"En realidad, la posición de Baudelaire en Francia es la del poeta excéntrico cuyo talento literario nadie discute pero a quien asimismo nadie -excepto su pequeño grupo de amigos- desea contar entre los suyos: había ganado admiración pero no respeto. Para ser admitido con verdadero respeto en los círculos de poder habría tenido que avenirse a las exigencias del mercado cultural, a las orientaciones estéticas aprobadas y a los plazos, planes y dictámenes de los dueños de las editoriales y de los directores literarios de revistas y periódicos. Y habría tenido además que dejar de ser esa chirriante mezcla de hombre-lobo y poeta histriónico que lo identificaba [...] La soberanía intelectual y literaria de Baudelaire fue uno de sus rasgos más violentos e irrestrictos, pagado a un precio elevadísimo [...] En sus obras de creación, Baudelaire se resistía a la imperfección [...] La moral baudelaireana se concentra toda en su obra; en eso no transige de manera alguna. Se erige de modo soberano depositando en su trabajo toda su dignidad."
Mario Campaña, Baudelaire, Juego sin triunfos, Barcelona Debolsillo 2008, págs. 264, 268 y 269
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