RUMIO fósforos de locura y periódico
destruido en los hangares ciegos,
donde cada pitillo incierto
apuñala la esperanza de una tumba pequeñita,
en la que sólo quepan mar-tierra-cielo-fuego y estrellas,
pero no mi congoja ni mi asalto mortal
por detener los ríos de ira y cumbre terrible
que borbotan de mi ser de rabioso varón funesto
hacia el ocaso de una temblorosa fuente amenazada
que furiosamente golpeo
con mi puño a mil kilómetros por hora.
Miguel LABORDETA
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