sábado, 6 de febrero de 2010

ATENTADOS CULTURALES (II)

LOS PLIEGOS SIN CORDEL Contra Barenboim

Ya van dos semanas que, de remate de cualquier reunión de culturetas, cuando la pesadumbre, la decepción y la rabia han hecho mella tras detallar la larga lista de damnificados por los recortes sangrantes en los presupuestos de cultura, alguien apostilla siempre la hecatombe con esta queja lacerante: “Y, sin embargo, la Junta le sube este año la subvención a Daniel Barenboim otro 60%.” “¡Qué escándalo!”, responde el corifeo como un solo hombre.
Sí, todo se desmorona, en la Consejería de Cultura le han tomado el gusto al hábito de rebañarle 4 o 5 millones todas las semanas a la olla miserable de sus presupuestos, el afeitado es general y ronda el 30%. Buques insignia como el Maestranza o la Orquesta de Sevilla, abandonados por el Ayuntamiento a un letargo tan inmerecido como estúpido, sufren también las embestidas; festivales señeros como el de Granada tendrán que trampear los veranos como puedan, proyectos emblemáticos como la Orquesta Joven de Andalucía se apagan como tristísimas pavesas y la red de teatros públicos sufre un apagón invernal de una oscuridad tupida y negra; algunos eventos tienen su cabeza reclinada a los píes del sacrificio esperando que silbe el aire el afilado corte de la cuchilla y los heroicos y pobres editores andaluces, en medio del pasmoso desinterés de los angelicales poetas y escritores a los que todavía no hemos oído clamar protesta alguna –ingenuos: creen, estúpidamente, que el asunto no acabará repercutiendo en ellos– asisten encogidos de pavor a la súbita cancelación de las ayudas públicas a la edición y, efectivamente, mientras el campo de batalla se llena de cadáveres, descubrimos que la Junta aumenta un 60% sus aportaciones a los diversos proyectos que Daniel Barenboim mantiene desde hace tiempo abiertos en Andalucía por una factura anual de unos 5-6 millones de euros. Este biberón de socorro –pobrecillo: Barenboim, ¡como todos!, ha perdido este año patrocinios y hay que nivelarle el presupuesto con la misma teta pública que la Junta está retirando en otros frentes a toda prisa– es, efectivamente, un escándalo indecente y un insulto a toda la comunidad cultural andaluza que lucha contra la crisis en condiciones de precariedad y de miseria.
La estrategia de sacar su factura de Cultura –donde provocaba un escozor muy
incómodo– para endosársela a Presidencia con el argumento de que el Diván es un tema “de asuntos exteriores” es el clásico juego del trilero que ni cuela ni nos consuela nada. Al fin y al cabo, pasta pública: la que no tenemos. Punto. En realidad, no la hemos tenido nunca: ya hace 8 años –lo hemos escrito muchas veces– que Daniel Barenboim es un desmesurado lujo sibarita inexplicablemente sostenido por una comunidad pobre. Pero, bueno, íbamos tirando. Ahora no: ahora su presencia se ha convertido en un fardo y un agravio. Cuando todo lo nuestro amenaza ruina, mantener el capricho de esa presencia dorada se ha vuelto absolutamente intolerable.
El ciclo ha tocado a su fin. El sueño se ha acabado. Todos le agradecemos al señor Barenboim sus mágicos Wagner, Bruckner y Beethoven. A todos nos ha emocionado su quimera de adolescente orquesta intercultural: pero hasta él mismo, con mucha decencia, ha reconocido que políticamente no sirve para nada. Es hora, pues, de recoger los bártulos y marcharse –como el Diván era en su origen: itinerante– con la música a otra parte. Y ahora viene lo bueno: en realidad, esto sólo puede decidirlo él. Nadie con autoridad en Andalucía tiene el coraje de plantarse ante el todopoderoso protegido del secretario de Asuntos Exteriores, Bernardino León y de Felipe González, a los que devolvió el favor declarando a Chaves, que en esto iba de secundario paganini, “el gobernante con mayor visión cultural del mundo”. ¿Repetirá ahora la misma tontería cambiando sólo el apellido? Lo que empezó como una presencia áurea se ha convertido en un yugo férreo y pesado. Me duele mucho escribirlo, pero no nos obligue a odiar sus conciertos, señor Barenboim.

JUAN MARÍA RODRÍGUEZ
El Mundo, Sevilla, sábado 30 de enero de 2010

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