domingo, 23 de septiembre de 2012

El Siglo de las Luces



ESCENA SEXTA

El calabozo. Sótano mal alumbrado por una candileja. En la sombra se mueve el bulto de un hombre. Blusa, tapabocas y alpargatas. Pasea hablando solo. Repentinamente se abre la puerta. MAX ESTRELLA, empujando y trompicando, rueda al fondo del calabozo. Se cierra de golpe la puerta.

MAX.- ¡Canallas! ¡Asalariados! ¡Cobardes!
VOZ DE FUERA.- ¡Aún vas a llevar mancuerna!
MAX.- ¡Esbirro!

Sale de la tiniebla el bulto del hombre morador del calabozo. Bajo la luz se le ve esposado, con la cara llena de sangre.

EL PRESO.- ¡Buenas noches!
MAX.- ¿No estoy solo?
EL PRESO.- Así parece.
MAX.- ¿Quién eres, compañero?
EL PRESO.- Un paria.
MAX.- ¿Catalán?
EL PRESO.- De todas partes.
MAX.- ¡Paria!...Solamente los obreros catalanes aguijan su rebeldía como ese denigrante epíteto. Paria, en bocas como la tuya, es una espuela. Pronto llegará vuestra hora.
EL PRESO.- Tiene usted luces que no todos tienen. Barcelona alimenta una hoguera de odio, soy obrero barcelonés, y a orgullo lo tengo.
MAX.- ¿Eres anarquista?
EL PRESO.- Soy lo que me han hecho las Leyes.
MAX.- Pertenecemos a la misma Iglesia.
EL PRESO.- Usted lleva chalina.
MAX.- ¡El dogal de la más horrible servidumbre! Me lo arrancaré para que hablemos.
EL PRESO.- Usted no es proletario.
MAX.- Yo soy el dolor de un mal sueño.
EL PRESO.- Parece usted hombre de luces. Su hablar es como de otros tiempos.
MAX.- Yo soy un poeta ciego.
EL PRESO.- ¡No es pequeña desgracia!... En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero.
MAX.- Hay que establecer la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol.
EL PRESO.- No basta. El ideal revolucionario tiene que ser la destrución de la riqueza, como en Rusia. No es suficiente la degollación de todos los ricos. Siempre aparecerá un heredero, y aún cuando se suprima la herencia, no podrá evitarse que los despojados conspiren para recobrarla. Hay que hacer imposible el orden anterior, y eso sólo se consigue destruyendo la riqueza. Barcelona industrial tiene que hundirse para renacer de sus escombros con otro concepto de la propiedad y del trabajo. En Europa, el patrono de más negra entraña es el catalán, y no digo del mundo porque existen las Colonias Españolas de América. ¡Barcelona sólo se salva pereciendo!
MAX.- ¡Barcelona es cara a mi corazón!
EL PRESO.- ¡Yo también la recuerdo!
MAX.- Yo le debo los únicos goces en la lobreguez de mi ceguera. Todos los días, un patrono muerto; algunas veces, dos... Eso consuela.
EL PRESO.- No cuenta usted los obreros que caen...
MAX.- Los obreros se reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas. En cambio, los patronos, como los elefantes, como todas las bestias poderosas y prehistóricas, procrean lentamente. Saulo, hay que difundir por el mundo la religión nueva.
EL PRESO.- Mi nombre es Mateo.
MAX.- Yo te bautizo Saulo. Soy poeta y tengo derecho al alfabeto. Escucha para cuando seas libre, Saulo. Un abuena cacería puede encarecer la piel del patrono catalán por encima del marfil de Calcuta.
EL PRESO.- En eso laboramos.
MAX.- Y en último consuelo, aun cabe pensar que exterminando al proletario también se extermina al patrón.
EL PRESO.- Acabando con la ciudad, acabaremos con el judaísmo barcelonés.
MAX.- No me opongo. Barcelona semita sea destruida, como Cartago y Jerusalén. ¡Alea jacta est! Dame la mano.
EL PRESO.- Estoy esposado.
MAX.- ¿Eres joven? No puedo verte.
EL PRESO.- Soy joven. Treinta años.
MAX.- ¿De qué te acusan?
EL PRESO.- Es cuento largo. Soy tachado de rebelde...No quise dejar el telar por ir a la guerra y levanté un motín en la fábrica. Me denunció el patrón, cumpli condena, recorrí el mundo buscando trabajo, y ahora voy por tránsitos, reclamado de no sé qué jueces. Conozco la suerte que me espera: Cuatro tiros por intento de fuga. Bueno. Si no es más que eso...
MAX.- ¿Pues qué temes?
EL PRESO.- Que se diviertan dándome tormento.
MAX.- ¡Bárbaros!
EL PRESO.- Hay que conocerlos.
MAX.- Canallas. ¡Y ésos son los que protestan de la leyenda negra!
EL PRESO.- Por siete pesetas, al cruzar un lugar solitario, me sacarán la vida los que tienen a su cargo la defensa del pueblo. ¡Y a esto llaman justicia los ricos canallas!
MAX.- Los ricos y los pobres; la barbarie ibérica es unánime.
EL PRESO.- ¡Todos!
MAX.- ¡Todos! Mateo, ¿dónde está la bomba que destripe el terrón maldito de España?
EL PRESO.- Señor poeta que tanto adivina, ¿no ha visto usted una mano levantada?

Se abre la puerta del calabozo, y EL LLAVERO, con jactancia de rufo, ordena al preso maniatado que le acompañe.

EL LLAVERO.- Tú, catalán, ¡disponte!
EL PRESO.- Estoy dispuesto.
EL LLAVERO.- Pues andando. Gachó, vas a salir en viaje de recreo.

El esposado, con resignada entereza, se acerca al ciego y le toca el hombro con la barba. Se despide hablando  a media voz.

EL PRESO.- Llegó la mía...Creo que no volveremos a vernos...
MAX.- ¡Es  horrible!
EL PRESO.- Van a matarme...¿Qué dirá mañana esa prensa canalla?
MAX.- Lo que le manden.
EL PRESO.- ¿Está usted llorando?
MAX.- De impotencia y de rabia. Abracémonos, hermano.

Se abrazan. El CARCELERO y el esposado salen. Vuelve a cerrarse la puerta. MAX ESTRELLA tantea buscando la pared, y se sienta con las manos cruzadas, en una actitud religiosa, de meditación  asiática. Exprime un gran dolor taciturno el bulto del poeta ciego. Llega de fuera tumulto  de voces y galopar de caballos.

Ramón del VALLE-INCLÁN / Luces de bohemia (Esperpento) / Colección AUSTRAL Nº 1307 ESPASA-CALPE S.A.(Págs. 52-58) 2ª edición MADRID 1968





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