lunes, 16 de junio de 2008

RILKE




Rainer María Rilke POESÍA EN LA MANO Editorial Yunque Barcelona 1939 Año de la Victoria Traducción Dorotea Patricia Latz


[...] En la vida de Rilke se contiene lo que ha de ser su poesía: su constante peregrinación, para huir de las personas más amadas; su esfuerzo espiritual para poseer y no ser poseído; su anhelo de alcanzar, desencarnada de todo peso corpóreo, su magnífica muerte, la muerte como flor y fruto de su vida de poesía y renuncia. En sus
"Fruehe Gedichte" (1899), primer libro importante tras los ensayos de "Leben und Liefer" (1894) y "Advent" (1898), abandona su espíritu a las cosas, en las que luego su alma hallará la armonía, la paz espitirual al comprobar la presencia de Dios en las mismas y en nuestro propio yo; en el "Buch der Bilder" (1902) siente que su poesía es un trasunto de la íntima existencia de la naturaleza; "Das Stundenbuch" (1905) es el libro de la inquietud: vivir, transcurrir en ondas más y más amplias por encima de lo creado, volar desde los siglos y por los siglos en torno a Dios, que es la propia vida, "la selva de las contradicciones". Y como colofón de ese su primer periodo las "Neue Gediche" (1907), por las que se va a la obra fundamental: las prosas de "Die Aufzeichnungen des Malte Laurids Brigge" (1910), el diario del drama de la disociación del yo de Malte, es decir del propio Rilke. Desde ese momento, libre ya de los hombres y de las cosas, Rainer M. Rilke se mueve en la zona que divide lo temporal de lo eterno y se encamina hacia la muerte que tanto había ansiado en lo íntimo de su vida activa de solitario y en su enamorada pobreza. Y son "Das Marienleben" y las "Duineser Elegien" y los "Sonette an Orpheus" y sus poemas en francés. [...]

(De las palabras introductorias a la edición)

YO TEMO LA PALABRA DE LOS HOMBRES

Yo temo la palabra de los hombres.
¡Hablan todos con tanta claridad!:
esto se llama perro, se llama aquello casa;
el principio está aquí y el final está allá.

Temo también su mente, su juego con la burla;
ellos todo lo saben: lo que es, lo que será;
ninguna montaña les es ya maravillosa;
sus jardines y bienes casi rozan a Dios.

Disuadir quiero siempre y advertir: quedaos lejos.
A mi me gusta oír cantar las cosas.
Vosotros las tocáis y ellas se tornan inmóviles y mudas.
Me asesináis todas las cosas.

Rainer María Rilke
(De "Sexte und Segen", Sextinas y bendiciones.)



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