Salgo al balcón. Arriba la luna ha comenzado a decrecer. Por la calle desierta y desde la plaza asoman un hombre y una mujer, jóvenes, ella unos pasos por delante de él. Sollozos y reproches de la chica, extranjera, y actitud de desconcierto y distancia se adivina en las manos sumergidas en los bolsillos de la chamarra del chico. Se paran delante del bar de Antoine, único rayo de luz desde las paredes de la calle. Él hace un amago de aproximación y posa un brazo sobre los hombros de ella, que lo rechaza, y ambos se desvían y pierden en las profundidades turbias de neón del parking que hay frente al bar.
“Muy contento con Calle Mayor. Resulta estimulante ver una película donde los personajes hablan en verdadero chabacano , no en dialecto-de-personaje-de-película. Y ese triste mundo masculino, provinciano español, perpetuamente transcurriendo en bares con gambas y cerveza y serrín en el suelo, está muy bien dado.
El único defecto estriba en que para que la historia funcione, la insensibilidad y la cobardía moral del protagonista han de forzarse hasta un límite incompatible con su fundamental mediocridad. Ignoro si el fallo es de Bardem o si viene de la obra de Arniches. El teatro es más arquetípico que el cine: con tal de que haya tensión en escena, aguantamos mejor el esquematismo de las situaciones. De todos modos, uno agradece la película y está de acuerdo.
En casa de Carlos, después, coincido con Blas de Otero y José Agustín, que tiene los ojos zíngaros, hace de empresario.
Otero me ha sido bastante simpático, a pesar de su tosquedad.”
Jaime GIL de BIEDMA Diario del artista seriamente enfermo LUMEN Palabra Menor Barcelona 1974
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