sábado, 6 de octubre de 2012

De la Greguería




III

En la antigüedad se encuentran perfectas greguerías. Así, es una Greguería esa que lanza Luciano al decir: "Cuando graniza en la tierra es que tiemblan las vides de la luna", o Eurípides: "La miel es el trabajo público de las abejas", u Horacio:, cuando llama saleros a los ojos, o Carlomagno cuando pregunta: "¿Cual es el sueño de los que están despiertos?", y  se contesta: "La esperanza."

Shakespeare gregueriza cuando dice antes que nadie: "El ave del alba", y cuando dice: "Los ojos son los locos del corazón." Pascal cuando dice que "los ríos son caminos que andan", pasando por Quevedo, cuando dice que "los ojos pequeños tienen niñas y los grandes, mozas"; y Góngora, que dijo: "Erizo es el zurrón de la castaña", llegando a Victor Hugo, cuando define el murmullo como "el humo de la conversación", o al escribir "los sauces han salido de los chubascos del Diluvio", (convertido por Francis James en "el sauce es un aguacero de verdor"), o cuando dice "el claro de luna, esa luz de luto", incluyendo las de Heine: "Cuando me estallaron los botones del pantalón de la paciencia" y "Hasta después del llanto más sublime siempre acaba uno por sonarse"; y las de Hebbel: "El perfume es la muerte de las flores", o "Las pulgas son los únicos animales que no tienen pulgas", o "El hombre únicamente está en éxtasis cuando reza y cuando se afeita", añadiendo las de Jules Renard, que gregueriza al decir que "cuando llueve se le pone la carne de gallina al estanque", o "el caracol ha clavado en su cabeza dos agujas de tejer".

Jules Renard merece un paréntesis explicativo porque a veces se recurre a él como precursor de las greguerías.

Eso no es más que una malevolencia que usan algunos para quedarse más tranquilos si el antecedente es francés.

La fama de Jules Renard fuera del ambiente minorista francés data sólo de hace algunos años, y en su obra esos cuantos pensamientos sueltos que se repiten en todas las citas no son más que un episodio, como sucede con muchos escritores de los que se pueden sacar algunas greguerizaciones eventuales.

Además, las veinte metáforas de Jules Renard son generalmente observaciones aforísticas y rusticanas, en las que no se evita la altisonancia, llegando a reformar aquella maravillosa greguería de Shakespeare: "No hay peor carroña que la de la azucena", por esta otra: "Nada más sucio que un lirio manchado."

Los que se ampararon de Jules Renard para atrincherarse contra la Greguería y disimular su verdadera procedencia, no saben que las contadas y rusticanas imágenes de Renard, fuera de sus Historias Naturales -el socorrido bestiario con demasiados animales en fila obligatoria-, no aparecen sino más allá de la posguerra, después de publicar otras obras inéditas de él, pudiéndose decir que hasta la edición de su Diario en 1927 no  se vulgarizan esos pensamientos cortos que están en el corazón de ese libro, y mis Greguerías comienzan en 1910 y después de ser esparcidas a todos los vientos en revistas y periódicos consiguen su primera recopilación en la editorial Sempere el año 1916. Además, Jules Renard solo hasta hace muy pocos años no consigue infiltración castellana y americana. De otro modo no se hubiese prendado de mis Greguerías durante la guerra del 14 un escritor francés tan leído y tan versado como Valéry Larbaud, que las tradujo al francés inmediatamente.

Saint-Paul-Roux, un poco precursor en todo, hizo algunas definiciones greguerísticas: "Comadrona de la luz: el gallo"... "Cementerio con alas: vuelo de cuervos"... "Hojas de ensalada vivas: las ranas"... "Los árboles cambian entre sí pájaros, como palabras."

Hasta don José Zorrilla incurrió en greguerías cuando escribió: "El gallo, con su paso orgulloso, va sembrando estrellas por el suelo". Greguería del siglo XIX, que después se repite en el XX.

Santayana gregueriza cuando dice: "Eran unas mujeres francas como las patatas cocidas con cáscara y sin sal."

Dekobra, cuando dice: "La salida es la entrada vista de espaldas."

San Francisco de Sales compone greguerías cuando dice: "Las liebres se vuelven blancas en nuestros montes de invierno, porque no  ven ni comen otra cosa que nieve", y Moreto, cuando dice: "El beso es el queso para los ratones del amor."

A veces un bufón antiguo, como Nassar Eddin Hodja, esquematiza una buena greguería cuando dice: "¿Qué se hace con las lunas viejas cuando ha pasado su último cuarto? Se rompen para hacer estrellas."

Paul Verlaine hizo greguería cuando dijo: "Dalia, cortesana de duro seno", aunque Lautremont había dicho ya "muslos de camelia", y Chejov incurrió en greguería cuando dijo: "El heliotropo, olor de viuda."

Franklin greguerizó cuando dijo: "Tres mudanzas equivalen a un incendio."

Greguerías más en lo moderno son las de Apollinaire cuando dice: "Los recuerdos son cuernos de caza, cuyos sonidos mueren en el viento", o cuando poetiza y escribe: "Tu lengua, pez rojo en el bocal de tu voz."

 Y la de Paul Valéry, cuando define el viento como "mis pañuelitos verdes", y la de Bernard Shaw, cuando dice: "En el cielo un ángel no debe tener nada de extraordinario"; y la de Ruben Darío: "El peludo cangrejo tiene espinas de rosa"; y las de Cocteau: "El diamante es un hijo enriquecido del carbón", "Las palmeras se paseaban con las manos a la espalda" o "Venecia es una negra llena de collares y muerta en el baño"; y la del creacionista Huidobro: "Los ascensores suben como el mercurio de los termómetros"; y las de García Lorca. "Meriendan muerte los borrachos", o "El ciervo puede soñar por los ojos del caballo", o "Enjambres de ventanas acribillan un muslo de la noche", o "El definitivo silencio del corcho", o "La noche es interminable cuando se apoya en los enfermos", o "La luna tiene un sueño de grandes abanicos", o "Miedo de molusco sin concha"; y la de Paul Fargue: "El berro nuevo sale de la ducha."

Ya en el pequeño poema  quería haber una decisión disolvente, y el ejemplo más inicial es el de Aloysius Bertrand con su Gaspar de la noche, y después viene Baudelaire, y después Lautremont, y después Rimbaud, y después Mallarmé, y después Oscar Wilde, y después Max Jacob.

Pot cierto que cuando  a veces me comparaban a Max Jacob y hasta creían ver influencia de él en mí, yo me sonreía. Muchos años después de mis primeras "Greguerías" en Tapices,  Picasso me dijo en su casa que había un escritor hermético, casi desconocido, sólo leído por los inciados, que se llamaba Max Jacob, y que quizá nos parecíamos algo en el decir. Algunos años después conocí al clown de la luna, que fue Max Jacob, y nos reíamos de la noche juntos y diferentes porque él era un mejillón cerrado y yo un hipocampo desbocado.

Ramón GÓMEZ de la SERNA / Total de Greguerías / Prólogo Págs. (38-43) Aguilar Madrid 1962 2ª edición


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