Silvia PLATH y Ted HUGUES (el hombre de negro)
EL VALOR DE CALLAR
¡El valor de cerrar la boca, a pesar de la artillería!
Esa raya rosada y muda, ese gusano, asoleándose.
Junto a él, hay unos discos negros, los discos del ultraje,
Y el ultraje de un cielo, su cerebro rayado,
Los discos giran, exigen ser escuchados,
Cargados, como lo están, de relatos de bastardías.
Bastardías, usos y costumbres, deserciones y dobleces,
La aguja viajando por su surco,
Bestia plateada entre dos oscuros desfiladeros,
Un gran cirujano, ahora un tatuador.
Tatuando una y otra vez las mismas quejas azules,
Serpientes, niños, tetas de sirenas
Y chics de ensueño con sus dos piernas.
El cirujano está callado, no habla.
Ha visto demasiada muerte, sus manos están plagadas de ella.
Así que los discos del cerebro giran, como bocas de cañón.
Y luego está esa antigua podadera, la lengua,
Infatigable, púrpura. Tal vez habría que cortarla,
Tiene nueve colas, es muy peligrosa, y, una vez que se suelta,
Menudo ruido azota desde el aire, y como despelleja
No, también la lengua ha sido perdonada, y ahora
Cuelga de lo alto de la biblioteca, junto con los grabados de Rangoon
y las cabezas de zorros, de nutrias y de conejos muertos.
Es un objeto realmente maravilloso:
¡La de cosas que ha perforado en todo este tiempo!
¿Y qué decir de los ojos, los ojos, los ojos?
Los espejos pueden matar y hablar, son salas terribles
En las que se realiza una tortura que tan sólo puede observar.
El rostro que habita ese espejo es el de un hombre muerto,
No hay por qué preocuparse por ellos, los ojos
Pueden ser cándidos y tímidos, no son unos soplones,
Sus rayos letales, plegados como banderas
De un país del que ya nadie habla,
Un obstinada independencia
Insolvente entre las montañas.
Silvia PLATH ( 2 de octubre de 1962)
Barleby Editores 2009, etc.
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