Preguntarme qué pienso de la poesía es preguntarme dónde y cuándo un poema me salvó y de qué.
Eso ya ilustra que asumo la poesía como un acto desesperado; pienso que sin desconcierto, sin pasión, sin cierta dosis de rabia,sin cierto afán de venganza no existe el poema. La salida más digna de la desesperación es la ironía en ella está la revancha estética del poeta. Octavio Paz dice que "en el poema el lenguaje recobra su originalidad primera, mutilada por la reducción que le imponen prosa y habla cotidiana". Entonces de eso se trata, de devolverle al lenguaje su capacidad de nombrar, adorar, seducir o incluso aterrorizar. Alguien hace de la palabra su venganza y su hogar, su seducción y su juicio. Yo abordo la palabra casi con temor. La palabra que no se dijo no existió, fue la palabra cobarde, la palabra negada, la palabra injusta, la voz que no se alzó.
Pero la palabra escrita puede hacernos creer que estamos cerca de alguna verdad y temo a esos que creen que alguna verdad puede ser dicha con palabras. Para mí la verdad es la versión ética de la cruz y con ella en mano se manipula y aliena al individuo. La verdad es la religión, la verdad es la Ley, la verdad es el discurso coherente y bien estructurado que justifica cualquier genocidio, que lo oculta, que lo banaliza. En nuestro siglo la verdad son los noticieros, esas snuff movies de la historia.
La televisión se convierte en verdad para millones de personas. La verdad se ha vuelto déspota, infame, y ha sido esa verdad cimentada en el lenguaje, en la hipercomunicación (que me obliga a establecer contacto con cosas a las que de otra manera no me habría acercado) la que me ha hecho querer buscar otro sentido para mi lenguaje.
Realizo mi poesía con afán terrorista ante los que tienen la palabra, contra los que la manipulan. Me interesa la versión de los que no son considerados válidos en el discurso gris de la democracia. Objetos o mitologías desterradas.
Pienso que a través de la ironía, del "Gran juego" del que hablaba Lecomte, de la transgresión pueden ponerse bombas metafísicas en los cimientos de ese discurso plano expendido a través de los medios. La realidad virtual está concebida y manipulada a través de un teclado. La palabra es un doble agente. La palabra ha sido descubierta por los que antes utilizaron las armas. El imperio descubrió algo más desvastador que la bomba H o que la guerra química; descubrió la manipulación del lenguaje, la información.
Así, la poesía también, en vez de "devolver las palabras a la tribu", en vez de establecer sino un diálogo por lo menos una elemental "correspondencia" con su realidad se empeña en sustraerse de ella, como si el concepto de belleza estuviera excluido del compromiso con lo que esa palabra tiene de instrumento de cambio o de guerra.
El discurso poético se justifica únicamente en el plano estético como si la poesía debiera ser sorda ante el mundo, ante un momento particularmente caótico.
Hay palabras en este momento post-histórico que necesitan ser dichas, hay formas nuevas que necesitan ser forjadas, pero que no aparecerán ya en los juegos de palabras, no apareceran en "experimentos lingüísticos" trasnochados, ni en proposiciones esnobistas sobre el concepto que tenga tal o cual grupito sobre "lo que debe ser la poesía", tampoco se manifestará en tertulias decadentes preocupadas más que de la forma o la teoría.
Ya basta de mártires de la poesía perdidos y alérgicos en bibliotecas oscuras, escribiendo poemitas apáticos muy bien insertados dentro de una tradición o en la misma tradición de la ruptura por la ruptura, la desgastada estética de lo nuevo. Metadiscursos sobre el discurso, la palabra por la palabra, ajena a lo que nombra o el onanismo esteticista. Poesía para iniciados en determinado planteamiento. Poesía de críticos para críticos o de mediocres para mediocres. Dos extremos mudos que subsisten y se autoalimentan como sistemas basados en el intercambio conformista.
En un siglo tan lleno de imágenes, tan excesivo en su desgaste simbólico, sólo puede plantearse una poesía violenta, agresiva, un teatro que desempolve y dé valor a las antiguas máscaras de la tragedia. Nuestra capacidad de dramatizar ha sido violentada, hemos sido sistemáticamente insensibilizados por la atroz cercanía de escenas brutales. La palabra ha estallado incapaz de nombrar cosas que sólo podían ser vistas con ánimo enmudecido. Hemos tenido que banalizar nuestro lenguaje y frenar en seco el uso de la palabra como arma de cuestionamiento, como voz interior que te conecta con la realidad. El cinismo como sobrevivencia. De hecho, estéticamente, la tristeza, la melancolía y todos esos tonos tan legítimos para poetas como Poe han ido perdiendo su capacidad de resonancia ante la progresiva banalización del mal.
Si la realidad está en guerra, ¿cómo seguir escribiendo poesía ciega, sorda y muda?
Alguien está empeñado en convencernos de que el arte ha muerto, de que la rebelión pertenece al plano de las utopías, de que todo está dicho y todo escrito, que no hay imágenes vírgenes.
Es necesario tomar partido, desdecir, para mí la poesía es instrumento de guerra, de des-información, de magia. Paz compara al poeta con el mago. Baudelaire sólo concibe tres hombres respetables "el sacerdote, el guerrero y el poeta... los demás están hechos para el látigo o para ejercer lo que se llama profesiones."
Por eso me dan náuseas quienes se refieren a la poesía como a un oficio.
Si ser terrorista, si ser aventurero, si ser poeta es un oficio entonces quizá la tecnología es magia y la política poesía.
El afan reduccionista de la democracia, todos somos iguales, así el poeta no es más que un profesional salido de una escuela de letras. No es de extrañar que la poesía se haya vuelto tan hermética, tan ajena a la tribu. Porque paradójicamente ese afán de eliminar las élites lo único que consigue es crear sistemas cerrados; así sólo los profesionales de las letras leen los oscuros manuales editados sólo para ellos mismos, comprados y celebrados de ellos para ellos. Como dijo Blake, una misma ley para el león y para el buey, es opresión. ¿Dónde está el hombre o la mujer detrás del poema?, ¿dónde la voz?, ¿dónde la palabra encendida, capaz de incendiar, de DECIR, de trastocar?, ¿dónde está la imagen plena, amplia, la que habita y late en la alucinación del poeta?
Eso ya ilustra que asumo la poesía como un acto desesperado; pienso que sin desconcierto, sin pasión, sin cierta dosis de rabia,sin cierto afán de venganza no existe el poema. La salida más digna de la desesperación es la ironía en ella está la revancha estética del poeta. Octavio Paz dice que "en el poema el lenguaje recobra su originalidad primera, mutilada por la reducción que le imponen prosa y habla cotidiana". Entonces de eso se trata, de devolverle al lenguaje su capacidad de nombrar, adorar, seducir o incluso aterrorizar. Alguien hace de la palabra su venganza y su hogar, su seducción y su juicio. Yo abordo la palabra casi con temor. La palabra que no se dijo no existió, fue la palabra cobarde, la palabra negada, la palabra injusta, la voz que no se alzó.
Pero la palabra escrita puede hacernos creer que estamos cerca de alguna verdad y temo a esos que creen que alguna verdad puede ser dicha con palabras. Para mí la verdad es la versión ética de la cruz y con ella en mano se manipula y aliena al individuo. La verdad es la religión, la verdad es la Ley, la verdad es el discurso coherente y bien estructurado que justifica cualquier genocidio, que lo oculta, que lo banaliza. En nuestro siglo la verdad son los noticieros, esas snuff movies de la historia.
La televisión se convierte en verdad para millones de personas. La verdad se ha vuelto déspota, infame, y ha sido esa verdad cimentada en el lenguaje, en la hipercomunicación (que me obliga a establecer contacto con cosas a las que de otra manera no me habría acercado) la que me ha hecho querer buscar otro sentido para mi lenguaje.
Realizo mi poesía con afán terrorista ante los que tienen la palabra, contra los que la manipulan. Me interesa la versión de los que no son considerados válidos en el discurso gris de la democracia. Objetos o mitologías desterradas.
Pienso que a través de la ironía, del "Gran juego" del que hablaba Lecomte, de la transgresión pueden ponerse bombas metafísicas en los cimientos de ese discurso plano expendido a través de los medios. La realidad virtual está concebida y manipulada a través de un teclado. La palabra es un doble agente. La palabra ha sido descubierta por los que antes utilizaron las armas. El imperio descubrió algo más desvastador que la bomba H o que la guerra química; descubrió la manipulación del lenguaje, la información.
Así, la poesía también, en vez de "devolver las palabras a la tribu", en vez de establecer sino un diálogo por lo menos una elemental "correspondencia" con su realidad se empeña en sustraerse de ella, como si el concepto de belleza estuviera excluido del compromiso con lo que esa palabra tiene de instrumento de cambio o de guerra.
El discurso poético se justifica únicamente en el plano estético como si la poesía debiera ser sorda ante el mundo, ante un momento particularmente caótico.
Hay palabras en este momento post-histórico que necesitan ser dichas, hay formas nuevas que necesitan ser forjadas, pero que no aparecerán ya en los juegos de palabras, no apareceran en "experimentos lingüísticos" trasnochados, ni en proposiciones esnobistas sobre el concepto que tenga tal o cual grupito sobre "lo que debe ser la poesía", tampoco se manifestará en tertulias decadentes preocupadas más que de la forma o la teoría.
Ya basta de mártires de la poesía perdidos y alérgicos en bibliotecas oscuras, escribiendo poemitas apáticos muy bien insertados dentro de una tradición o en la misma tradición de la ruptura por la ruptura, la desgastada estética de lo nuevo. Metadiscursos sobre el discurso, la palabra por la palabra, ajena a lo que nombra o el onanismo esteticista. Poesía para iniciados en determinado planteamiento. Poesía de críticos para críticos o de mediocres para mediocres. Dos extremos mudos que subsisten y se autoalimentan como sistemas basados en el intercambio conformista.
En un siglo tan lleno de imágenes, tan excesivo en su desgaste simbólico, sólo puede plantearse una poesía violenta, agresiva, un teatro que desempolve y dé valor a las antiguas máscaras de la tragedia. Nuestra capacidad de dramatizar ha sido violentada, hemos sido sistemáticamente insensibilizados por la atroz cercanía de escenas brutales. La palabra ha estallado incapaz de nombrar cosas que sólo podían ser vistas con ánimo enmudecido. Hemos tenido que banalizar nuestro lenguaje y frenar en seco el uso de la palabra como arma de cuestionamiento, como voz interior que te conecta con la realidad. El cinismo como sobrevivencia. De hecho, estéticamente, la tristeza, la melancolía y todos esos tonos tan legítimos para poetas como Poe han ido perdiendo su capacidad de resonancia ante la progresiva banalización del mal.
Si la realidad está en guerra, ¿cómo seguir escribiendo poesía ciega, sorda y muda?
Alguien está empeñado en convencernos de que el arte ha muerto, de que la rebelión pertenece al plano de las utopías, de que todo está dicho y todo escrito, que no hay imágenes vírgenes.
Es necesario tomar partido, desdecir, para mí la poesía es instrumento de guerra, de des-información, de magia. Paz compara al poeta con el mago. Baudelaire sólo concibe tres hombres respetables "el sacerdote, el guerrero y el poeta... los demás están hechos para el látigo o para ejercer lo que se llama profesiones."
Por eso me dan náuseas quienes se refieren a la poesía como a un oficio.
Si ser terrorista, si ser aventurero, si ser poeta es un oficio entonces quizá la tecnología es magia y la política poesía.
El afan reduccionista de la democracia, todos somos iguales, así el poeta no es más que un profesional salido de una escuela de letras. No es de extrañar que la poesía se haya vuelto tan hermética, tan ajena a la tribu. Porque paradójicamente ese afán de eliminar las élites lo único que consigue es crear sistemas cerrados; así sólo los profesionales de las letras leen los oscuros manuales editados sólo para ellos mismos, comprados y celebrados de ellos para ellos. Como dijo Blake, una misma ley para el león y para el buey, es opresión. ¿Dónde está el hombre o la mujer detrás del poema?, ¿dónde la voz?, ¿dónde la palabra encendida, capaz de incendiar, de DECIR, de trastocar?, ¿dónde está la imagen plena, amplia, la que habita y late en la alucinación del poeta?
GOTTOPO, Marjiatta, Primer esbozo de Poética (Fragmento)
MISERIA
No importan los hombres desgarbados que, a veces, en medio
de círculos color violeta vomitan los lavamanos
y tienen una barba tan obscura como algunas promesas.
Hubo una noche
un día
hubo una muerte
quizá un garabato sobre la tumba, quizá, nunca lo supo
mientras vertía hálitos de su eternidad en los hilillos de sangre
que le bordeaban las arrugas.
Hubo un enterrador
un asesino que blandía su escopeta
contra la cabeza de un niño.
Un callejón, una historia con besos bajo las colillas
sobre la maleta
una historia de barcos que parten para siempre
de tormentas y ahogados
mientras los acordeones no perdonan la desolación
y yo soy
quien escupe oraciones a tus ojos.
Marjiatta Gottopo (del libro inédito Psicotrópicos)
En FEROCES Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española Selección de Isla Correyero DVD poesía Barcelona 1998