primeros meses del año, los aires de la huertas y la Vega con la alegría de sus coplas; o el juego de las "pasaderas", en el cauce del río Darro; o las castizas verbenas de los días de la Cruz, S. Juan, S. Pedro, etc.; o las ferias de septiembre, en las que mozos y mozas; bailan en patios y plazas marcando en ellos su titmo nervioso las danzas gitanas y quebrando la cadencia de su acento la "granadina", hijas menores de nuestro "cante jondo". De esos y otros festejos, prolijos de enumerar, destacan las fiestas del Santísimo Corpus Christi, que son las oficiales de la ciudad, instituídas por los Reyes Católicos a raíz de la conquista y cuya celebración coincide en su comienzo con el mismo día del Corpus en el que se celebra la tradicional procesión que, con la de Toledo, es de las más fastuosas de España. Este fausto se comparte con la Semana Santa, durante la cual desfilan numerosas Cofradías, con bellísimas imágenes de Pablo de Rojas, Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, José de Mora, José Risueño y Torcuato Ruiz del Peral. Otras fiestas interesantes son las del 1 y 2 de Enero, conmemoración de la conquista de la ciudad por los cristianos; la del 1 de Febrero, día del Patrón S. Cecilio; la de S. Miguel, el 29 de Septiembre, en el que se celebra una tradicional romería a la Ermita del Santo y, junto a éstas, devociones tan fervorosas como la visita de los Viernes al Cristo de los Favores, o la que, con aire de peregrinación diaria se reliza al templo de la Patrona, la Virgen de las Angustias, al que acuden los granadinos, de 6 a 8 de la tarde. En esas horas, el movimiento de la población se centra en la Carrera del Génil, Acera del Casino y calle de Reyes Católicos, los más importantes núcleos de la vida ciudadana, cuyo punto de convergencia es la Puerta Real.
La atracción de la Alhambra -monumento y paisaje- lleva a aquellos palacios y jardines gran cantidad de gente, que invade sus paseos, especialmente los días festivos, en los que es gratuíta la visita al monumento.
Un agudo contraste con la población moderna ofrece el Albaicín, que produce la impresión de una ciudad del s. XVIII. Aislado en lo alto de una colina, cruzado por estrechas y retorcidas callejas, la vida tiene allí un ritmo lento, sin que la turbe el menor ruido. Hasta sus habitantes, en una gran parte, parecen sentirse desligados del resto de Granada, a la que muchos no visitan durante meses y aún años enteros, pues aquel barrio cuenta con todos los medios necesarios a su subsistencia. Sembrado de típicos rincones y de casas menudas y características, el Albaicín ofrece unode los más interesantes aspectos de esta Andalucía inmóvil y callada que Granada encarna, como si su vida se hubiese paralizado ante la impresionante belleza del paisaje, al que el Albaicín abre sus ojos desde sus mil variados rincones y desde el recato íntimo y oloroso de sus "cármenes", evocadores de la Granada que vivió ocho siglos bajo el signo del Islam y que la conquista cristiana marcó con las más nobles huellas de un Renacimiento que aquí tiene color y vida nuevos.
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A. Gallego y Burín GRANADA Guía del viajero
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