sábado, 30 de marzo de 2013

OCHO






8

          

 A Rebeca Arce


Al fin todos se fueron. Encima de la mesa
los restos de una timba de siglos invernales,
de noches sin piedad. Cuatro cartas iguales
aún brillan en las manos de la joven princesa

que ganó la partida, llegada por sorpresa,
grabadas en su vientre las bellas iniciales.
Todos menos la sombra que toca en los cristales
y salta la baranda y penetra en la espesa
                                                          
humareda del cuarto menguante de esa luna.
La sombra que le muerde los pechos, y aventura
una mano encendida bajo el lamé del tanga.

La sombra que reclama su parte de fortuna
y le pone delante de los ojos la oscura
soledad del espejo que guardaba en la manga.

Javier 
10. 8. 93
(Granada)


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