"[...] ¿Quién fue Javier Egea? No he conocido a mucha gente tan desinteresada y tan abierta a los demás como él, pero tampoco a nadie tan egoista, a nadie que reclamara tanta atención, tanta militancia, tanto reconocimiento. No he vuelto a ver a nadie a la vez tan amargo y tan dulce, tan seguro y tan desconcertado, tan minucioso y tan irresponsable, tan alegre y tan triste, tan solidario y tan despótico. ¿Quién fue Javier Egea? ¿Una suma de todos esos hombres o ninguno de ellos? ¿De qué lado estaba, del lado del orgullo o del de la derrota, era uno de los ganadores o de los vencidos?
Lo repito, no creo que él mismo lo supiese nunca. Javier vivía siempre de forma simultanea, en los dos extremos posibles de cada cosa y, por lo tanto, hiciera lo que hiciera siempre estaba a punto de abrirse por la mitad, a punto de romperse. Estaba lleno de contradicciones y las contradicciones te meten en más problemas de los que te sacan. Pero él era así. Siempre corría, pero nunca quiso llegar a ninguna parte, nunca nadó para ganar la costa, sino para alejarse de ella. La poesía le hizo desgraciado, su poesía a menudo extraordinaria le terminó llenando de celos, de rencor, de insatisfacciones. Se lo dije en Granada, una de las últimas veces: ¿Qué te ocurre? ¿Por qué eres tan desgraciado? ¿A dónde te lleva todo eso? Cuanto mejores son tus poemas, peor es tu vida, se ennegrece más, se vuelve más ácida.
No diré exactamente lo que me contestó, ni a quiénes culpaba, de un modo obsesivo, de su poca fortuna, su incapacidad para escribir, para darse caza, para llegar desde donde estaba hasta donde quería estar, para desatarse de quién sabe qué. Había convertido a muchos compañeros en enemigos, y no supo que los enemigos siempre terminan por convertirse en fantasmas. Pero sí diré lo que significaba todo lo que dijo: ellos no le entendían, no le daban lo que estaba seguro de merecer; nosotros le habíamos traicionado, habíamos arriado su bandera, habíamos saltado de su barco. No era verdad. Eso es lo que le dije, que no era verdad. Y a pesar de todo, a pesar de lo que vino después, pienso lo mismo ahora que entonces: no era verdad, aunque él no lo supiese. Yo creo que no lo sabía. Creo que su bala, en cierto modo, también iba destinada a algunos de nosotros. Y quiero decir que, en lo que a mí se refiere, esa otra bala también dio en el blanco, también alcanzó parte de su presa. No toda, pero sí una parte. Es suficiente. No voy a contar más. No todavía. [...]
Benjamín Prado. Todo lo que digo cuando digo Javier Egea. En Javier Egea Contra la soledad DVD poesía Barcelona 2002 Edición de Pedro Ruiz Pérez
Lo repito, no creo que él mismo lo supiese nunca. Javier vivía siempre de forma simultanea, en los dos extremos posibles de cada cosa y, por lo tanto, hiciera lo que hiciera siempre estaba a punto de abrirse por la mitad, a punto de romperse. Estaba lleno de contradicciones y las contradicciones te meten en más problemas de los que te sacan. Pero él era así. Siempre corría, pero nunca quiso llegar a ninguna parte, nunca nadó para ganar la costa, sino para alejarse de ella. La poesía le hizo desgraciado, su poesía a menudo extraordinaria le terminó llenando de celos, de rencor, de insatisfacciones. Se lo dije en Granada, una de las últimas veces: ¿Qué te ocurre? ¿Por qué eres tan desgraciado? ¿A dónde te lleva todo eso? Cuanto mejores son tus poemas, peor es tu vida, se ennegrece más, se vuelve más ácida.
No diré exactamente lo que me contestó, ni a quiénes culpaba, de un modo obsesivo, de su poca fortuna, su incapacidad para escribir, para darse caza, para llegar desde donde estaba hasta donde quería estar, para desatarse de quién sabe qué. Había convertido a muchos compañeros en enemigos, y no supo que los enemigos siempre terminan por convertirse en fantasmas. Pero sí diré lo que significaba todo lo que dijo: ellos no le entendían, no le daban lo que estaba seguro de merecer; nosotros le habíamos traicionado, habíamos arriado su bandera, habíamos saltado de su barco. No era verdad. Eso es lo que le dije, que no era verdad. Y a pesar de todo, a pesar de lo que vino después, pienso lo mismo ahora que entonces: no era verdad, aunque él no lo supiese. Yo creo que no lo sabía. Creo que su bala, en cierto modo, también iba destinada a algunos de nosotros. Y quiero decir que, en lo que a mí se refiere, esa otra bala también dio en el blanco, también alcanzó parte de su presa. No toda, pero sí una parte. Es suficiente. No voy a contar más. No todavía. [...]
Benjamín Prado. Todo lo que digo cuando digo Javier Egea. En Javier Egea Contra la soledad DVD poesía Barcelona 2002 Edición de Pedro Ruiz Pérez
Pero, ¿qué significa todo esto?
PENSAMIENTO DEL DÍA
"No podría vivir en un país en el que sólo hubiera poetas, sería horrible". Adam Zagajewski. Poeta
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