I. IDILIO
¿Qué veo?
El arroyo está muy mojado
y los bosques inflamables y secos como palos.
Pero tengo el corazón encogido.
Los árboles parecen grandes peines mal hechos;
y el sol tiene, cual una colmena, hermosos rayos dorados.
Mas mi corazón tiene frío en la espalda.
La luna ha reñido con sus vecinos;
y el arroyo está empapado hasta los huesos.
II. ALBORADA
No os durmáis, bella durmiente.
Escuchad la voz de vuestro amado.
Puntea un rigodón.
¡Os quiere tanto!
Es un poeta.
¿Le oís?
¿Se ríe burlón, tal vez?
¡No, os adora, dulce Bella!
Puntea otro rigodón y se suena.
¿No queréis amarle?
Y sin embargo es un poeta, ¡un viejo poeta!
El poeta está encerrado en su vieja torre.
Hace viento.
El poeta medita, sin que lo parezca.
De repente, se le pone la carne de gallina.
¿Por qué?
¡Ha visto al diablo!
No, no es él: es el viento,
el viento del genio que pasa.
¡El poeta ya está harto de viento!
Sonríe con malicia,
mientras su corazón llora como un sauce.
Pero el genio está ahí y lo mira con malos ojos:
con ojos de vidrio.
Y el poeta se vuelve muy humilde y enrojece.
Ya no puede meditar:
¡tiene una indigestión!
¡Una terrible indigesstión de malos versos blancos
y desilusiones amargas!
Erik SATIE. Cuadernos de un mamífero ACANTILADO Barcelona 2006 Traducción de Carmen Llerena
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