domingo, 15 de junio de 2008

COMENTARIO...

Carlos Bousoño Teoría de la Expresión Poética PREMIO FASTENRATH 7ª Edición (Versión definitiva) Biblioteca Románica Hispánica Editorial Gredos Madrid 1985
De Chirico Pintura Metafísica La incertidumbre del poeta 1913

... DE TEXTO

-Bueno, yo me retiro a mi cuarto que tengo que preparar un trabajo- dijo ella mientras se levantaba de la silla en que estaba sentada y se disponía a abandonar la mesa.
-¿Sobre quién?- inquirió con curiosidad él.
-Sobre Descartes.
-Coje papel y lápiz y escribe:
1. Lo que hoy en día entendemos por ciudad y por política (como que la política se sirve de las otras ciencias prácticas) tiene un tinte violeta. Supongamos que sea así.
2.
3. Ni Juan Ramón Jiménez, ni Rubén Darío ni Bécquer a lo lejos eran conscientes de que acabarían diciendo versos por Internet. También Aristóteles lo dijo: dijo, frente a su colega Platón, que la esfera no tenía por qué estar ordenada o mejor dicho, que tenía un orden que a él le iba.
Platón le hizo un favor flaco. ¿Alguno de ustedes vio a Platón pasearse por la Plaza del Reloj en el barrió de Gràcia?
No era reflejo y sin embargo, el reloj daba los cuartos como para que uno se enterara de un tiempo convenido.
La Poética de Aristóteles, hoy día, está en los últimos pingajos del deshecho que le dejó a las grandes ciudades una oportunidad histórica: "El cual viéndome yo tan imaginativo sólo quisiera dársela monda y desnuda sin el ornamento de prólogos ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados objetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse." Porque, ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo. Cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora con todos mis años a cuestas con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en los márgenes y sin anotaciones al fín del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes."
Siempre lloro la primera vez que Don Quijote vuelve a su casa. Que mejor estar con una ventera a la que le olían los pies y al fín y al cabo todo se pega, andar por el mundo enamorado, no hacer caso de Internet y al final un destino, una casa, una sobrina, una ama, un cura, un barbero, un barrio, al fín y al cabo, que ni siquiera suponen una muerte tranquila.
Ni Aristóteles ni Platón podían morir tranquilamente.
Pusieron los primeros espartos para la gran trampa ideológica, aquí te pillo, aquí te mato. Ambos se equivocaban y sin embargo hay una razón, una razón que todavía hace que sus textos -olvidemos las traducciones-, que sus textos tiemblen.

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