Horace McCOY Di adiós al mañana Bruguera Libro Amigo Barcelona 1977 Traducción Ana Goldar y presentación Juan Carlos Martini
[...] El clima de sus obras, a veces los espacios físicos y los estratos sociales que protagonizan su literatura, la intensa angustia del ritmo narrativo y la penosa interpretación de los significados del mundo, sitúan las novelas de Mc Coy en una zona de la literatura negra que escapa de las convenciones del género, que extiende su influencia hasta convertir en estériles los límites. El mundo de la novela policiaca no es ya un espacio cerrado, identificable, aislado dentro del amplio espacio de la realidad. El mundo de la novela policiaca no es otro mundo, sino el mismo, el único, el mundo que conocemos y en el cual vivimos. [...] Elige, elabora y desarrolla una nueva dimensión para el relato policiaco a partir de una certeza incuestionable: la violencia es un hecho inseparable del sistema, que no se expresa sólo en formas obvias, estruendosas o sangrientas. Las relaciones humanas son, en sí, una forma de violencia, una expresión del poder y del sometimiento. Todo poder es una forma de violencia. Todo destino no elegido es una forma de violencia.
Las novelas policiacas de Horace McCoy tienen por tema esa violencia esencial del sistema social, es decir la violación del ser humano por parte de cada uno de los niveles de interrelación social y de sus instituciones, y del sitema en su conjunto de valores.
Di adiós al mañana (Kiss tomorrow goodbye) es una obra maestra. McCoy desarrolla en esta novela su interpretación integral de un sistema social -de un sistema de relaciones sociales- basado en la violencia. La familia, el dinero, el sexo, la ley, el crimen son formas sociales que actúan violentamente contra el individuo en una escala que puede graduarse desde los impulsos inconscientes hasta la agresión física. El objeto principal de la obra de McCoy es, después de todo, una reflexión existencial: cada hombre está solo en el mundo, y contra el mundo. El único recurso a su alcance para enfrentarse a la violencia que lo somete es su propia violencia, o sea, ejercer contra la violencia de los otros la violencia de la cual es capaz. El final de un camino de destrucción puede ser previsible, pero no hay otro remedio.
El crimen y la locura constituyen una actitud marginal ante la realidad. La corrupción por el poder y el dinero nivela las diferencias sociales desde un punto de vista ético, pero las jerarquías económicas no se modifican. El sometimiento y la humillación que origina un sistema semejante sólo pueden alterarse, aparentemente, con una ametralladora o con un legítimo delirio psicótico.
Juan Carlos MARTINI
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