domingo, 4 de abril de 2010

Del ingenio (fábula otra)



Jean de la FONTAINE Fábulas libertinas Traducción García-Ramón Edicomunicación S. A. Barcelona 1987

Estas "Fabulas libertinas" forman parte de los Contes et Nouvelles en vers, publicados entre 1664 y 1674, e inspirados en los relatos de Bocaccio, Ariosto, Maquiavelo y Margarita de Navarra.

Como una imagen en espejo de las otras fábulas, La Fontaine despliega una frescura maliciosa y deshinibida ante el sexo, repasando las angustias de los cornudos, las fiebres de los adolescentes y las artes de seducción de los amantes.



La lección de ingenio


Hay un juego en extremo divertido,
que renueva a menudo nuestro fuego,
y que juega el más lego,
pues no se necesita gran sentido.
Adivinad cómo se llama el juego.

Juega el noble, el artista y el labriego,
divierte a la que es fea como a la hermosa,
siempre es cosa sabrosa,
y tan bien juega el lince como el ciego.
¿Adivináis cómo se llama el juego?

Es del amante la felice estrella,
no es preciso escribano con su pliego
que argumente, pues luego
que dos están en él, nunca hay querella.
¿No adivináis cómo se llama el juego?
Pero ¿qué importa? Sin buscar el nombre
ni amontonar razones,
quiero deciros otro de sus dones:
Da la razón a la mujer y al hombre.

Antes que fuese Inés a aquesta escuela,
era Inés una tímida gacela,
era Inés una tonta
que sólo para hilar estaba pronta;
nada alteraba su serena calma,
y no tenía más alma
que su linda muñeca
que vigilaba cual gallina clueca.
De continuo su madre le decía:
"Vete a buscar ingenio, desgraciada."
Y la pobre, corría
entre la vecindad avergonzada,
buscando do ingenio se vendía.
Daba lástima y risa;
hubo al cabo en el barrio una criatura
que, apiadada, le dijo fuese aprisa
a visitar a Fray Buenaventura
que de ingenio tenía la asignatura.
Inés, aunque indecisa
por distraer a tan grave personaje,
tomó el camino sin mudar de traje.
"·¿Querrá hacerme, decía, dones tamaños,
a mí, que sólo tengo quince años?
¿Valgo yo semejante sacrificio?"
Su candor aumentaba su belleza,
y el mismo Dios-Amor perdiera la cabeza.
"Reverendo, si no me han engañado,
dijo la niña al fraile, en el convento
sois profesor de ingenio, renombrado.
¿Queréis darme un tantico, de fiado?
Con poco me contento,
pues no es mucho el dinero con que cuento.
Si no basta una vez, hasta que aprenda
volveré. Mas, tomad aquesto en prenda."
Y así hablando sacaba de su dedo
una sortija de plateado brillo,
hasta que el monje dijo: "¡Quedo, quedo!
Conservad, jovencita, vuestro anillo,
que daré la lección que vos queréis
sin que nada paguéis.
Aquí, como doquiera, bien se entiende,
gratis damos también lo que se vende:
Venid, pues, y guardad vuestro tesoro;
nada temáis, lucero:
Mis hermanos se encuentran en el coro,
para mí, sordo-mudo es el portero,
y para confesiones tan secretas,
son aquí las paredes muy discretas."

Vense en breve amparados bajo el techo
de la celda, y el monje, entusiasmado,
sin más ni más la tira sobre el lecho,
y a besarla se va, determinado
a firmar pronto el plácido convenio.
"¡Cómo! exclama la niña sorprendida,
¿es así cómo dais lección de ingenio?
-Es así, por mi vida,
responde el fraile, y de deleite lleno,
posa su mano sobre el blanco seno.
¿Y así también? -Sí tal. Es de la ciencia."
Inés tiene paciencia.
El ingenio con tacto y con acierto
sigue avanzando, pues Inés aguanta,
y tanto se adelanta
que a la fin y a la postre llega al puerto.
A Inesita la cosa daba risa,
y el monje, con recato,
repitió la lección a poco rato;
y viendo a la doncella tan sumisa,
procedió a la tercera, ardiente y vivo,
que era el buen padre muy caritativo.
Decidme, Inés, ¿qué os parece el juego?
El ingenio nos viene luego, luego,
dice la bella. Pero, y ¿si se fuese?
- Si aqueso sucediese,
otro nuevo secreto buscaría.
- No busquéis, Reverendo, todavía,
hasta que este apuremos.
- Bueno, comenzaremos."
Y comenzó como lo dijo el fraile.
A quien gustaba el baile.
En fin, tras de lección tan positiva,
salió Inés, de la celda, pensativa.

¡Ya pensativa Inés! ¡Ya reflexiona
la que tan sólo a hilar estaba pronta,
la sencillota Inés, Inés la tonta!
Todo estaba cambiado en su persona,
y hasta para encubrir su travesura,
ideó un embuste la gentil criatura.
Fue a verla al otro día, por la mañana,
su buena amiga Juana
que corría más que un galgo.
Y vio en breve que Inés pensaba en algo.
Hizo tanto, que dio con el buen modo,
y obligó a Inés a confesarlo todo:
Cómo el monje ejerció su ministerio,
el tamaño del genio del buen fraile,
las diversas figuras de su baile,
en fin, todo el misterio-
"Y ati, preguntó Inés, dime, mi Juana,
quién ingenio te dio. -Sabe, querida,
que fue tu hermano Pedro una mañana.
¿Pedro dice, mi hermano? Sorprendida,
no llegó a comprender de do eso viene.
¿Cómo ingenio te dio pues no lo tiene?
Tonta, no sabes nada;
para llevar a cabo esa jornada
no es preciso tener tanto talento;
pregunta, si no crees lo que te cuento,
a tu madre, en el juego consumada.
Pregunta, Inés, a cualquier vecino
que halles en el camino,
y sabrás que no hay nadie como un tonto
para darnos ingenio bien y pronto."
Jean de LA FONTAINE

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