EL HIJO PRÓDIGO
"Pronto, traed la túnica más rica y vestidsela, poned un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies, y traed un becerro bien cebado y matadle y comamos y alegrémonos..."
(Luc. 15, 22)
Injustamente combatido,
puesto al escarnio y a la mofa
de las abyectas muchedumbres,
perdura el hijo bien nacido,
el hijo fiel, el niño blanco,
el sano fruto de un sector
muy vigoroso y nacional.
Nace el infante mencionado
sin conocer el barro impuro
de las miserias y pasiones,
y envuelto en gasas y perfume,
entre lamento y bendición,
es enrolado en el asunto.
Desde su más remota edad,
con calcetines y sombrero,
aprende, canta, lee poemas
en reuniones familiares,
crece, es odiado por los hijos
de los paisanos manuales,
y en venerable institución
por castos hombres controlada
tiene lugar, entre laureles,
su formación docta y moral.
Ahí le tenéis, hecho un mancebo
rampante y lleno de fervor,
que, salto a salto, acompañado
por los consejos de papá,
llega a la puerta de los claustros,
sube a las aulas, da propina
a los bedeles serviciales,
y ataca el duro escalafón.
Sucede ahora, muchas veces,
que ante la cruel realidad
de este mundano trampolín
en donde el orden no es guardado,
en donde no hay categorías
ni hay apellido, y las creencias
y una conducta irreprochable
de poco sirven, por desgracia,
sucede, ay dios, que el jovencito
se desorienta, se transforma,
y de momento no recuerda
su primorosa formación.
Los enemigos solapados
de cualesquiera tradiciones,
los resentidos, sucias lenguas
que se delitan en la hiel,
hacen comida y mentidero
de estos deslices. Hoy le han visto
con hombres malos, se murmura
que es habitual de los tugurios,
que tiene tratos infamantes
o que frecuenta el cabaret.
Pero, en el fondo, no alarmarse,
late la flor de los principios,
vive el consejo maternal,
alienta la única verdad,
y reposadas ya las aguas
de su ardorosa juventud,
cuando se imponga a sus ideas
la incuestionable realidad,
volverá el hijo por los cauces
eternos de la burguesía,
será un varón conservador,
gloria y ejemplo del redil,
un recto, probo ciudadano,
un elefante de piedad.
José Agustín GOYTISOLO
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